John Banville: «Constantemente le tengo miedo al lenguaje»

MADRID, 12/01/2016.- El escritor irlandés John Banville durante la entrevista concedida hoy a la Agencia Efe en la que habla sobre su nueva novela "La guitarra azul", en la que presenta al "peor de los monstruos" que ha creado a lo largo de su carrera literaria, un personaje que ha hecho que se trate de un libro en el que el autor ve una auténtica "comedia". EFE/Emilio Naranjo

Madrid, (EFE).- Enfrentándose a su habitual «miedo al lenguaje», el escritor irlandés John Banville presenta en su última novela, «La guitarra azul», al «peor de los monstruos» que ha creado a lo largo de su carrera literaria, un personaje que ha hecho que se trate de un libro en el que el autor ve una auténtica «comedia».

«Constantemente le tengo miedo al lenguaje», confiesa a Efe Banville (Wexford, Irlanda, 1945) durante su visita a España para presentar la traducción al español de esta novela en la que su protagonista, Oliver Orme, vive una historia de infidelidad envuelta en ese trabajo magistral del autor a través de la «poesía dentro de la prosa».

«Cuando acabo un libro y lo reviso veo aquellos momentos en los que me dejaba de concentrar, bajaba la guardia, y el lenguaje tomaba el poder. A veces eso es bueno, porque al lenguaje a veces le gusta cantar, pero otras veces simplemente balbucea», comenta sobre un libro que Alfaguara editará en la mayor parte de Latinoamérica a lo largo del primer semestre de este año.

En esa obsesión por conseguir que su libro «salga bien», el irlandés, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, ha conseguido crear con Olly a «su peor monstruo», un pintor retirado tras descubrir que el mundo que pintaba no era el suyo.

Un personaje que provoca desde las primeras páginas un rechazo con el que comulga su creador al expresar que «a nadie le puede caer bien» ni le puede gustar un tipo con «capacidad de ponerse en ridículo». «Me gusta su humor negro, y me sorprende que tan pocos lectores vean que en cierto nivel es un libro que es una comedia», agrega.

Eso sí, el propio Banville dice que no hay nada biográfico en esta novela porque considera que un libro, para llegar a ser «obra de arte», tiene que ser «lo más impersonal posible».

«Te tienes que expresar en los ojos, en la mente y en la historia del personaje y tienes que dejar que el lenguaje haga su magia. Así que uno mismo tiene una parte muy pequeñita que jugar en este proceso», matiza, mientras termina su café.

Para Banville se trata también de una obra «muy difícil» de escribir, tanto es así que «más de una vez» pensó en «tirar la toalla». «La gente no se da cuenta lo difícil que es escribir una obra de ficción. Cuando era joven pensaba que a medida que pasara el tiempo sería más fácil, pero no, cada vez es más difícil».

Una dificultad que, según reconoce, no tiene que ver con la edad, sino con ser «mejor» cuanto más escribes y, por lo tanto, esperar que este trabajo salga mejor que el anterior.

Por eso, ahora no se permite «ninguna excusa» ni «ninguna puerta abierta» para no dominar ese lenguaje con el que trabaja y que califica de «zorro» por «saber mucho».

«El lenguaje tiene su propio programa y -añade- tiene sus propias cosas que quiere expresar. Es como estar en un barco que quiere ir en una dirección y tú tienes que ir con el timón corrigiendo hacia la dirección que quieres ir. Y puede ser, y tiene que ser un trabajo muy interesante, porque si no, ¿por qué sigo escribiendo? Por dinero seguro que no».

Escritor incansable, hasta el punto de empezar un libro mientras está acabando el último, Banville asegura que poner punto final a una obra le proporciona un «día y medio de euforia», algo así parecido a conseguir quitarse «el chicle de la suela del zapato».

Tanto es así que para él descansar es «aburridísimo» y hasta vería con buenos ojos que la semana «no tuviera fines de semana» porque considera que trabajar es «más divertido que divertirse».

«Yo creo que por eso sigo escribiendo, porque antes de acabar ya he empezado uno. Si acabo un libro y no tengo otro ya lo hubiera dejado para siempre, me caería por el precipicio», dice el autor de «El mar» o «El intocable» momentos antes de pedir una copa de vino blanco con la que da la bienvenida al mediodía.

Una copa de vino que, de ser un jerez, haría que el clima «perfecto» de su país fuera «mejor». Pero no mucho más, matiza, ya que no vivir en Irlanda sería otro de los motivos por los que, al igual que su protagonista dejó de pintar tras visitar el sur, él dejaría de escribir. EFE

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