Doblaje en películas: ¿nacionalismo o astucia política?

BUENOS AIRES (AP) — ¿Tú o vos? ¿Chaqueta o campera? ¿Metro o subte? ¿Pochoclo o palomita de maíz?

Los espectadores de Argentina podrían comenzar a escuchar modismos propios mucho más a menudo en sus programas y películas favoritas del extranjero que se emitan por televisión abierta tras la sorpresiva reglamentación de una Ley de Doblaje.

La presidente Cristina Fernández tomó desprevenida a la industria local del cine y la TV al firmar en julio pasado la entrada en vigor de esta ley, sancionada hace 25 años pero jamás reglamentada hasta ahora. El decreto presidencial, no obstante, abrió múltiples incógnitas acerca de la forma en que se aplicará la norma y generó suspicacias entre el público y los diferentes sectores involucrados con la difusión de contenidos.

Específicamente, la ley fija «porcentajes mínimos de doblaje que se deben realizar en el país, como medio razonable para la defensa de nuestra cultura e identidad nacional».

Sin embargo, mientras algunos entienden la iniciativa como una protección de la lengua autóctona ante los embates del español que se escucha a menudo en la programación doblada -muy diferente al que se habla en Argentina-, o como un esfuerzo por generar empleos, otros la consideran como una astucia política, de cara a las elecciones legislativas que tendrán lugar en Argentina en octubre, y defienden la libertad de elección del público ante los contenidos televisados.

«Esto se planteó dentro de una campaña electoral y se anunció como un logro del oficialismo que traerá ventajas para todos pero que no es así, porque ya generó muchas objeciones», declaró a la Associated Press el periodista Marcelo Stiletano, columnista de espectáculos del diario argentino La Nación y sólido conocedor de la industria local del cine y la TV.

En cambio, para Dany de Álzaga, director de la Escuela Argentina de Doblaje, la reglamentación es «una muy buena noticia para los actores, quienes tendremos más trabajo y podremos cobrar derechos de propiedad intelectual por cada película que hayamos realizado, sintiéndonos más protegidos en el marco legal».

De Álzaga, quien cuenta con más de dos décadas de experiencia en el área, remarca que la regulación acompaña una tendencia en alza de la industria vernácula de doblaje, «que cada vez convoca a más alumnos interesados en la especialización y que, si bien no tiene las dimensiones que posee en México, España o Italia, creció notablemente en los últimos años gracias a que muchas señales internacionales de TV por cable eligen Argentina para doblar sus series y programas, aunque el público no lo advierta», afirmó.

En consonancia, Carlos Mentasti, productor de filmes populares como «Un cuento chino» o «Miss Tacuarembó», defiende la participación de profesionales argentinos en los doblajes y, más aún, evalúa los rastros que décadas de contenidos doblados en un castellano supuestamente ‘neutro’ pero con evidentes giros extranjeros deja en los telespectadores, especialmente en la platea infantil. «Impregnados por la televisión y los videojuegos, los niños argentinos muchas veces usan, a temprana edad, palabras que no son propias de nuestra idiosincrasia», destacó.

«Por eso», dijo, «apoyar todo lo que sea nuestro en materia de cultura siempre es positivo».

«Es cierto que los argentinos nos sentimos muy distintos», acotó el filósofo y escritor Alejandro Rozitchner. «Es cierto también que ese tono neutro o latinoamericano que escuchamos en muchos programas no nos representa. Cuando los chicos hablan imitando las series que consumen parece que fueran de otro país».

«No sé si esta ley está bien o está mal; pero sí es verdad que años y años de escuchar programación doblada nos genera un sentimiento de algo ajeno: nosotros no hablamos así», insistió.

Semanas después del anuncio, dos de los organismos oficiales involucrados con la aplicación de esta ley –la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)–, siguen a la espera de ver cómo se implementará la normativa y, consultados por la AP, se abstuvieron de hacer comentarios.

Entre los detalles efectivos de la aplicación de la norma que quedan por conocerse, por ejemplo, aparece el interrogante de quién deberá afrontar los costos de los doblajes ‘hechos en casa’. Otro de los aspectos ambiguos es el tipo de español que se utilizará fehacientemente en ellos, ya que, según la ley, los doblajes deberán realizarse «en idioma castellano neutro, respetándose el uso corriente de dicho idioma en nuestro país, pero garantizando que el mismo resulte comprensible para todo el público de la América hispanohablante», algo que descartaría el uso muchos de los modismos propios del argentino.

La reglamentación, que afecta exclusivamente los contenidos hablados en lengua extranjera difundidos por TV, exime a la programación de las señales de alcance internacional que se reciban en territorio argentino; es decir, la mayor parte del universo de la TV por cable. Entre otras excepciones se incluyen, por ejemplo, los programas de enseñanza de idiomas, las letras de composiciones musicales o la programación especial difundida en otra lengua pero con traducción simultánea, como sería el caso de la entrega anual de los premios Oscar.

No obstante, voces de importancia del entretenimiento y los medios de comunicación dudan acerca de la eficacia de poner en vigor una ley creada hace un cuarto de siglo y defienden la emisión de contenidos en sus versiones originales, apoyándose en la inevitable pérdida de calidad que estos sufren al ser adaptados a otro idioma.

Así, el periodista Stiletano opina que ésta se trata de una iniciativa arcaica, puesto que el público actual ya no disfruta de los contenidos doblados. «La protección de la cultura es algo que todos compartimos desde lo filosófico», expuso. «Sin embargo, hay hábitos del televidente que se instalaron luego de 1988 (año de sanción de la Ley) y que hacen que esta norma hoy sea vieja. La TV es globalizada y vive una ‘edad de oro’ con sus grandes series y producciones, que el espectador valora en sus versiones originales subtituladas. Contra eso no se puede luchar».

Otro grupo que de inmediato expresó su malestar fue la Comunidad Sorda Argentina, que a través de la plataforma Change.org elevó una petición a las autoridades nacionales para no erradicar los subtítulos, disposición que segregaría a miles de televidentes con problemas de audición. Si bien en el país no existe un censo exacto, las asociaciones que trabajan en el tema estiman que en Argentina viven 70.000 sordos y más de 450.000 personas con alguna discapacidad auditiva.

La medida, en todo caso, captó rápidamente la atención de la gente y encendió la mecha del humor en las redes sociales: el mismo día del anuncio oficial surgió en Facebook la página «Doblajes argentinos», con hilarantes traducciones ficticias de escenas clásicas del cine adaptadas a expresiones bien locales, como «Tocate una que sepamos todos, Sam», en lugar del antológico «Tócala de nuevo, Sam», de «Casablanca»; «Mostrame la guita» en vez del célebre «Muéstrame el dinero», de «Jerry Maguire», y otras muchas ironías que revelan, más allá de su comicidad, que los amantes del séptimo arte y las series extranjeras difícilmente sintonicen, a futuro, una emisora que sólo les brinde programación doblada al castellano.

* Foto de Portada: Dany de Alzaga, actor y director de la Escuela Argentina de Doblaje, trabaja en el doblaje de una película coreana en un estudio de Buenos Aires el 23 de agosto del 2013. El gobierno reglamentó hace poco una ley de doblaje sancionada hace 25 años pero que no había entrado en vigor hasta ahora, que fija “porcentajes mínimos de doblaje que se deben realizar en el país» para «la defensa de la cultura e identidad nacional” de los argentinos. (AP Photo/Víctor R. Caivano)

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