La «Masía ecuatoriana» salta a por la Sudamericana

Independiente Del Valle recibe a Aucas en un partido de la "LigraPro Banco del Pichincha" que se juega en el estadio Rumiñahui en la ciudad de Sangolquí, este 19 de Octubre de 2019. Foto API / Daniel Molineros / EP

Quito, 5 nov (EFE).- El Independiente del Valle (IDV) llega a la final de la Copa Sudamericana tras una trayectoria en la que ha saltado, en sólo una década, desde la segunda división a lo más alto del fútbol continental, y lo ha hecho gracias a una portentosa cantera inspirada en la Masía del FC Barcelona.

La «Masía ecuatoriana» saltará el sábado al terreno de juego del estadio General Pablo Rojas, en Asunción, con una única intención: traerse el trofeo a la pequeña ciudad de Sangolquí, unos 30 kilómetros al sureste de Quito.

«¡Apuesto a quedarme con la Copa! sea el resultado que sea. Me conformo así sea ganando 1-0. ¡Quiero traerme la copa porque es el sueño de todos nosotros!«, dice a Efe su defensa central Luis León, quien a los 26 años es quizás el reflejo más fiel del ADN del club.

León es capitán de un equipo que existe desde 1958, pero que sólo en los últimos diez años ha empezado a brillar gracias a una nueva cultura, casi sin parangón en Ecuador, de formación deportiva y valores, y que se inspira en la del FC Barcelona, en la que el IDV ve su ejemplo a seguir.

«Este equipo se caracteriza por los jóvenes, por los jugadores que vienen de la cantera. ¡Imagínate llegar a una final (continental) con 24 o 25 años!», resalta quien entró a los 15 en un entonces desconocido equipo llamado «Independiente José Terán».

Su carrera profesional es paralela a la de un club renacido en 2009, que enarbola el eslogan «¡Nunca dejes de soñar!», grabado en las paredes de su Centro de Alto Rendimiento en Sangolquí.

Allí, entre sus numerosas canchas de entrenamiento, se gesta el alma y espíritu de una apuesta que su entonces nuevo equipo directivo, encabezado por el empresario Michel Deller, lanzó hace diez años.

El club, que hasta ese entonces sólo había jugado a nivel local y provincial, disputó su primera Serie A en su país en 2010, tres años después fue subcampeón, y en 2016 ya se había situado en la final de la Libertadores, que perdió ante el Atlético Nacional de Medellín.

Memoria viva del nuevo equipo, León recuerda con nostalgia aquella clasificación, y afirma que llegar ahora a la final de la Sudamericana «habla mucho del equipo, de la institución, de los jugadores», y de que «poco a poco, el equipo se ha ido consolidando bien como para ganar a rivales muy complicados».

«El secreto está en la confianza que tienen en nosotros los directivos», asegura al recordar las temporadas de 2010 y 2011, en las que el equipo se jugaba bajar de categoría y, aún así, la Directiva resolvió seguir dándole la oportunidad a los jóvenes.

Eventualmente se salvaron por los pelos, para al año siguiente quedar quintos y, en 2013 y 2014, subcampeones.

Desde entonces han disputado cinco Copas Libertadores y tres Sudamericanas, mientras que en el campeonato ecuatoriano -con la excepción de las dos primeras temporadas que quedó décimo de doce equipos- oscila entre el segundo y séptimo puesto.

Esta temporada ha entrado en la fase de playoffs desde la quinta posición.

Pero la apuesta por la cantera sigue tan vigente hoy como entonces, lo que es claramente apreciable en las canchas de un Centro donde lo social y lo deportivo se entrelazan para dar vida a un proyecto en el que participan alrededor de 120 jóvenes, muchos de ellos afrodescendientes de la provincia de Esmeraldas (noroeste).

Por sus callejones caminaban el sábado decenas de jugadores de las categorías formativas para sus compromisos de las ligas sub’16 y sub’18, bajo la atenta mirada de un Deller que conoce los nombres e historias personales de buena parte de ellos.

«Lo que a nosotros más nos importa es que los chicos vayan generando una conducta, una manera de ser que, evidentemente, tiene que ver con ser personas de bien. Nosotros siempre querremos ser campeones, pero no estamos dispuestos a sacrificar un proceso por un resultado. ¡Aquí se priorizan los procesos!», afirma a Efe este empresario.

El éxito del proyecto lo demuestra también el alto porcentaje de jugadores del IDV que llegan a las selecciones menores del país.

El proyecto canterano es sin duda la niña bonita de los emprendimientos de Deller, que no escatima esfuerzos para proveer la mejor formación: tanto deportiva como educativa.

«Las dos agarradas de la mano. Son muy exigentes con el colegio», informa a Efe Leonardo Realpe, también defensa central y quien a sus 18 años estará en la final de Asunción.

Natural de Quinindé (Esmeraldas) y que entró en el IDV en 2014, para él la oportunidad de jugar la final del próximo sábado es el sueño de toda una vida: «¡Lo que siempre he querido y muchas cosas más!».

Y mientras Realpe esperaba su turno para disputar su partido con el IDV Sub’18 frente a Universidad Católica, unos cien metros a sus espaldas, los jugadores de la absoluta se entrenaban para un encuentro que muchos esperan sea el colofón a una década de transformación.

Una década de transformación y de ese «sueño» por el que, como reivindica el eslogan del club, nunca hay que dejar de luchar. EFE (D)

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