Maria Helena Barrera: «La historia comprueba que no hay nada que pueda mantenerse oculto»

María Helena Barrera, historiadora y escritora. Foto de Miguel Molina para La República.

Quito.- Dolores Veintimilla es uno de los temas que más han apasionado y marcado a la historiadora María Helena Barrera-Agarwal, miembro de la Academia Ecuatoriana de Historia. Muy joven y de la mano del profesor Gonzalo Humberto Mata, se sumergió en los poemas de Veintimilla sin saber que, muchos años después, publicaría uno de los libros definitivos sobre su vida.

«Dolores Veintimilla: más allá de los mitos» (Sur Editores, 2015) es una investigación que implicó más de siete años de trabajo, incluso sobre los manuscritos de puño y letra de la poeta quiteña, en la que se habla sin tapujos sobre los mitos alrededor de la creadora de «Quejas». 

Barrera es abogada de profesión y reside en Brooklyn, Estados Unidos. El pasado 28 de enero, con la ayuda de Skype, la historiadora presentó su libro en la Universidad Andina Simón Bolívar, junto a los académicos Cristina Burneo y Diego Falconí. 

– ¿Cómo fue que te embarcaste en una investigación sobre un mito poético que, en cierto sentido, alude incluso al mito de Estado-nación de la joven república ecuatoriana de esos días?

– Hay dos opciones, la primera opción fue básicamente curiosidad por un fantasma que era Dolores y por la idea de que tipo de autoría podía existir tan cercano a la creación de la República. ¿Podían ser autoras la mujeres en ese tiempo? Yo comencé este trabajo no directamente por Dolores Veintimilla sino por Dolores Sucre, algo que nos retrotrae incluso más a la independencia y a la creación del Ecuador, y me di cuenta que no había la opción en el Ecuador de la autoría por parte de una mujer. En lo absoluto. Entonces la otra pregunta fue: ¿cómo es posible que Dolores Veintimilla llegara a ser parte del canon, cuando ninguna de sus contemporáneas accedió al mismo? Y de qué manera eso impactó, me refiero a la imagen de Dolores, dentro de lo que es la República novísima de esos días. Con estas interrogantes me puse a buscar, primero, de qué manera se habían publicado las poesías. No me planteé nada con respecto a los manuscritos porque yo no tenía idea de que existían. Esa fue la base de la investigación.

– ¿Y cómo te encontraste con los manuscritos?

– Yo empecé este proyecto en el año 2008, aquí en Brooklyn. Lo que inicié era un análisis textual muy específico de las publicaciones. Empecé a leer cientos, inclusive miles de periódicos de la época, no solamente del Ecuador sino de Chile, de Colombia y del Perú, para darme más o menos cuenta de cómo las cosas se presentaban en ese tiempo. Estaba ya para terminar un libro sobre Dolores Veintimilla que habría sido muy diferente, otra configuración distinta. Me fui de viaje a Montreal y en esa visita me puse a hablar otra vez francés, volví a ese francés que he abandonado un poco. Se me ocurrió traducir un texto que había publicado hace años sobre Dolores Veintimilla y Lautréamont. Se lo envié a un profesor y lo publicó en un sitio en internet en Francia. Cuando eso sucedió un amigo mío, el gran escritor Leonardo Valencia, tuvo la gentileza de ponerlo en su muro de Facebook. Allí, otro buen amigo de él que yo no conocía, lo vio y preguntó si yo sabía que la municipalidad de Guayaquil tenía los manuscritos. Cuando yo vi ese pequeño mensaje no sabía qué documentos eran. Me puse en contacto con el archivo, con don Juan Castro Velásquez. En el archivo una excelente archivista y bibliotecaria tuvo la gentileza de ayudarme a chequear esos documentos. Cuando los vi empecé a investigarlos y en un momento dado me di cuenta que el archivo no era solo de documentos que hablaran de los autos judiciales, tenían los manuscritos de puño y letra de Dolores Veintimilla. Ese fue uno de los impactos más grandes de mi vida. Entendí que lo que estaba leyendo era una parte del diario de Dolores.

