Lollapalooza, el festival que se preocupa por el planeta

Santiago de Chile, 7 abr (EFE).- La III edición del festival Lollapalooza en Chile no es solamente grandes grupos como Pearl Jam o The Black Keys, sino que va mucho más allá de lo meramente musical con su preocupación por el respeto del planeta.

De la misma forma que en la versión original estadounidense, creada por Perry Farrell en 1991, el certamen chileno mantiene el espíritu sustentable de sus orígenes a través de las iniciativas «Rock & Recicle», «Carbono Neutral» y «Terrapalooza».

Por ejemplo, esta última es un espacio creado para promover actividades culturales y sociales en el que se puede firmar a favor del uso de envases retornables, aprender a ahorrar agua en la cisterna del baño o escuchar charlas acerca de los pueblos indígenas.

La inestimable labor de los jóvenes voluntarios se encuadra dentro de «Rock & Recicle». Su principal tarea es recoger la basura acumulada en las papeleras, lo que hace de la limpieza del Lollapalooza chileno un elemento a destacar a diferencia de lo que suele ocurrir en otros muchos festivales.

Los puntos verdes ubicados por todo el parque O’Higgins de Santiago permiten reciclar botellas, envases o basura en general; mientras que las bicicletas estáticas sirven para recargar los móviles, gracias al esfuerzo físico de los voluntarios.

El propósito de «Carbono Neutral» es neutralizar las emisiones de este gas a la atmósfera. El público contribuye especialmente a esta misión ya que, según la organización, más del setenta por ciento de los asistentes se acercan al recinto en bicicleta, transporte público o compartiendo coche.

Aquellos que estén comprometidos con el espíritu del Lollapalooza y lleguen en bicicleta pueden aparcarla en el interior del recinto en un pequeño aparcamiento, así como arreglarla en un taller de mecánica en el caso de eventuales averías.

Asimismo, es posible calcular la huella de carbono que cada uno deja en la atmósfera mediante una tabla en la que un voluntario explica la incidencia del uso del portátil, de planchar una camisa o de hacer una llamada con el teléfono móvil.

En medio del espíritu verde y de grandes canciones, las más de 140.000 personas que se espera que acudan al festival pueden además disfrutar del relax del Jardín del Tíbet o acercar a los más pequeños al Kidzapalooza.

En el jardín, la concurrencia se relaja en hamacas o en el césped con la música de instrumentos orientales. También los hay que prefieren un masaje o leer el periódico al lado de una pequeña laguna.

En contraposición, el Olimpialooza busca a los más atléticos, ya sea subidos en un toro mecánico con forma de guitarra o en la tirolina.

Como en las dos ediciones precedentes, en el Kidzapalooza los menores pueden participar en talleres, subirse a un monopatín, columpiarse o, simplemente, escuchar los sonidos en directo de diversas bandas desde los hombros de sus padres.

Por último, el Jamaica Rootz es un espacio habilitado especialmente para que los seguidores del reggae disfruten de este género musical y, al igual que ocurre en el resto del recinto, la música se vive en especial comunión y respeto por el planeta. EFE

bgs/cav/Sitio web imágenes: www.facebook.com/lollapaloozachile; latercera.com

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