Feria del Libro de Quito rememora el idilio con un Borges vivo y alegre

La Feria Internacional del Libro y la Lectura de Quito (Fill 2018) rememoró hoy los 40 años de la visita que hiciera a Ecuador el escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), quien marcó entonces un idilio con las letras del país andino y que ahora fue recordado vivo y alegre.

«Un espejo en el tiempo» es el libro que presentó la Cancillería ecuatoriana en conmemoración a las cuatro décadas de la visita de Borges y también el título de una tertulia entre el ministro de Relaciones Exteriores, José Valencia, el escritor Leonardo Valencia y el director de la Fill 2018, Antonio Correa.

El gran maestro de las letras latinoamericanas, aunque polémico por sus posturas políticas de derechas y acomodadas a las dictaduras que imperaron en el cono sur, fue recordado hoy como un escritor irónico, prolijo, contundente, expresivo pero, sobre todo, exquisito.

Despojado del cargo y como un simple lector, el canciller ecuatoriano, al que se lo definió como borgiano, se atrevió a contar una vivencia en relación a la lectura del gran maestro argentino.

Contó que durante un vuelo, propio de su vida como diplomático, cayó en uno de los textos de Borges a unos 11.000 pies de altura: «Pierre Menard, autor del Quijote», un relato ameno sobre una versión de la obra maestra de Miguel de Cervantes.

Para José Valencia, esa obra le cautivó, como otras de Borges, pero remarcó que la diferencia radicó en la gracia de la escritura del argentino, del cual parafraseó varias citas que marcaron su cercanía a la obra del poeta.

Valencia dijo, por ejemplo: «La meta es el olvido y he llegado antes», y aseguró que Borges ha dejado para la posteridad la «sensación de que es posible mirar más allá de lo que vemos» para «evadirnos del mundo sin perder la cordura».

El escritor Leonardo Valencia, que también es editorialista de un importante periódico ecuatoriano, destacó por su parte el buen humor de Borges, que contrasta con la idea generalizada de que el poeta argentino es, más bien, solemne.

También destacó el homenaje al argentino como un acto de justicia, pues en la época en la que visitó Ecuador, las izquierdas lo señalaron por sus cercanías a las dictaduras.

Por suerte, dijo Leonardo Valencia, «la historia con la literatura genera justicias poéticas» y el homenaje póstumo supone un justo reconocimiento a uno de los mejores escritores latinoamericanos.

Su llegada a Quito abrió para las letras ecuatorianas una «gran libertad», fue una «apuesta por el arte» y un «hito importante» que aún da pábulo a la revolución literaria que se vive en el país desde hace algunos años.

Para Antonio Correa, quien fue uno de los promotores culturales que logró que Borges visitara Quito hace cuarenta años, el escritor argentino llegó a la capital ecuatoriana en una época especial.

Correa recordó que una editorial de origen alemán que se instaló en Quito le pidió que organizara un encuentro especial para promover el libro y la cultura.

Sin embargo, destacó la lucha de ideas de entonces y la reticencia de los grupos culturales de izquierdas por la presencia de Borges, que antes de visitar Quito se había reunido con el dictador chileno Augusto Pinochet.

La idea de traer a Borges a Ecuador le costó la salida de un grupo cultural socialista, aunque fueron los escritores nacionales los que le apoyaron y alentaron la presencia del gran maestro argentino.

La visita de él, sin duda, alentó el auge de las letras ecuatorianas, coincidieron los tres participantes del conversatorio que luego asistieron a la presentación del libro «Un espejo en el tiempo», ilustrado con fotografías del chileno Jorge Aravena Llanca, quien captó imágenes durante la visita de Borges a Quito y Guayaquil en noviembre de 1978.

A propósito, el embajador de Argentina en Ecuador, Rubén Darío Giustozzi, durante la ceremonia de presentación del libro, dijo que de Borges se dicen muchas cosas, aunque lo más justo es decir que ya no es sólo un escritor argentino, sino universal. EFE

Más relacionadas