– ¿Viajaste a Guayaquil para ver los documentos?

– No, por la situación profesional y personal en la que me hallo no puedo viajar mucho. No voy al Ecuador sino talvez una vez al año. Tuvimos que subsanar esa situación. Además, los documentos son muy frágiles. El expediente está incompleto y está en un estado de conservación muy precario. Ciertas páginas son ilegibles, otras pueden leerse con el uso de softwares que más o menos clarifican lo que está allí y hay que tener experiencia porque hay ciertas cosas que son casi imposibles de leer. Los documentos están escritos al estilo de esa época. Hay palabras que no se comprenden si es que uno no se pone a pensar tal como pensaron en ese tiempo.

– ¿Así descubriste las intervenciones, algunas maliciosas como la de Blest Gana, que pretendieron falsificar la historia de Dolores Veintimilla?

– Blest Gana era un hombre muy joven en ese tiempo, que estaba ganándose la vida como agente de seguros y que tenía un cierto pequeño prestigio en Chile. Cuando él viene al Ecuador, no sé si llegó a estar en Cuenca pues no hay documentos que lo prueben, llega a enterarse de la historia de Dolores –tal vez estuvo presente, tal vez no– y como mucha gente en ese tiempo escribe un texto, un texto que está destinado a que la gente lo aprecie desde un punto de vista mucho más profundo que si lo hubiera hecho con apego a los hechos, como Ricardo Palma. Es un texto que está dedicado a traerse atención hacia sí mismo, porque el principal protagonista del texto de Blest Gana es él mismo. Creó una historia romántica sobre una mujer que es presentada como heroína de novela. Su intención fue adicionar prestigio a su carrera literaria con un texto de ficción.

– En ese sentido, ¿la intervención de Ricardo Palma es fundamental para que más de un siglo después se pueda tener certeza histórica sobre los acontecimientos?

– Exactamente, la intervención de Ricardo Palma es fundamental por múltiples razones. La primera es que él es el que rescata la mayor parte del acervo poético de Dolores Veintimilla por su conexión con la amiga anónima de Dolores, la guayaquileña, que le envía un manuscrito, no se sabe si de mano de Dolores o de ella, y así se salva un porcentaje altísimo de las poesías de Dolores, que son las que tenemos en este momento. La segunda es que Ricardo Palma tiene una visión absolutamente distinta de las poesías y de la vida de Dolores, se sirve de los materiales que tiene para redactar un artículo que aprecia a Dolores Veintimilla como escritora, y no es una historia amarillista sino un artículo de crítica literaria. Y la tercera es que Ricardo Palma en ese momento empieza su carrera; cuando él se convierte en un hombre completamente famoso todo lo que él incluye en las Tradiciones Peruanas tiene una importancia y una vitalidad aún mayor. Es por eso que su texto sobre Dolores se disemina en toda América Latina y fuera de América Latina. Incluso yo pienso, y estoy casi segura, de que ese texto de Ricardo Palma lo toma un traductor italiano que publica la versión de uno de los poemas de Dolores en italiano. Tiene un impacto enorme la intervención de Palma.

– Entonces Dolores Veintimilla ingresó al canon y en la primera antología de la poesía ecuatoriana es ubicada, sorprendentemente, luego de José Joaquín de Olmedo.

