Ai Weiwei vuelve a la escena artística china con un baño de multitudes

Beijing (China), 06/06/2015.- Chinese artist Ai Weiwei (2-R) poses for a selfie with fans during the opening of his installation art exhibit entitled 'Ai Weiwei' at the Tang Contemporary Art gallery in Beijing, China, 06 June 2015. His artwork, installed in two adjoining galleries, depicts the Wang Family Ancestral Hall during the time of the Ming Dynasty, which was dedicated to Wang Hua who was a prince in the 6th century AD. EFE/EPA/ROLEX DELA PENA

Pekín, (EFE).- El artista Ai Weiwei se dio hoy un baño de multitudes en la inauguración de su primera exposición en solitario en China, con la que regresa a la escena artística de su país natal de la que fue apartado por las autoridades hace casi un lustro.

La reconstrucción de un templo con más de 400 años de historia de la dinastía Ming fue la elección del polifacético Ai (Pekín, 1957), también famoso por su peculiar activismo político y social, para su debut en una muestra monográfica con su obra en China, puesto que hasta ahora únicamente había participado en exhibiciones colectivas.

Sin embargo, fue su presencia, más que sus trabajos, lo que acaparó la atención en las dos galerías de Pekín, la Continua y la de Arte Contemporáneo Tang, que acogen conjuntamente la exposición que lleva por título su nombre, «Ai Weiwei».

El artista, convertido hoy en estrella, recibió el calor de su legión de seguidores, manifestada en forma de ramos de flores, felicitaciones o palabras de ánimo.

A cambio, Ai repartió saludos, abrazos, algún que otro beso, y -sobre todo- selfis, centenares de selfis, los que le pedían unos admiradores que se aglomeraban formando una multitud a su alrededor a la espera del turno para sacarse una foto con él.

Esas muestras de afecto se explican, en parte, porque ver al artista paseando entre obras suyas expuestas en Pekín se ha convertido en un acontecimiento excepcional en los últimos años.

Ai, que ganó popularidad en China por su contribución al diseño del estadio olímpico de Pekín («El Nido»), quedó apartado del circuito artístico chino hace algo más de cuatro años por sus enfrentamientos con el régimen comunista.

Su activismo y sus críticas al Gobierno chino le han valido reconocimiento internacional como artista comprometido, pero también le han costado el oprobio del oficialismo y una privación de libertad, primero, y de movimiento, después.

Tras su detención en abril de 2011 en el aeropuerto de la capital china, Ai pasó 81 días detenido por «incitar a la subversión contra el Estado», pese a que luego fue acusado de varios delitos económicos

A continuación, el artista permaneció un año bajo arresto domiciliario, hasta que en junio de 2012 se le permitió salir de casa, aunque no del país por ser objeto de investigaciones de bigamia, pornografía e intercambio ilícito de divisas extranjeras.

Por eso, durante estos años no ha acudido a las múltiples exhibiciones de su obra que se han realizado en el extranjero, entre ellas la instalación «Pipas de girasol 2010», integrada por media tonelada de pipas de girasol hechas en porcelana, en el Monasterio de la Cartuja de Sevilla, un estreno en España al que siguió la exhibición «On the Table» en Barcelona un año después.

Fue quizás su marginación en China, donde su nombre está censurado en la popular red social Weibo (el equivalente local de Twitter), lo que le ha dado el empujón definitivo en el panorama internacional.

La obra de Ai llegó hasta la prisión de Alcatraz de San Francisco (EEUU) a finales del año pasado con «@Large», un conjunto que desplegó tradicionales elementos chinos como las flores de porcelana o las cometas en forma de dragón en las salas de la prisión, y en septiembre protagonizará una retrospectiva en la Royal Academy de Londres.

«Ai Weiwei tiene muchas exposiciones en solitario en el extranjero, pero aquí, donde vive y creció, no había tenido ninguna aún. Significa mucho para él», explicó a Efe el comisario de la exposición inaugurada en Pekín, Cui Cancan, para quien se trata «no sólo del artista más importante de China, sino de todo el mundo».

A sus 58 años ha dado rienda suelta a su creatividad de las formas más variadas posibles: desde convirtiéndose en protagonista de su «Gran Hermano» al grabarse y colgar los vídeos en internet durante su arresto domiciliario, a sacar al mercado un disco «heavy metal».

Su retorno a la escena artística china ha consistido en una gigantesca estructura con los pilares y las vigas de madera de un templo familiar de la provincia de Jiangxi (sureste de China), construido hace más de cuatro siglos.

Acompañan esta monumental pieza central una figura de un dragón, una colección de jarrones, una gran lámpara de cristal o un espejo pintado.

En todo caso, Ai Weiwei asegura, en un comunicado, los objetos exhibidos no importan, puesto que su intención con la muestra inaugurada en Pekín era otra: «Quería hacer una declaración, que estoy realizando una exposición en China». EFE

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