Un poeta iraní busca asilo en Israel

Payam Feili, poeta iraní. Foto de www.haaretz.com

Jerusalén, (EFE).- Payam Feili, poeta y escritor obligado a abandonar su Irán natal por el hostigamiento sufrido por ser gay y atreverse a manifestarlo en sus escritos, ha solicitado asilo en Israel, pese a que ambos países son tradicionalmente archienemigos.

Este joven autor nacido en Kermanshan, a 500 kilómetros de Teherán, parece susurrar en su lengua madre, el farsi, sus vicisitudes desde que hace dos años abandonara su país, quizá para nunca más volver, aunque sus escritos y su presencia física no dejan lugar a dudas de que detrás se esconde una personalidad arrolladora.

En una comparecencia hoy en Jerusalén y acompañado por una traductora, ha relatado cómo tuvo que escapar de su país para radicarse primero en Turquía, su primer destino en el que residió fuera de Irán en sus tres décadas de vida, y cómo aterrizó hace tres meses en Israel, donde confía en poder permanecer como exiliado.

Con una estrella de David tatuada en el cuello, que le «conecta con este país», uñas pintadas de azul y anillo turquesa, el escritor relata que tuvo que dejar Irán por el acoso y hostigamiento que sufrió especialmente tras la publicación de sus obras literarias.

La primera «Plataforma del Sol», que publicó con apenas 19 años, y sobre todo la segunda, «Creceré, daré frutos… higos», una historia de amor entre dos soldados iraníes durante la guerra de Irán-Irak, lo colocaron en el punto de mira de las autoridades de la República Islámica.

La novela comienza de forma lapidaria: «Tengo 21 años. Soy homosexual. Me gusta el sol de la tarde», toda una declaración de intenciones en un país donde ser homosexual está penado con la flagelación y la ejecución.

«Todo el mundo sabe que vivir en Irán no es fácil, especialmente para las minorías de género y los que pensamos diferente», sostiene el poeta antes de ahondar en la naturaleza de la intolerancia en su país, de la que exime en buena medida a la sociedad, «pues la culpa es del régimen que la adoctrina».

A raíz de la publicación en Berlín de su novela sobre la relación entre los dos soldados y a medida que su figura cobraba reconocimiento exterior, en Irán su situación personal se fue complicando, con el veto de toda publicación, su despido como editor de un medio, y la presión emocional y familiar se hizo insoportable.

Califica las últimas elecciones celebras en Irán, en las que se han impuesto los reformistas, de «teatro, cuyo resultado está predeterminado y dictado por el mismo régimen».

Y afirma que en Irán se sentía «vacío, aislado e incapaz de conectar con la gente» y que escapar «fue lo fácil, porque el régimen presionaba para que dejara el país».

En respuesta a ¿porqué Israel?, pregunta recurrente últimamente, asegura que mucho antes de dejar su país pensó en el Estado judío como destino, tal vez como una ensoñación que imaginó una y mil veces en sus historias.

«Cuando era joven comencé a conocer acerca del país a través de cómo el cine (internacional) retrataba el Holocausto, y luego leí la Torá y me atrajo desde el punto de vista cultural y espiritual», sostiene, antes de matizar que no siente afección por ninguna religión en particular.

Tras su exilio en Turquía, fue invitado por las autoridades de EEUU e Israel y, pese al rechazo inicial de su familia, se decantó por este país tras una invitación personal de Idó Magán, un periodista que le propuso viajar a Tel Aviv para la presentación en un teatro israelí de la adaptación al hebreo de una de sus piezas.

Éste consiguió lo imposible, la expedición de un visado a un nacional iraní no judío tras la intervención de la Ministra de Cultura, Miri Reguev; del anterior titular del Interior, Silván Shalom, y las gestiones del colectivo de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales de Israel.

Aunque aún el proceso de solicitud de asilo no está completado y cuenta con un visado especial que expira en octubre, Feili trabaja con el escenario de que se quedará.

Consciente de que otros solicitantes no tienen nada fácil el obtener la ansiada permanencia en Israel, defiende que las suyas son «unas circunstancias particulares», que le «diferencian de otras».

Actualmente vive en la cosmopolita Tel Aviv, donde dice que los amigos que ha hecho y la escritura sobre todo, le animan a seguir adelante, una experiencia que considera «mucho mejor de lo que esperaba»

«Siento como si hubiera vuelto con mi familia en Irán», dice.

Está al tanto de que el año pasado un ultraortodoxo judío apuñaló a varias personas matando a una adolescente en la marcha del orgullo gay de Jerusalén.

«Sé que la religión aquí es una cuestión de calibre, pero no es el único país donde hay extremistas», concluye. EFE

(I)

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