– En perspectiva, la conexión pasa también por Ricardo Palma. El artículo de él se lee también en el Ecuador y se lee por parte del círculo en el que ella estuvo involucrada, el de Vicente Molestina, que para entonces también es un joven idealista. Molestina concibe la idea de crear la primera antología lírica del Ecuador y toma la decisión de poner a Veintimilla después de Olmedo. Es una decisión completamente increíble porque en ese tiempo las antologías se presentaban cronológicamente y luego de esa, en otras antologías, se ve que la mayor parte tiene un orden cronológico. Molestina claramente ha leído el artículo de Palma, saca las poesías de allí y las incluye después de las de Olmedo, tal vez por inspiración misma del artículo de Palma, al final del cual se lee que Dolores tiene la capacidad de “dar brillo a las letras de la patria de Olmedo”. De tal manera, Dolores Veintimilla se encuentra en la primera antología lírica de país, en un espacio totalmente privilegiado, y obliga a todos los antologistas que vienen después a tener que lidiar con su presencia. No hay otra mujer que intervenga de tal manera en el canon desde el inicio mismo de las antologías. Su situación cambia radicalmente. Ella era totalmente desconocida en el Ecuador. Molestina termina con ese silencio.

– Otra intervención importante es la del abogado José Rafael Arízaga, que probablemente se queda con el expediente. 

– Quien devuelve el expediente a la municipalidad de Guayaquil es una familia. No sabemos perfectamente los detalles del itinerario que siguió el expediente, no he profundizado en esto todavía. Pero es una historia muy interesante que quizá no se pueda reconstruir del todo. Lo último que se sabe es que el expediente estuvo en manos de Federico Proaño a principios de los 70 del siglo XIX. Proaño es desterrado del Ecuador por vía del Amazonas y no se sabe qué pasa con ese expediente. Pasó a manos de otras personas, lo dejo confiado a alguien…. No se sabe. Lo más probable es que el expediente nunca dejó Guayaquil y permaneció en manos de dos familias hasta que hace dos años es donado a la municipalidad de Guayaquil.

Dolores Veintimilla

– ¿Cómo consultaste el expediente en los archivos de la municipalidad de Guayaquil?

– Fue la generosidad de la directora del Archivo Municipal, que me proporcionó copias digitales del documento. Esa fue la única manera porque me era imposible ir a Guayaquil y he tenido malas experiencias contratando personas para que me ayuden.

– Es interesante extraño proceso con el que Dolores Veintimilla asciende al canon. Sinceramente, ¿crees que fue una poeta de calidad?

– Desde mi humilde punto de vista, y digo humilde porque yo no tengo estudios especializados en literatura y también porque tengo una cierta parcialidad con Dolores por todo lo que he llegado a saber de ella, yo pienso que Dolores de acuerdo a los documentos que se han conservado no era una simple escritora de fin de semana, era una escritora con oficio. Cuando se analiza particularmente la historia del poema «La noche y mi dolor», del cual se han conservado dos versiones, se puede observar los cambios que ella efectúa y la manera en la que se sirve de un poema de José Zorrilla, es posible ver que Dolores es una escritora y es una poeta que trabaja de manera cuidadosa con el lenguaje, que se sirve de otro material para su propio comentario intertextual e intelectual. Ahora bien, luego de decir esto, pienso que todavía no podemos saber cabalmente hasta qué punto ese trabajo que ella estaba efectuando se consolidó, porque a diferencia de Olmedo o Juan León Mera, poetas del siglo XIX, no tenemos más que una ínfima parte de su acervo. Muchas personas, y está escrito en varios artículos y libros, mencionan que ella destruyó sus documentos antes de cometer el suicidio. No hay ninguna prueba de ello, en el proceso no se menciona y de acuerdo a la descripción del día del suicidio está muy claro que fue una decisión completamente repentina. Yo creo que esos documentos sobrevivieron, como el diario y los manuscritos, y probablemente fueron enviados a Quito, a manos de su madre. ¿Dónde están esos documentos? Es imposible saberlo. Yo pienso que todavía se necesita mucho trabajo de investigación: esperar a ver si otros documentos que se hayan conservado aparecen. Hace falta buscar más, ya que ella estaba en contacto con la élite del extranjero, no sólo de Cuenca, Quito y Guayaquil. En todo caso, pienso que Dolores tenía lo que se necesitaba para llegar al canon como poeta. Y una prueba de ello es la energía, el poder de las poesías que se han conservado. El hecho de que todavía la gente los recibe como lo que son: trabajos extraordinarios.

