Caicedo, un fusil de precisión

El delantero del Levante Felipe Caicedo (Guayaquil, Ecuador; 1988) tiene una lágrima tatuada debajo del ojo izquierdo. «Me ayuda a recordar mi pasado cuando me miro en el espejo», reconoce. Se acuerda entonces de su infancia en Guasmo, un barrio humilde y peligroso de su ciudad en el que se crió. Un día, cuando tenía nueve años, cogió un autobús y se fue a las instalaciones del Rocafuerte, un club ecuatoriano de fútbol fundado tres años antes por empresarios del cemento. Allí, realizó unas pruebas y le cogieron. El año pasado, cedido en el Levante por el Manchester City, marcó 13 tantos, lo que le convirtió en el máximo goleador del Levante en una temporada en Primera tras superar la marca de diez dianas que tenía Pepín desde 1964. Cifras suficientes para que el conjunto granota haya ejercido la opción de compra por un millón de euros que tenía sobre él.

«Estaba con unos amigos y decidimos ir al Rocafuerte a probar suerte. Tuvimos que coger tres autobuses para llegar y fueron unas pruebas durísimas. De los cinco que fuimos, solo me quedé yo», recuerda Caicedo en una conversación telefónica. De sus pasos en Rocafuerte guarda muy buenos recuerdos, pero pronto abandonó el club (a los 16 años), tentado por la idea de probar fortuna en Europa, en las filas del Basilea, suizo. Lo pasó mal. Echaba de menos a su gente y el clima, frío, le era extraño. Aún así, logró destacar y debutó con la selección ecuatoriana cuando apenas había cumplido los 18. «Felipe es un talento de los pocos que ha dado Ecuador. Debutó tan joven porque aprendió y maduró mucho en Suiza», explica Sixto Vizuete, técnico del equipo Sub 20 de Ecuador y exseleccionador absoluto de ese país, quien destaca del ariete «su excelente técnica, su potencia y su olfato goleador». Pese a su temprano debut, a Caicedo le ha costado hacerse un hueco en el once de su selección. Vizuete cree que aún tiene mucho que dar: «Debe aprovechar los momentos y consolidarse. Regresar con una actitud ganadora y entregarse por el país que le vio nacer».

Tras dos años en Suiza -que aprovechó para graduarse en informática-, el Manchester City se fijó en Caicedo y en 2008 pagó siete millones de euros por él, el traspaso más caro de la historia de un futbolista ecuatoriano. En Inglaterra, jugó 33 partidos y marcó ocho goles para, a la temporada siguiente, marcharse cedido al Sporting de Lisboa. Allí no gozó de muchas oportunidades y en enero de 2010 se fue al Málaga, donde consiguió cuatro dianas en 18 partidos. «Era nuestra referencia. Aportó mucho en una situación muy difícil», afirma Welington, jugador del Málaga y compañero de Caicedo la pasada campaña. «Acerté al irme de Portugal, donde no tuve suerte, porque ayudé al Málaga a salvar la categoría», asegura Caicedo. Y de ahí al Levante, donde ha demostrando su mejor versión. Estanis Asensi, preparador físico del Levante, lo tiene claro: «De la nada saca un gol».

A Caicedo no solo le precede la fama de goleador, sino también la de despistado. Algunas anécdotas desde que llegó a Valencia lo confirman. En noviembre, se quedó tirado después de un entrenamiento porque se le olvidó echar gasolina al coche. Otro día, se pasó de largo la Ciudad Deportiva del Levante y tardó un buen rato hasta caer en la cuenta y dar media vuelta. «Le encantaba vestir con los pantalones muy caídos. Un día salió con unos con los que se le veía todo el culo», recuerda Welington entre risas. «Soy muy tranquilo y a veces me suceden esas cosas», se justifica él, sabedor de que no entiende de despistes cuando se trata del gol.

Fuente: Diario El País

Más relacionadas