«El reloj de Velasco Ibarra», o una reflexión sobre la marginalidad y el poder

Paúl Narváez, director del documental "El reloj de Velasco Ibarra". Foto de Miguel Molina para La República.

Quito.- Paúl Narváez hizo un documental sobre su bisabuelo, un mítico atracador del Centro de Quito que en los años cincuenta habría robado el reloj del cinco veces presidente de la República, el Dr. José María Velasco Ibarra. 

El documental fue presentado en el Festival «Encuentros de Otro Cine» (EDOC) y reflexiona sobre los mundos paralelos de la marginalidad y los círculos del poder.

El bisabuelo de Narváez también habría robado al expresamente Camilo Ponce Enríquez, fundador del Partido Social Cristiano. Además de carterista, fue carpintero y albañil.

– ¿Tu bisabuelo era una mente brillante que, quizá por la necesidad económica, se dedicó a delinquir y llegó a robar el reloj de Velasco Ibarra?

– Yo estaba buscando hablar de mi familia, siempre me interesó el tema familiar pero explicado en relación con el Estado. Es decir, cómo el Estado influye directamente en las familias pequeñas, esas relaciones a través de la memoria. Yo hice una maestría en la Flacso sobre antropología visual. Yo tenía los temas de la familia, la memoria y el Estado, de eso quería hablar. Y quería hacer un documental. Entonces me encontré con esta historia, de todas las que habían venido pensando. Pensé que esta historia se justificaba perfectamente. ¿Cómo un ladrón pequeño, pobre, del centro del Quito de la década de los cincuenta, llega a robar -supuestamente- a Camilo Ponce y a José María Velasco Ibarra? Me pareció que era una gran historia y un pretexto para hablar del poder. De cómo el poder afecta a las pequeñas familias, a la gente pobre y cómo el Estado establece las familias decentes y las familias jodidas.

– ¿En realidad ocurrió el robo del reloj del ex presidente?

– No hay pruebas. Yo, en realidad, creo que es un mito. La que dice eso es mi abuela paterna, ella le tenía bronca a mi mamá porque su hijo se iba a casar con la nieta de un ladrón. Entonces había muchos mitos, porque él se dedicó toda su vida a robar. Nació en 1912 y se murió en 1979. Él no es el «Águila quiteña», que sí existió y fue un ladrón famosísimo, pero mi tío habla de mi bisabuelo como si él hubiera sido ese personaje. Así sale en el documental. Para mí era un trabajo de ficcionalizar la investigación. Porque al final había muchas cosas violentas, había muchas historias sobre mi bisabuelo que no tenían nada que ver con el héroe que pintan los que hablan de la leyenda. Pero a mí me interesaba construir el héroe. Ficcionalizar y mentir, construir lo que a uno le da la gana a través de la edición.

– ¿Cuál es el tema fundamental de tu documental? ¿El poder?

– Sí, a mí lo que me interesaba era hablar del poder. El documental se explica sólo. Me interesaba reflexionar sobre cómo Velasco Ibarra sigue vivo y cómo Camilo Ponce sigue vivo en la mente de los ecuatorianos y en la forma de hacer política. Correa es la presencia de Velasco Ibarra: populista, besa niños, pasea por el país. Tiene una política muy parecida porque Velasco era un curuchupa convencido y ademas medio socialista, entonces se abrazaba con la derecha, se abrazaba con la izquierda. Era honrado. Era como el despistado: era de esos manes que están en el poder y no se dan cuenta de lo que pasa alrededor. Por eso había es mito de que Velasco nunca había robado, pero ha dejado robar, eso sí. El mito del gran estadista, que en el fondo era un demagogo. En los cincuenta se dio el boom bananero, en gobiernos de Velasco Ibarra y también de Camilo Ponce, con el dinero del plátano se inventaron el capitalismo ecuatoriano. Ellos se inventaron el país en el que seguimos viviendo. La derecha es socialcristiana, el populismo sigue presente. A mí me parecía que la violencia estaba ahí. Esa forma en que el poder actúa.

– ¿Por eso escogiste ese título para el documental?

– Claro, esa fue mi tesis, de eso quería hablar. Es también una postura: el documental se cuenta por eso.

– ¿El documental pertenece a la ficción o a la realidad?

– La discusión fue a través de Jean Rouch, él decía que hacer cine implica entrar en el cine-trance, es decir, hacemos una nueva verdad inevitablemente. Cuando haces cine o antropología, creas una nueva verdad, desde tu punto de vista y de tu individualidad. Para mí, todo ya era una ficción. La edición es ficcionalizar. Cortar un poco de diálogo es ficcionalizar. Entonces, para mí la discusión ya no es tanto qué es ficción y qué es documental. Hay gente que dice que las películas de ficción son el documental de su realización, entonces ya todo se desvirtúa. La discusión sobre realidad y ficción es otra. Hay circuitos en los que podemos ver donde está la realidad y donde está la ficción. Circuitos como los de la clase media alta de corte intelectual, de la González Suárez y de la Floresta. Los festivales están hechos para ellos, para que la burguesía en general vea documentales y se acerque a estas problemáticas sociales.

– ¿Te interesa la ficción?

– Sí, yo quería hacer eso. En la escena donde hay esta mano en el bus, que supuestamente está robando, pues es de un amigo del colectivo del que soy parte. Entonces, eso está ficcionalizado. Lo del Águila quiteña está ficcionalizado. (I)

https://www.youtube.com/watch?v=XxJ-s50fjaQ

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