– Eso no lo entendieron algunos intelectuales, como Remigio Crespo Toral.

– Volvemos a la situación de personas muy jóvenes que intentaban abrirse campo como literatos e intelectuales. Crespo Toral es una persona muy joven cuando escribe por primera vez sobre Dolores Veintimilla. El suyo es un escrito que no es neutral, está concebido como un ataque y como una defensa de las élites cuencanas y de la ciudad de Cuenca, frente a lo que se percibía como un ataque de Ricardo Palma. El escrito de Crespo Toral es totalmente ficcional y está concebido como una pieza amarillista que busca atraer interés. Era un literato en ciernes que luego llegó a ser muy conocido y uno de los padres de la patria pero hay que decir que este padre de la patria no supo respetar la memoria de una mujer, pues de la fábula que él inventó no hay nada que se pueda probar por cierto. Él estaba en posición de conocer más detalles, estaba en contacto con José Rafael Arízaga, pudo escribir una cosa distinta pero escogió no hacerlo. Él nunca pensó seguramente que estas fábulas suyas podían llegar a comprobarse falsas porque estaba seguro que el expediente estaba perdido para siempre y que no habría nadie más que podría decir lo que fue realmente Dolores Veintimilla. La historia comprueba en este caso, como en otros, que no hay nada que pueda mantenerse oculto. Está comprobado que todo lo que Crespo Toral dijo es falso, como lo pensó Gonzalo Humberto Mata y otros intelectuales.

– En ese sentido, es impresionante la forma en que Juan León Mera, siendo conservador, critica al cura que persiguió a Dolores Veintimilla.

– Yo creo que nos hemos acostumbrado dentro de la historia y de la literatura ecuatoriana a un paradigma que no es correcto. El paradigma que ve a Montalvo como liberal y a Mera como conservador. Las cosas no son completamente distintas, no son dos ríos cuyos cauces jamás se encuentran. Montalvo, siendo liberal como fue, no apreciaba a las intelectuales femeninas, no le hacían gracia las mujeres intelectuales. En uno de sus libros él se burla de las mujeres ilustradas a propósito de una cita de una poeta también citada por Dolores Veintimilla. Mera, siendo conservador y católico de mucha profundidad, tenía una mente muy amplia respecto de que la mujer debía ser respetada y se le debía dar opciones para desarrollar su intelecto. Él tenía un respeto a las mujeres que Montalvo no tenía. Mera no era un católico que viera al clero como personas incapaces de hacer algún mal o que fueran perfectas por el hecho de ser clérigos, en lo absoluto. Hay muchos ejemplos de Mera criticando al clero, a personajes del clero que abusan de su poder y que abusan de otra gente. Hay ejemplos en sus escritos, desde luego no se ha difundido mucho. Yo creo que Mera sabía exactamente lo que había pasado con Dolores Veintimilla, estaba al tanto, tenía detalles, y conocía, pese a que no lo menciona, al clérigo que había criticado a Dolores, al cual él lo calificó como “fanático”. Tampoco tuvo ningún recelo en especificar que la causa del suicidio tuvo que ver con la persecución de ese clérigo fanático.

– Me resulta extraño que de las tres ediciones que recogen la producción literaria de Dolores Veintimilla, la más completa pues incluye todos los textos es la primera, la de 1898.

