Lo ambiguo y lo escondido en las “Presencias” de NoMíNIMO

Samborondón.- «Presencias» es la exposición que se muestra actualmente en galería NoMíNIMO, en Plaza Lagos Town Center, integrada por siete obras de seis artistas, David Palacios, Ilich Castillo, Stéfano Rubira, Ricardo Coello,  Adrián Balseca y Pedro Gavilanes, la que estará abierta al público hasta el 3 de febrero.

Romina Muñoz, curadora de la obra explica a LaRepublica que: «el nombre `Presencias´ tiene relación al hecho de que la mayor parte de las obras que se exhiben son imágenes producto de una serie de narrativas ocultas, que nos sugieren muchas cosas por un lado, y por el otro, nos esconden muchas historias, que juegan con lo ambiguo, con lo fantasmal, y también diría que con lo espectral».

«En el caso de David Palacios, quien trabaja con  documentos familiares, en esta obra él recoge un proyecto fotográfico de un abuelo suyo, en el que el abuelo invita a sus familiares reunidos en una fiesta en su casa, a fotografiarse en todos los espejos de su recámara matrimonial. El título de la obra es una cita de `La Cámara´ de los esposos» de Andrea Mantegna, un pintor del  Quattrocento. David se apropia de una fotografía que es el producto del reflejo  de un armario con espejos y la enfrenta con la recreación del armario. Y, a modo de ready made, con un gesto muy Duchampiano, David quebranta este respeto a los documentos familiares, los vandaliza,  agregándole la frase ‘todo es maravilloso’, sacada de un poema de Rilke».

«Y esto me trae a mí a la cabeza un montón de preguntas», continúa Romina, «¿hasta que punto David quiere desprenderse de su pasado? ¿qué realmente se esconde en su gesto? Y son más las preguntas que las certezas que tengo, y esas preguntas son las que han motivado la muestra, donde los artistas a través de ciertas imágenes van ocultando o cuestionando la idea de una Historia con mayúscula».

«En el caso de Adrián Balseca, él crea una campana a partir de un alcantarilla, la misma que ha sido testigo de un sinnúmero de historias en una ciudad, y que también es la tapa de todos los desperdicios de una ciudad, apropiándose del modelo de una campana de iglesia para convertirse en una voz única, tratando de clausurar todas las voces que acompañan el paso del tiempo».

«Ilich Castillo tiene una obra con sueños, su obra «Osamentas» es sacada de sus sueños, él sueña  gente produciendo obras y él se apropia de esas obras y las hace suyas, desestabilizando de esta manera los códigos jerarquicos y los códigos autoriales propios de un mundo en donde las ideas tienen dueño».

«Ricardo Coello, tiene una obra que consiste en dos espejos dibujados, que muestran el fracaso del hombre al querer recoger el  primer amanecer y retener la imagen de un espejo, intento que surge de la necesidad del hombre de perpetuarse en la imagen, para prevenirse de la muerte espiritual. Hay quien cree que el cine y la fotografía surgen de este anhelo del hombre de combatir la muerte y que lo lleva a relacionarse con la imagen para salvarse».

«Stéfano Rubira presenta «El escudo de Satán» que consiste en una esfera que contiene el dibujo de la luna en su fase de luna llena, haciendo porque no, referencia a la esfera adivinatoria, que predice el futuro  y nos revela la necesidad del hombre de conocerlo todo, de capturar y agotarlo de todo,  a través del proyecto racional, de la ciencia, como si fuera ésa la única forma de aproximación que se puede mantener con el mundo, marcando una ruptura con la naturaleza».

«Pedro Gavilanez  se apropia de ciertas imágenes muy conocidas de la historia del arte y las empieza a trabajar, a velar con acrílico transparente. Las obras están enmarcadas en unos duros marcos que convierten a estas pinturas en un objeto de culto. Lo interesante es que por un lado trata de petrificar la obra y al mismo tiempo la borra, en una relación bastante ambigua que llama la atención», concluye Romina.

 

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