Rusia paga por excesos de los Juegos de Invierno en Sochi

Yates anclados en un embarcadero de Sochi, Rusia, el 13 de enero del 2015. El magnate Oleg Deripaska invirtió 1.400 millones de dólares en el aeropuerto, el puerto y otras instalaciones de Sochi con miras a los Juegos Olímpicos de Invierno del 2014, pero el puerto recibió apenas el 20% del tráfico prometido por el gobierno. En numerosos frentes, los ingresos generados por obras relacionadas con la justa fueron inferiores a los anticipados. (AP Photo/Dmitry Lovetsky)

Sochi, Rusia (AP) — La pista de saltos con esquíes está cubierta de niebla, la nieve luce inmaculada, sin que nadie se deslice para tomar impulso y surcar los aires con un vuelo elegante.

Hace tan solo un año, había un gran ajetreo con motivo de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi. Pero la pista ha pasado a ser símbolo de todo lo que no funcionó en una justa en la que el gobierno de Vladimir Putin invirtió 51.000 millones de dólares.

Se habían presupuestado 40 millones para la pista, pero el costo final fue de 300 millones y el empresario que la construyó terminó huyendo del país en medio de una investigación de posible corrupción.

Rusia había dicho que los juegos olímpicos más caros de la historia serían costeados por inversionistas multimillonarios, no por el estado. Sin embargo, al cumplirse el primer aniversario de la justa, al menos dos de esos oligarcas se han desentendido de esos proyectos, obligando al estado a hacerse cargo de las instalaciones y de sus deudas.

Es una forma que tienen los oligarcas de recuperar miles de millones de dólares en momentos en que le economía se debilita por la caída de los precios del petróleo y por sanciones de Occidente. Para los detractores de Putin, todo esto es un reflejo de un manejo corrupto de la economía en el que se busca evitar que los grandes magnates sufran pérdidas.

Dos inversionistas importantes han abandonado instalaciones que costaron 3.000 millones de dólares en forma combinada, según confirmó a la Associated Press un vocero del viceprimer ministro. El tema es un dolor de cabeza mayúsculo para Putin, quien debe compensar a los oligarcas para mantenerlos contentos, evitando al mismo tiempo que esos arreglos generen malestar entre la población.

Para colmo de males, el país se encamina a una recesión y tiene por delante la organización de la Copa Mundial del 2018.

Otros oligarcas, por su parte, esperan el momento indicado para reclamar sus recompensas por participar en los proyectos de Sochi.

El Kremlin «no tiene buenas opciones», dijo Sam Greene, director del Instituto de Rusia del King’s College de Londres. «O genera las iras del público o se expone a alienar a los oligarcas».

Greene cree que en estos momentos hay un acuerdo tácito entre Putin y los oligarcas.

«El gobierno ayudará a los titanes de la economía y a cambio de ello, ellos se mantendrán fieles y no abrirán la boca», sostuvo.

La pisa de saltos es un buen ejemplo de los excesos cometidos en los juegos de Sochi. Putin visitó las obras e increpó duramente a sus responsables por permitir que el magnate Akhmed Bilalov se excediese tanto en los costos. «¡Bien hecho!», les dijo sarcásticamente. «Están haciendo un buen trabajo».

Pocos días después Bilalov se fue de Rusia, tras enterarse de que se estaba llevando a cabo una investigación de posibles actos de corrupción en el proyecto. Su caso todavía no llegó a los tribunales y se desconoce su paradero, aunque se cree que está en el exterior.

Sberbank, el banco más grande de Rusia, dirigido por un estrecho aliado de Putin, German Gref, intervino y adquirió la pista y el hotel del lugar a pedido del gobierno. Sacó un préstamo de 1.700 millones de dólares para costear más del 70% del proyecto. Hoy la inversión da pérdidas y el banco tiene que hacer frente a una gran deuda.

Para Sberbank, la solución fue conseguir la autorización del Kremlin para cambiar su instalación olímpica, que costó cerca de 2.700 millones de dólares, por el centro de prensa de los Juegos de Sochi, propiedad del gobierno regional. Ilya Dzhus, portavoz del viceprimer ministro Dmitry Kozak, confirmó al arreglo a la AP.

No está claro cuánto dinero generaría el centro de prensa si fuese vendido. Pero lo concreto es que al dejar la pista y el hotel en manos del gobierno regional, Sberbank se lava las manos y transfiere la deuda. Sberbank, en el que el estado es el principal accionista, no respondió llamadas ni correos electrónicos pidiendo comentarios.

«Deshacerse de bienes… es una forma de reducir costos en una crisis», afirmó Mijaíl Kasyanov, primer ministro ruso del 2000 al 2004, durante una entrevista. «Prefiero perder lo que invertí, del 15% al 30% que puse, a tener que saldar la deuda del préstamo».

En otro proyecto de Sochi, Viktor Vekselberg invirtió 500 millones de dólares en la construcción de dos hoteles frente al Parque Olímpico.

Dado que el mercado hotelero de Sochi estaba saturado, Vekselberg decidió entregar las propiedades al estado. Y deshacerse de paso de una deuda de 450 millones de dólares con el banco VEB, transfiriéndosela al estado. Vekselberg no confirmó la venta, pero Dzhus, el portavoz del gobierno, sí lo hizo.

Los residentes de Sochi, en tanto, se beneficiaron muy poco de haber sido sede olímpica. Las promesas de que los juegos resolverían problemas con el transporte y la red eléctrica no fueron cumplidas.

La publicitada construcción de un tren entre el Mar Negro y las montañas fue suspendida por una disputa en torno a quién se hará cargo del mantenimiento.

Los excesos cometidos en Sochi hacen que surjan interrogantes en torno a si Rusia está en condiciones de hacer una Copa Mundial de fútbol.

A diferencia de la justa olímpica, el Mundial será financiado directamente por el Kremlin, con la participación de unos pocos oligarcas. La caída del rublo implica que los materiales costarán mucho más y que la competencia exigirá una inversión muy superior a la de 20.000 millones de dólares programados inicialmente.

Los estadios son apenas una parte de las obras requeridas para el Mundial. Hay que construir carreteras nuevas, hoteles, trenes y ampliar los aeropuertos en las once subsedes.

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