– Es un poco difícil responder a esto porque podemos hacer la exégesis sin contar con ningún comentario por parte de Celiano Monge sobre las razones que lo llevan a tomar esas decisiones como antologista. Lo que está claro es que cuando empieza a hacer su antología de Dolores Veintimilla, se encuentra justamente después de la revolución alfarista y hay opción de hacer cosas que no pudieron hacerse antes. La idea le viene, él compila las cosas, pero la primera edición no llega realmente a difundirse. Hay un solo ejemplar de esa edición, no se sabe realmente si es que existieron otras copias. Diez años más tarde, con más impulso ya que el general Alfaro  se encuentra en el poder nuevamente y la situación también se presenta distinta, Celiano Monge toma ese material y crea dos ediciones, también distintas. Las publica y esas sí tienen una difusión amplía, hay varias copias, incluso en el extranjero. Se puede pensar que en el intermedio de los diez años él conoció más detalles sobre ciertos textos y esos detalles le llevaron a dudar de la legitimidad de algunos poemas y esa exclusión puede verse como una duda muy específica sobre los documentos supuestamente de puño y letra de Dolores Veintimilla.

– ¿Es decir que de la primera edición sólo hubo un ejemplar?

– Solo existe evidencia de un ejemplar, el único que he podido conseguir y ver es el que se conserva en la biblioteca Aurelio Espinosa Pólit. No existe un ejemplar fuera del Ecuador, incluso cuando se consultan los catálogos manuales no existe evidencia en ninguna otra biblioteca de que ese libro hubiera circulado en ningún momento. Hay otra cosa, Celiano Monje escribía en el Diario El Comercio, del que como todos sabemos fue uno de los fundadores,  y allí publica parte del preludio en 1906 como si no se hubiera publicado todavía el libro, sin mencionar que el libro fue publicado en 1898. Rengo la sospecha de que la difusión de la primera edición no fue muy amplia, si es que existió difusión.

Diego Falconí y Cristina Burneo, académicos. Foto de Miguel Molina para La República.
Diego Falconí y Cristina Burneo, académicos. Foto de Miguel Molina para La República.

– María Helena, ¿por qué se mató Dolores Veintimilla?

– En base a lo que se puede leer del proceso y en base a los testimonios y documentos que están allí, yo arriesgaría a decir que fue como Antonio Marchán y Juan León Mera también mencionan, pienso que la presión que se ejerció sobre su mente, en la situación en la que se encontraba, fue muy grave. Yo creo que ella estaba en una profunda depresión, no era simple para ella enfrentar la hostilidad que se había creado en la ciudad contra ella por la publicación de la «Necrología» sobre Tiburcio Lucero. También por la publicación de otros documentos. Ella se encontraba en una situación muy precaria anímicamente. Pienso, en base a los documentos que se han conservado, que ella no tuvo la intención, ella no preparó su suicidio, creo que la decisión fatal la tomó probablemente minutos antes de tomar ese veneno. Ella tal vez ni siquiera pensó ni anticipó qué era lo que iba a pasar inmediatamente después de eso. Cuando se ve la nota de suicidio está muy claro que en comparación con otros documentos suyos la mano que la escribe le pertenece a una persona que está en una situación anímica muy grave, cuando ella escribe lo hace de una manera que no es la misma que cuando está trabajando en un poema y puliéndolo, o en la manera en la que está escribiendo su diario. Considero que fue una decisión repentina y que probablemente fue por la presión bajo la que se hallaba.

– ¿Por qué Dolores estaba sola con su hijo? ¿Dónde estaba su esposo Galindo?

– Esa es otra interrogante que muchas personas se han formulado. Hay mucha gente que ha escrito sobre Dolores Veintimilla y ha utilizado la nota de suicidio para decir que seguramente hubo algún problema con su esposo, porque ella escribe “dele un adiós al desgraciado Galindo”. Ese es el problema muy grave que yo pienso que sería muy importante decirlo. Las palabras se deben leer de acuerdo al tiempo en que fueron utilizadas, en el tiempo en que la palabra desgraciado fue usada no tenía la connotación que tiene ahora en el Ecuador y en otras partes de América Latina, era simplemente la mención a un hombre que va a padecer un golpe inmenso con la noticia de un suicidio, no tiene que leerse como que le tenía mala voluntad a Galindo. Hay otros detalles que permiten ver que ella se hallaba en contacto, por correspondencia, con Galindo de forma permanente. Hay detalles dentro de uno de sus manuscritos en las que se percibe que había una gran comprensión con su esposo. Galindo como muchos hombres de ese tiempo, viajó al extranjero por intentar mejorar la situación económica del hogar y su situación profesional. Galindo va a El Salvador. La que sí es una pregunta grande es, ¿por qué la dejó en Cuenca en vez de llevarla a Quito, donde estaba su madre, o a Guayaquil, donde tenía parientes? Eso no sabemos. Pero yo creo que en virtud de las falacias de Crespo Toral y de Blest Gana se ha sospechado que tenían problemas maritales. No hay evidencia de ello. Incluso los textos en prosa de Dolores no pueden leerse como un testimonio autobiográfico: no sabemos cómo fueron escritos, cuál fue su intención.

