Muere Richard Hamilton el pionero del arte pop

Richard Hamilton, el llamado padre del pop, falleció el pasado 13 de septiembre a los 89 años. Uno de los galeristas británicos más conocidos internacionalmente Larry Gagosian lo anunció diciendo que «es un día muy triste para todos nosotros». Gagosian, que manejaba su obra, se refirió al artista como «una de las figuras más destacadas» del mundo del arte.

Todos coinciden en llamarlo «influyente», para muchos críticos era «padre» o «pionero» del pop art que luego transitaron sus colegas Andy Warhol, Joseph Beuys, Roy Lichtenstein o Robert Rauschenberg, aunque a Hamilton le aburría un poco esa etiqueta, si bien reconocía que el arte es «un buen negocio», según publicó Revista Ñ. «Aunque me interesé por el fenómeno pop, nunca me sentí asociado a ese término, que se utilizaba para describir a Elvis Presley y la imaginería vulgar estadounidense de cucuruchos de helados y hamburguesas», había confesado frente a las cámaras de la BBC.
El pop art era, según lo definió Hamilton, «popular, efímero, fungible, de bajo costo, producido en masa, ingenioso, sexy, joven, efectista, glamoroso y un gran negocio». Entre las imágenes más emblemáticas de su carrera están «Qué es lo que hace las casas de hoy tan diferentes, tan atractivas» («Just What Is It That Makes Today’s Homes So Different, So Appealing?»), de 1956, un fotomontaje en blanco y negro y con tonos de color, donde aparecen una mujer en un sofá con una lámpara a modo de sombrero y un fisicoculturista con un gran chupetín. Un televisor (por el rol creciente de los medios de comunicación) y una aspiradora formaban parte del decorado de esta imagen considerada un manifiesto. Entre sus collages, «Swingeing London» (1968/69) mostraba a Mick Jagger, líder de los Rolling Stones, en un patrullero luego de un operativo antidrogas.

«Había sentido una fuerte indignación personal por la locura de las instituciones jurídicas que podían llevar a alquien a la cárcel por el delito de abuso de drogas», recordó en sus Collected Words. El póster reunía imágenes de la prensa en que su amigo y galerista de entonces Robert Fraser y Keith Richards también habían sido víctimas de la redada «sin intención de ayudarlos a superar la enfermedad» sino sólo para dar el ejemplo: «El mismo juez declaró ‘Hay momentos en que una sentencia drástica puede tener un efecto disuasorio'».

Ambas obras, junto al arte de tapa del «White Album» (1968) de los Beatles, «Homenaje a la Chrysler Corporation», «Pin-Up» y «Shock and Awe» (2007/08), donde Tony Blair se mostraba con camisa de vaquero, cartucheras y pistolas en alusión a su alianza con George W. Bush, estuvieron en exhibición en la galería Serpentine de Londres el año pasado, en «La moral moderna importa», que fue su última retrospectiva en vida.

Aunque era inglés, su obra siempre estuvo asociada a la sociedad de consumo y la cultura de masas que identificó a los Estados Unidos de la posguerra. Su influencia atravesó varias generaciones, también gracias a su larga etapa como docente en el Royal College of Art londinense, desde su contemporáneo David Hockney al controvertido Damien Hirst. Pero también se ha destacado por su sentido del humor y por el uso que hacía de las nuevas tecnologías de cada época, en una carrera artística que atravesó completa la segunda mitad del siglo XX. En los últimos años, el contenido político era cada vez más evidente entre sus piezas: le dedicó obras al conflicto norirlandés, a Margaret Thatcher y a la invasión de Irak.

Al momento de su muerte, a causa de una enfermedad de la que no se revelaron detalles, trabajaba en una nueva retrospectiva de su obra que el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles tenía programada para 2013; que saldría después de gira por Filadelfia, Londres y Madrid. Sin embargo, las más importantes sin dudas seguirán siendo las que en 1970 y luego en 1992 tuvieron lugar en la Tate Gallery de Londres, cuyo director, Nicolas Serota, le rindió homenaje. «Richard Hamilton produjo series exquisitas de pinturas, dibujos e impresiones que abordan temas como el glamour, el consumismo, la mercancía y la cultura popular», aseguró. «Su fascinación por la sociedad de consumo, sin embargo, fue muy crítica: una posición moral que también era evidente en su desconfianza hacia la derecha política», agregó.

 

 

 

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