Tres mil obreros sin salario, primeras víctimas del escándalo Petrobras

Itaboraí (Brasil), 8 mar (EFE).- Unos tres mil obreros que trabajaban para una empresa contratista de Petrobras y que están sin recibir salarios desde finales del año pasado alegan ser las primeras y más frágiles víctimas del gigantesco escándalo de corrupción que tiene a la empresa estatal como protagonista.

Los portavoces de los obreros relataron a Efe que trabajaban para Alusa, una de las empresas contratadas por Petrobras para construir el Complejo Petroquímico de Río de Janeiro (Comperj) en Itaboraí, una ciudad a 50 kilómetros de Río de Janeiro, y que declaró la suspensión de pagos.

La contratista fue una de las empresas afectadas por la decisión de Petrobras de revisar sus inversiones y de posponer algunos proyectos, incluso el de la Comperj, para hacer frente a la crisis generada por el descubrimiento de millonarios desvíos en los contratos de la estatal, mayor empresa de Brasil.

La situación está devolviendo a miles de personas a situaciones de necesidad, e incluso marginalidad, que se creían superadas desde la época de la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, cuyos programas sociales permitieron que más millones de brasileños salieran de la pobreza.

El anuncio de la construcción de la Comperj en Itaboraí y de la bonanza prometida por los gigantescos yacimientos submarinos descubiertos por Petrobras atrajo a miles de trabajadores, absorbidos inicialmente por las contratistas de la estatal.

Con la paralización de las obras, miles de trabajadores dejaron de cobrar o fueron despedidos durante el último trimestre de 2014 sin indemnización alguna, y sin que se les devolvieran su identidad laboral, lo que les dificulta la búsqueda de un nuevo empleo.

La situación es más grave para los empleados de Alusa, que no reciben desde noviembre, ya que la empresa, ahora llamada Alumini, alega tener una millonaria deuda y ser incapaz de pagar sus obligaciones desde que Petrobras rescindió unilateralmente el contrato.

«Aunque no es posible predecir nada, porque ni Petrobras ni Alumini se han manifestado, el mayor culpable aquí es la presidenta Dilma Rousseff que tomó decisiones equivocadas y ahora son los trabajadores los que pagamos las cuentas de los ladrones de la Petrobras», dijo a Efe el líder sindical Elivaldo José dos Santos, dirigente del sindicato que representa a los afectados (Sintramon).

Al pequeño empresario Marcos Paulo Pires e Silva, sin embargo, sólo le queda la esperanza de superar la ruina tras invertir lo que tenía en abrir la Pousada do Trabalhador, donde se alojaban cientos de operarios de Alumini.

Hoy las habitaciones están prácticamente vacías y para poder pagar a sus empleados, la luz y el alquiler, Pires e Silva ha tenido que poner a la venta el mobiliario de la posada. «En este momento no tenemos ni un 3 % de ocupación y algunos ni siquiera pagan, por lo que no puedo hacer frente al alquiler del local, ni a los sueldos de mis empleados, aunque tengo esperanza de que la justicia solucione pronto el problema», comenta.

El empresario ha optado por la solidaridad hasta donde llegue. «Tengo alojados 20 trabajadores que no pueden pagar nada, pero soy incapaz de echarlos a la calle porque sé que no tienen dinero para regresar a sus casas y terminarían como mendigos por las calles: trabajadores cualificados mendigando».

Pero no sabe cuánto más podrá seguir así. «Voy a ayudarlos mientras pueda, y cuando ya no pueda cada uno tendrá que remar su propio barquito», dijo a Efe con tristeza.

Uno de ellos es Gessé Dias Lopes, de 62 años, que pretendía completar años para jubilarse cuando Alumini lo echó. Ahora «me busco trabajillos aquí en Itaboraí, uno o dos a la semana, donde me dan de comer, y por la noche en la pensión y me pago la cena», dijo. A veces, agregó, «si me sobran unos reales, los envío a la familia».

Cassia Gonçalves y su marido llegaron a Itaboraí para trabajar en las obras de la refinería desde el estado de Espíritu Santo. Ambos cuentan con muchos años de experiencia como soldadores. Ahora intentan ganarse la vida fabricando pastelillos caseros y vendiéndolos por las calles.

«Vendo pastelillos para poder pagar mis cuentas con honradez, lo que no están haciendo conmigo ni Petrobras ni Alumini», asegura Gonzalves, que se dice una de cientos de trabajadores presos en Itaboraí y sin condiciones de volver a su ciudad de origen.

«La recaudación en Itaboraí ha sufrido una caída considerable, mientras que la demanda social se ha incrementado tremendamente desde finales del año pasado», dijo a Efe el coordinador municipal de ayuda a los sin techo, Fábio Krespane.

El funcionario aseguró que muchos trabajadores vagan por las calles de Itaboraí o de otras localidades vecinas pidiendo limosna o tratando de vender cualquier cosa en los semáforos, y que el mayor problema es que aún siguen llegando personas que consideran la ciudad como un El dorado del petróleo. EFE

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