– ¿Hay indicios de qué pensaba Galindo de la polémica de su esposa con el clero?

-No sabemos si es que Galindo recibió todos los detalles de la polémica. Sucede que la correspondencia tenía un tiempo de espera muy amplio en esos días. No sabemos su opinión. Lo que sí sabemos es que él intentó difundir el trabajo de su esposa y lucho en el proceso canónico para que ella sea sepultada en un cementerio cristiano. Cuando él regresa y presenta por intermedio de Arízaga su petición para que el cuerpo de Dolores sea transferido al cementerio católico de Cuenca, en los escritos está muy claro que él tenía toda la intención de reivindicar la memoria de Dolores Veintimilla y una parte importante de esa reivindicación pasa por el hecho de que específicamente él menciona, por intermedio de su abogado, que había dejado a Dolores Veintimilla en la casa de una persona con la que firmó un contrato de arriendo para que allí viviera Dolores, su hijo y sus sirvientes. Josefa Ordoñez rompió el contrato y rompió la puerta a fin de sacar las cosas de Dolores. Hay muchos detalles como estos en los que se especifican que Galindo realmente está indignado por lo que pasó, no solamente con la falta de serenidad con el que todo el mundo trata a Dolores Veintimilla sino también sobre estos detalles muy importantes: él deja a su mujer en una casa, que él piensa es de confianza, con un contrato, y el rato menos pensado, cuando él está muy lejos y no puede ni siquiera volver de urgencia, le tiran la puerta y le sacan las cosas, rompiendo el contrato. Se nota la indignación de Galindo en los documentos.

– ¿Y su madre? ¿Crees que la madre llegó a tener una noción de la importancia que iba a tener la obra de Dolores?

– Pienso que tal vez sí. La madre de Dolores preservó lo que pudo quedar de los documentos. No creo que solamente la madre sino sus amigas, como Rita Lecumberri,  todas ellas estaban conscientes de que se hallaban ante una intelectual de peso, ante una poeta extraordinaria, e hicieron todo lo posible para preservarla. El problema es que se debe considerar qué tiempos se vivían en el Ecuador: personas como Dolores Sucre fueron perseguidas, se les insultó, se denunció el hecho de que una adolescente tuviera la audacia de publicar un poema. Lo de Dolores Sucre ocurrió dos años antes de que Veintimilla se suicide. Las mujeres no tenían la posibilidad, en eso están incluidas las parientes y la madre de Dolores Veintimilla, de intentar hacer una reivindicación, de modo propio, por ellas mismas. Era imposible. Teníamos gobiernos como el de García Moreno, gobiernos “progresistas” como el de Caamaño, gobiernos como el de Flores. Era imposible que ellas tuvieran posibilidad de publicar las poesías en forma de libro. Creo que intentaron servirse de sus amigos, de sus familiares pero no resultó. Y en cierto punto no sabemos qué pasó con los documentos que seguro quedaron en manos de la madre y de la familia de Dolores Veintimilla.

– Tú ofreces una teoría de cómo pudo haber llegado a ojos del Conde Lautréamont «La noche y mi dolor» de Dolores Veintimilla. ¿Qué es lo que impresionó a Ducasse en la poesía de la ecuatoriana?

