Reaparece «Las flores del mal», el amor y la náusea del hombre del siglo XXI

Poeta francés Charles Baudelaire. Foto de Arte Linio.

Madrid, 30 nov (EFE).- «Desde la niñez sentí en mi corazón dos sentimientos contradictorios, el horror de la vida y el éxtasis de la vida». Esta frase de Charles Baudelaire explica cuál fue el alimento de su gran obra «Las flores del mal», el libro que marca la modernidad poética y que acaba de ser reeditado como libro objeto.

Y es que «Las flores del mal», uno de los primeros y grandes testimonios artísticos de los temores, pasiones y contradicciones que atenazan al hombre moderno, además de ser un hito del siglo XIX, sigue siendo el camino de lo sublime, de la duda y de la decadencia que guía al hombre en el siglo XXI.

Esta nueva reedición es una de las buenas noticias para este fin de año. La editorial Vaso Roto inaugura además con ella una nueva línea, la colección Abstracta, que apuesta por la unión o «la integración cuidada de texto y obra gráfica para producir un objeto único», como recuerda a Efe el poeta y traductor Jordi Doce, editor de este sello.

Así, «Las flores del mal» aparece con la traducción de Manuel J. Santayana, que recrea la musicalidad, el metro y las rimas del original, y que, señala la editorial, supone una versión «memorable, con un Baudelaire para el nuevo siglo, vital y decadente, sentencioso y profético».

Todo ello, en una cuidada edición bilingüe, con el diseño gráfico y las imágenes de la artista Fiona Morrison, que hacen del libro una especie de caja o cofre en colores para albergar casi 700 páginas sobre «la condición humana», con sus luces y sus sombras; escrito, a veces desde la náusea, a veces desde la extenuación enardecida, y siempre con sabor a opio o absenta.

Charles Baudelaire (París, 1821-1867), el maldito y sabio supremo, como dijo Rimbaud, el que buscó la belleza en el mal, fue poeta, traductor y crítico artístico, literario y musical.

Con una vida que siempre estuvo marcada por el escándalo desde que se introdujo en la bohemia parisina, donde conoció a autores como Gérald de Nerval, Honoré de Balzac o los jóvenes poetas del Barrio Latino, Baudelaire fue un dandi, un hijo de un sacerdote renegado, bibliotecario y artista, y de una mujer de mundo.

Una mujer iniciada en las artes a la que Baudelaire adoraba y odiaba a la vez, como, al parecer, hacía con la mayoría de las mujeres. Comprometido por su participación en la revolución de 1848, la publicación de «Las flores del mal» (1857) hizo que la polémica contra su persona alcanzara el escándalo.

Y tras ocho años de trabajo, cuando el poemario salió, marcó un hito en la sociedad cultural francesa. Provocó la ira de los críticos, se secuestró su edición y se desató el procesamiento del autor y del editor por «ofensas a la moral política y las buenas costumbres».

«Extirparon algunos de los poemas antológicos, como si se tratase de tumores malignos», recuerda Santayana en el extenso prólogo, pero ni tan siquiera la multa de trescientos francos que le fue impuesta impidieron la reedición del poemario en 1861.

Después aparecería otra edición en 1866 con los poemas censurados y con un soneto prólogo, y una tercera, con poemas claves e inéditos añadidos en 1866.

Autor de tres obras como «Los paraísos artificiales», «Pequeños poemas en prosa» o «Los despojos», Baudelaire falleció en una clínica como consecuencia de una sífilis y está enterrado en el cementerio de Montparnasse.

El poeta se preguntaba: «¿Qué es el hombre?», y respondía: «Un ser desgraciado que se revuelca finalmente en el lodo…». También se cuestionaba su yo y decía: «Un ángel, viajero, imprudente que pretendió amar lo deforme, en una inmensa pesadilla».

«El poeta que se llamó así mismo ‘el más triste de los alquimistas’, pudo decirle a su destino: ‘Tú me diste fango y con él hice oro'», concluye el traductor Manuel Santayana en el extenso e interesantísimo prólogo. EFE

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