El nuevo capítulo de la guerra por el control del petróleo en Libia

El llamado gobierno de unidad nacional libio, al que apoya la ONU en Trípoli, y el Parlamento de Tobruk (este), el único que aún ostenta legitimidad popular, han ampliado en el sector petrolero la guerra que desde hace un mes mantienen por el control político y económico del país.

El nuevo episodio de este viejo y crónico conflicto se escenificó anoche, después de que Malta atendiera las demandas de Naciones Unidas y de la nueva autoridad en Trípoli (oeste) e impidiera la entrada en sus aguas territoriales de un petrolero con 650.000 barriles de crudo cargados en el este del país.

Responsables de la Compañía Nacional del Petróleo (CNP) en la zona oeste argumentaron hoy a Efe que el buque -de bandera india pero gestionado por una empresa de Emiratos Árabes Unidos- cargó el crudo «de manera ilegal» en el puerto libio oriental de Al Abraq, sin autorización de Trípoli.

«La CNP denuncia estas prácticas ilegales llevadas a cabo por el barco Distya Ameya y de su capitán. Es una explotación y un intento de saquear la riqueza del pueblo libio. Adoptaremos una posición firme contra cualquier práctica fuera de la ley», subrayó.

Una tesis que refuta la dirección de la CNP en el este del país, que se considera aún bajo la autoridad del Parlamento en Tobruk, el único hasta la fecha reconocido por la comunidad internacional y que aún no ha legitimado el gobierno de unidad nombrado en Trípoli por el Consejo Presidencial designado por la ONU.

Responsables de la CNP en la parte oriental del país insisten en que están dispuestos a cumplir con los acuerdos ya firmados, como el que le vinculaba con la sociedad emiratí DSA Consultancy FZC, propietaria de la polémica carga.

En un comunicado difundido en su página web, la CNP en el este del país recordó que es una empresa que «opera bajo la legitimidad del parlamento de Tobruk y el gobierno provisional con el fin de mantener la riqueza petrolera del país».

Fuentes cercanas al gobierno de unidad explicaron a Efe que se teme que ese petróleo sirva para financiar las actividades bélicas del controvertido general Jalifa Hafter, jefe de Ejercito regular afín al gobierno de Tobruk, al que apoyan Egipto, Arabia Saudí y otras autocracias del Pérsico.

Miembro de la junta golpista que en 1969 elevó al poder a Muamar el Gadafi devenido años después en su principal opositor en el exilio, desde su regreso al país en 2011 procedente de EEUU es el principal escollo para la paz.

El pasado 18 de abril, sus partidarios volvieron a impedir que se celebrara la votación de confianza en el Parlamento de Tobruk que debe legitimar al gobierno de unidad nombrado por el Consejo designado por la ONU.

Ante las protestas de estos últimos y de la propia ONU, que presiona para que todo el poder pase a la nueva autoridad en Trípoli, Malta denegó anoche la entrada en su territorio marítimo del petrolero, ahora en aguas internacionales del Mediterráneo.

Las reclamación ha sido apoyada por Estados Unidos, quien anoche reiteró, a través del portavoz del departamento de Estado, John Kirby, que «todas las ventas de petróleo libio deben hacerse a través de la CNP con base en Trípoli para mantener la estabilidad y la credibilidad de Libia en los mercados internacionales»

En este sentido, fuentes diplomáticas tanto norteamericanas como europeas señalaron que mantendrán las recomendaciones de la ONU, que en 2014 autorizó el abordaje de los petroleros que salgan de puertos en zonas consideradas rebeldes del país norteafricano.

Libia es un Estado fallido, víctima de la guerra civil y el caos, desde que en 2011 la comunidad internacional apoyara militarmente el alzamiento rebelde contra la dictadura de Al Gadafi.

Desde hace un mes, tres grupos se disputan el poder político: un Parlamento reconocido internacionalmente con sede en Tobruk, un gobierno considerado rebelde en Trípoli, y un gabinete de unidad, nombrado por el Consejo Presidencial designado por la ONU, que carece de legitimidad popular y que ninguno de los otros dos reconoce.

A la vera de cada uno de ellos se sitúan distintos grupos islamistas, señores de la guerra, líderes tribales y contrabandistas de armas, petróleo, personas y drogas.

De esta división y enfrentamiento se aprovechan grupos yihadistas vinculados al EI y al AQMI, que han ganado terreno y extendido su influencia al resto del norte de África.

Miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los expertos creen que Libia posee una de las mayores reservas petroleras del continente africano, estimadas en 48 millones de barriles.

Su producción, sin embargo, ha descendido desde los 1,6 millones barriles diarios que gestionaba en 2011 a los cerca de 300.000 que produce en la actualidad. EFE (I)

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