– Yo pienso que Ducasse en ese tiempo estaba muy consciencte de las diferencias que él tenía con todo lo que era la poesía romántica de esas épocas, yo creo que él conoce sobre Dolores al leer el artículo de Ricardo Palma. La exégesis de Palma sobre Dolores la posesiona como una poeta de corte romántico, entones cuando Lautréamont lee este artículo él está intentando una revolución que va directamente contra todo lo que es romántico. La mención que él hace se debe leer en ese contexto, la presenta como uno de esos paradigmas de la lírica romántica, que realmente no compagina con lo que él considera debe ser la poesía del futuro, la poesía de la que él es un adalid. Pero más allá de ello, esa confluencia entre los destinos tan desiguales y a la vez tan consonantes de Lautréamont y de Dolores Veintimilla es muy interesante porque de ambos se conserva muy poco, de ambos se ha creado un inmenso número de teorías y mientras más se estudia más dudas quedan. Yo creo que esa es la idea de mi libro, poner frente a la mirada de las generaciones que están llegando a la madurez en el Ecuador y tal vez más adelante la idea de que todo lo que nos han dicho dentro de lo que es historia de la literatura ecuatoriana no puede ser tomado como si fuera una verdad revelada. Todos tenemos la posibilidad de investigar y de llegar a hacer descubrimientos que pueden ser muy interesantes, nada de lo que existe en las historias de la literatura debe ser tomado como escrito en piedra. Todo puede ser discutido, todo puede ser analizado y hay muchos descubrimientos todavía por hacer.

– ¿Qué pasó con el hijo de Dolores Veintimilla?

– El hijo fue enviado a Quito, donde la familia materna. Él llega a ser médico y existe descendencia directa de Dolores Veintimilla. Yo he estado en contacto con ciertas personas, especialmente hay un científico que trabaja en Suecia quién descendiente directamente de Dolores Veintimilla. La sangre y la tradición de Dolores Veintimilla no están extinguidas inclusive desde un punto de vista genético, lo que es algo muy hermoso y es una cosa muy buena.

– Por último, respecto de los diarios, ¿cuál fue tu impresión al leerlos y transcribirlos? 

– El tomar la decisión de publicarlos fue indispensable y yo creo que es así porque el legado de Dolores Veintimilla es tan limitado que el dejar a un lado inclusive una mínima parte de lo que Dolores Veintimilla escribió no es una cosa que pueda hacerse. Los diarios presentan el pensamiento de Dolores Veintimilla de una manera muy viva, sin censuras y sin aplicación del filtro que todos nosotros creamos al comunicarnos con otras personas. Esos diarios están escritos para ella misma desde su visión del mundo, no existe ninguna tachadura, ningún cambio, esos diarios están exactamente como fueron escritos. Yo creo que es fundamental también publicarlos porque necesitamos empezar a observar la imagen de Dolores desde un punto de vista humano y ese punto de vista pasa sin ninguna duda por tener el testimonio del sufrimiento y de las complicaciones y situaciones en las que ella se encontró. Es diferente leer la «Necrología» o alguno de sus poemas, que ir directamente a la fuente viva de lo que ella pensaba. Yo estoy segura que los diarios fueron tomados de algo mucho más amplio, no sabemos dónde está el resto de partes o si se han conservado. Fueron tomadas con la idea de que sirvieran de pruebas dentro del proceso canónico, pienso que seguramente por la cercanía a la situación que se encontraban se escogió tal vez solamente las partes que fueron más aptas a que fuesen leídas por el juez. No sabemos qué más existía allí, pero incluso esos diarios en el estado en que están, dan la medida de una mujer que tenía una capacidad de introspección muy profunda, que pensaba y que meditaba no como alguien que simplemente pudiera borronear alguna cosa sino como alguien que en verdad quería autoconocerse y quería expresarse de una manera mucho más compleja.

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