Góngora y Ecuador se despiden en silencio de Londres

LONDRES (AP) — A Carlos Góngora un día alguien le dijo que no servía para el boxeo, pero el ecuatoriano asegura no ser persona rencorosa y no quiso acordarse de sus detractores, ni al levantar las manos sobre la lona azul del Excel Arena de Londres el pasado lunes, ni este sábado, cuando le tocó el tinglado cabizbajo, parapetado en su toalla.

Góngora tuvo el debut esperado en los Juegos Olímpicos al ganar al azerí Vatan Huseynli, pero su derrota en segunda ronda solo cinco días después le dejó un mal sabor de boca, y se despidió en silencio, sin hacer declaraciones.

Su enfado era entendible: era el último púgil ecuatoriano en liza de los siete que llegaron a la capital británica y, con su revés por 13-5 ante el kazajo Adilbek Niyazymbetov, se desvanecía también su sueño de convertirse en el segundo atleta de su país en subir a un podio olímpico, siguiéndole los pasos al marchista el marchista Jefferson Pérez.

Góngora descuidó su defensa en el primer asalto, que cedió por 4-1, y se le empinó demasiado el combate. Tarjetas en contra de 4-2 y 5-2 en los dos rounds siguientes no hicieron más que añadir pimienta a una herida que deberá cicatrizar.

Quizás el púgil echó en falta la dirección de su preparador habitual, el cubano Cirilo López, quien le entrena en Ecuador pero no estuvo en la esquina olímpica. Quizás la puntuación negativa de los jueces fue excesiva. Imposible interpretar el silencio del boxeador, acostumbrado a presentar sus mejores argumentos sobre la tarima.

«No soy una persona agresiva, solo en el ring, donde me transformo», explicó al arranque de los Juegos. «Un entrenador me dijo una vez que yo no valía para este deporte y, entonces me tiré a demostrarle que sí valía para boxear. Allí comenzó mi trayectoria con el entrenador López, quien me preparó a conciencia».

El cubano ejerció de influencia sosegadora para Góngora tanto dentro como fuera del cuadrilátero. «Nunca me he peleado en la calle, ni de pequeño ni de grande. Se puede decir que mi entrenador es como un padre para mí, porque él fue quien me enseñó a evitar los problemas, mantenerme alejado, evitar roces. Gracias a él pude llegar acá».

Su estilo en el ring no es precisamente defensivo, pues Góngora derrocha la fuerza propia de sus 80 kilos de peso en cada demoledor puñetazo. Características que le convierten en objetivo de los promotores para convencerle a dar el paso al boxeo profesional, aunque muy a su pesar.

«Estoy dedicado a esto y mi provincia y el ministerio del Deporte me ayudan económicamente. Espero que me sigan apoyando después de los Juegos, porque casi no me alcanza. No me gusta el profesionalismo, pero como en el deporte hay poco apoyo económico, parece que me va tocar debutar pronto», comentó Góngora, quien hace cuatro años en Beijing cayó los cuartos de final.

Tampoco ve con buenos ojos un posible ingreso de boxeadores profesionales en los próximo Juegos, como se rumorea es la intención de la Asociación Internacional de Boxeo. «Eso está mal, porque se va a acabar el boxeo amateur y no habrá la protección necesaria para el deportista. Esto va de mal en peor, porque a los que les gusta de verdad el boxeo amateur, nos van a retirar», lamentó.

Amante de la salsa, el merengue y el reaggeton y nativo de la ciudad costeña de Esmeralda pero radicado desde los 12 años en la provincia oriental de Napo, Góngora practicó el básquetbol y el atletismo en su juventud, siendo varias veces campeón nacional en lanzamiento de bala, martillo y disco. «Estaba en ascenso, pero preferí el boxeo. La mafia en otros deportes también se ve: tienen a sus favoritos y los ayudan».

Góngora insiste en que puede ser amigo de sus rivales «siempre fuera del ring. Dentro no los conozco».

Aunque la noche del sábado en Londres, no hubiera amigo capaz de consolarle en el pabellón londinense.

 

 

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