Sofía Imber es homenajeada en Miami con la memoria viva y sin falsa modestia

Sofía Imber es homenajeada en Miami con la memoria viva y sin falsa modestia.

Miami (EE.UU.), (EFE).- A sus casi 92 años Sofía Imber, directora durante casi tres décadas del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, no muestra ni una pizca de falsa modestia ni tampoco problemas de memoria: se merece el homenaje que le preparan en Miami y no olvida la «injusticia» que el chavismo cometió con ella.

Imber no odia a nadie, pero no olvida, dice en una entrevista con Efe en el Pérez Art Museum Miami (PAMM), donde el 20 de abril será homenajeada por su trayectoria y legado.

En 2001 el presidente venezolano, Hugo Chávez, durante una de sus alocuciones televisadas, informó de la destitución de Imber como directora del museo que ella misma fundó y que bajo su conducción se convirtió en el mejor de América Latina con una importante colección de 4.000 piezas, firmadas entre otros por Picasso, Miró, Kandinsky, Bacon, Léger, Rauschenberg, Calder, Dubuffet y Matisse.

«Yo venía pensando que en marzo de ese año iba a renunciar, me sentía incapaz de colaborar con el Gobierno del señor Chávez», rememora Imber con los ojos chispeantes.

Además del cese de su fundadora y directora al museo se le quitó el nombre de Sofía Imber, que llevaba desde 1990.

«Está limpio. Está vacío», dice hoy con visible pena cuando se le pregunta por una institución que ella quiere como a un hijo.

Imber señala que solo una vez ha vuelto al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas desde que dejó el puesto y lo hizo de «incógnito». «Es un museo sin alma», «está muerto porque no cumple su principal función, que es comunicar», sentencia.

Lo único que parece devolverle la alegría es que, según dice, no son ciertos los rumores de que han desaparecido varias obras. «No han robado», señala esta lúcida mujer de 91 años que mantiene la vivacidad y también la coquetería.

En la rueda de prensa con la que se despidió del cargo en 2001 afirmó: «No tuve otro norte ni otra preocupación en mi vida que el museo. No me separaré de él nunca».

El 8 de mayo, «si no hay inconveniente», Sofía Imber cumplirá 92 años. Antes recibirá como regalo de cumpleaños el homenaje en el PAMM, en el marco de la inauguración de una exposición de la reputada artista colombiana Doris Salcedo.

«Estoy realmente muy contenta con este homenaje, me dicen que hay mucha gente implicada y el hecho de que sean muchos me agrada porque indica que el homenaje va a ser buenísimo. Me estoy preparando para oír cosas interesantes», señala con entusiasmo.

A la pregunta de si se merece este tributo, dice sin dudar que sí, que hay que «hablar con sinceridad» y que en su caso sería una falsedad decir que es el primer homenaje que ha recibido en su vida.

Las biografías que aparecen en Google al buscar «Sofía Imber» le dedican al menos dos párrafos a los premios y condecoraciones.

Otro importante espacio de estas reseñas está dedicado a la labor de Imber como comunicadora. Todavía se recuerda sus programas televisivos «Buenos días» y «Sólo con Sofía», así como el programa radial «La Venezuela Posible» y los artículos publicados en El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y Diario 2001.

Según dice hoy, nunca piensa en la edad. Cada día amanece con una idea en la cabeza pensando en hacer algo.

Sus recetas antiedad son «estar muy activa y comunicada con la gente, y estar al día con las noticias, con la actualidad».

«Mientras te interesan las cosas, uno está vivo, sino es estar muerto en vida», señala esta mujer que dice no conocer el odio ni la decepción, pero no gusta de los que creen que «todo lo saben y todo lo han hecho».

Ella está contenta consigo misma porque sabe que ha hecho muchas cosas y ha tratado siempre de hacerlas bien.

Al hablar del museo se le iluminan los ojos: «cuando fue fundado tenía 600 metros, yo lo dejé en 22.000».

Fue ella quien propuso crearlo a las autoridades de turno, porque en un complejo residencial creado para la clase media, la Torre de Bolívar, había panadería, librería y otras muchas cosas, pero no había espacio para el arte.

Al principio pensó en una galería, pero acabó en museo. Se acuerda del primer cuadro que compró, de la escultora venezolana Marisol Escobar, pero no cuánto pagó.

«Regateo siempre las obras de arte, dicen que parezco una turca».

La realidad es que es «rusa», pues nació en Soroca (Moldavia) el 8 de mayo de 1924, pero se siente «venezolana» y «apasionada». EFE (I)

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