Por Miguel Molina Díaz
Quito, Ecuador
Alguna vez oí, hace mucho tiempo ya, que en el comedor de la casa de Alberto Acosta se sentaban los intelectuales de izquierda y soñaban con hacer la revolución. Compartían, en esas tertulias, los chismes politiqueros, la indignación contra los poderes facticos que gobernaban al país y, sobre todo, creían que era posible una realidad diferente. Sentados alrededor de la mesa idearon con minucioso detalle –así lo imagino yo– los llamados cinco ejes de la tan anhelada Revolución Ciudadana, que solo existía en sueños imposibles. Debes tener el valor de asumir el reto –me parece escuchar la voz de Acosta– llegó la hora revolucionaria –concluye. Y el hombre, más joven que él, a quién había dedicado esas palabras, sonríe, mira al infinito y siente, en el fondo de sí, un propósito mesiánico.
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