La crisis política pone en duda agenda de reformas en Brasil

SAO PAULO (AP) — Trabajar más horas. Recibir menos beneficios. Jubilarse más grande. Esos son los ingredientes de una amarga medicina que les están pidiendo a los brasileños tomar para curar la sobreregulada economía del país.

Será difícil de convencer a los brasileños, sobre todo ahora que pocos confían en sus políticos. Además, el país enfrenta una ola de escándalos de corrupción que amenazan con derribar al presidente y que podría diluir, sino es que hundir, cualquier cura económica.

El presidente Michel Temer se encuentra frente a un dilema: necesita las reformas económicas para impulsar su credibilidad, y tal vez también para impedir que lo saquen del cargo en medio de los señalamientos de corrupción. Sin embargo, su credibilidad y la de sus aliados son tan bajas que pocos brasileños confían que podrán hacer lo necesario para expandir el mercado laboral.

El Congreso -y cualquier avance de las reformas- prácticamente se ha paralizado tras la aparición en las últimas semanas de una grabación en la cual Temer aparentemente respalda un soborno para silenciar al expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, actualmente preso y cumplimiento una pena por corrupción y lavado de dinero. El mismo mandatario brasileño ha sido acusado de aceptar sobornos, algo que él rechaza.

La clase política y económica del país ha visto un flujo constante de revelaciones sobre sobornos y casos de corrupción concentrados en la compañía nacional petrolera, Petrobras, lo cual ha llevado a la cárcel a docenas de miembros de la élite del país.

Los políticos también tienen frente a sí una fecha importante: las elecciones presidenciales de octubre del próximo año.

“Lo único que parece seguro es que la agenda de reformas está en riesgo”, dijo Silvio Campos Neto, un economista en Tendencias, una consultoría con sede en Sao Paulo. “La sobrevivencia de este gobierno es incierto y eso tiene un impacto negativo en la reanudación de las inversiones”.

Líderes empresariales y economistas argumentan que las reformas son necesarias para restablecer la confianza de los inversionistas que permitiría a la mayor economía de Latinoamérica a recuperar el crecimiento tras una profunda recesión.

Ellos han respaldado las propuestas de reformas de Temer que alargarían la jornada de trabajo, permitiría que los acuerdos negociados entre empleados y patrones se antepongan a ciertas leyes laborales y que las empresas subcontraten más y contraten a empleados temporales por más tiempo, potencialmente reduciendo el número de empleos formales con beneficios completos.

Temer también quiere que los trabajadores contribuyan más tiempo antes de recibir el beneficio de una pensión. Muchos empleados públicos en Brasil pueden retirarse ahora a los 54 años con casi la totalidad de beneficios. Las reformas establecerían una edad mínima de retiro por primera vez en el país sudamericano: 65 años para hombres y 62 para mujeres.

Las propuestas son una de las razones por las que la aprobación del presidente Temer está por debajo del 10% en muchas encuestas, con lo cual no tiene ningún impulso político más allá de las puertas del Congreso, donde sus aliados tienen la mayoría.

Los sindicatos escenificaron el 28 de abril una huelga general que paralizó buena parte del país y han advertido que harán más acciones.

Si Temer no escucha, “otra vez paralizaremos Brasil y entonces tal vez Brasilia oirá la voz del pueblo”, dijo Joao Cayres, director de la Central de Trabajadores, que representa a unas siete millones de personas.

Economistas argumentan que tal y como están ahora, las leyes laborales desalientan las contrataciones, y que los generosos beneficios para los jubilados se llevan una creciente parte del producto interno bruto.

“La economía no colapsará si el Congreso no aprueba las reformas, pero su recuperación será lenta y llena de incertidumbre”, dijo Ricardo Ribeiro, de la consultoría MCM de Sao Paulo.

Temer, quien ha rechazado cualquier irregularidad, considera que aún puede hacer que pasen las reformas.

En una reunión con líderes empresariales el 30 de mayo, el mandatario insistió que la economía estaba “en el camino correcto” y prometió dejar “la casa en orden” para el próximo presidente.

Dos días después, obtuvo una rara buena noticia: el PIB creció 1% en el primer trimestre del año respecto al último trimestre de 2016, en parte gracias a un incremento en las cosechas de soya y maíz.

Fue la primera vez que el PIB creció después de ocho trimestres consecutivos de contracción, con lo cual terminó la peor recesión de Brasil en décadas. La economía ha sido arrastrada en gran parte por un desplome de los precios de las materias primas.

Temer también se apuntó una victoria la semana pasada cuando el máximo tribunal electoral de Brasil rechazó los señalamientos de financiamiento ilegal durante la campaña presidencial de 2014. De haberse dado un fallo desfavorable, podría haber sido destituido.

La consultoría Eurasia señaló que los respiros de Temer no serán suficientes para llevar a cabo la reforma de pensiones. “Una versión reducida es posible, aunque aun así no es seguro”, escribió Cristopher Garman, jefe de análisis de Brasil para el grupo.

Unos 14 millones de brasileños están desempleados, lo cual representa el 13,7% de la fuerza laboral, un 10,9% más de desempleo respecto al año anterior.

A miles de empleados públicos no se les paga a tiempo, o simplemente no se les paga. Entre ellos se encuentran el coro, la orquesta y el ballet del teatro municipal de Río de Janeiro. Sus integrantes están planeando pedir a la gente que done latas de comida y productos del hogar cuando sea la temporada de apertura de “Carmina Burana”.

Renata Gouveia, una bailarina de ballet de 19 años de la compañía, pasa las noches haciendo trufas para vender y está diseñando y vendiendo su propia ropa de baile.

“De algo terrible estoy tratando de sacar algo positivo, haciendo cosas que nunca me vi hacer”, dijo.

Decir que la economía mejora es “una broma”, dijo José Augusto, un empleado de mantenimiento de 53 años que recientemente fue al Ministerio del Trabajo en Río de Janeiro a pedir empleo. “Para reiniciar el botón, Brasil necesita primero emplear a sus trabajadores. Somos millones”.

“Nuestros políticos son unos ladrones descarados”, añadió Augusto. “Todo está podrido, empezando por el presidente y todos los legisladores”.

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