El «Jazzfest» de Berlín recreó el swing y la improvisación de la Guerra Fría

El "Jazzfest" de Berlín recreó el swing y la improvisación de la Guerra Fría.

Berlín, (EFE).- El «Jazzfest» de Berlín, uno de los festivales más antiguos del mundo de este dominio musical, recorrió en la edición que hoy termina el swing y la improvisación en tiempos de la Guerra Fría, plasmado en música y también en lectura.

El libro «Die Stasi swingt nicht» -traducible por «La Stasi no entiende de swing»– y la presencia en el escenario de los veteranos Globe Unity Orchestra aportaron la componente histórica a un festival que, por lo demás, aplicó una «cuota femenina» oficiosa a su programa.

La «Globe», integrada por 18 músicos liderados por el pianista Alexander von Schlippenbach, celebraron con un vigoroso y aparentemente caótico concierto el cincuenta aniversario de su primera actuación en el festival berlinés, desde su condición de veteranísimos maestros de la improvisación.

Por su parte, el crítico musical Siegrid Schmidt-Joos presentó durante el festival, el mencionado libro, que reconstruye las dificultades para vivir el jazz el antiguo sector germano-oriental, en las décadas en que el muro partió la ciudad -de 1961 a 1989-.

De entrada, el jazz fue algo mal visto en la Alemania comunista, como lo era cualquier expresión musical procedente esencialmente del «enemigo», Estados Unidos, recordó el periodista.

Implacablemente se fue ganando su espacio y escaló posiciones en las listas de éxito un tal Louis Armstrong, al que el ciudadano del lado oriental escuchaba con pasión a través de las ondas de la radio de los aliados del sector oeste, RIAS.

La cultura oficial comunista y policía política, la Stasi, no lograron erradicar el jazz, pese a perseguirlo en todas sus formas, mientras desde el sector controlado por Estados Unidos se trataba de infiltrar a distancia la afición por esas «músicas y voces de América», apuntó Schmidt-Joos, por entonces al servicio de emisoras occidentales.

El periodista fue partícipe activo de esa «infiltración» enemiga del swing nacido en los años 20 en Estados Unidos.

En paralelo, también en esos años de traumática división, un joven von Schlippenbach, entonces con 28 años, logró estrenarse en la que fue la segunda edición del festival, fundado en 1964, al frente de su formación.

La legendaria «Globe» reapareció en el «Jazzfest» incorporando a sus filas a compañeros generacionales del pianista, como el trompeta Manfred Schoof y el saxo Gerd Dudek.

Su concierto -no apto para los gustos mayoritarios- siguió, el viernes, al de las figuras internacionales más celebradas del presente «Jazzfest», el pianista Brad Mehldau y el saxofonista Joshua Redman, un dúo con más de veinte años de recorrido.

Ya el sábado, el plato fuerte del programa lo brindó Jack DeJohnette, formando trío con Matthew Garrison y Ravi Coltrane, a los que el percusionista conoce desde que eran niños.

El «Jazzfest» incorporó este año una cuota femenina al programa, según destacaron en la inauguración el director del festival, Richard Williams, y la ministra de Cultura, Monika Grütters.

Hubo exponentes de liderazgo femenino al frente de sucesivas bandas, como la saxofonista noruega Mette Henriette y una esotérica versión del jazz actual escandinavo, o la pianista alemana Julia Hülsmann, compartiendo protagonismo con Anna-Lena Schnabel, al saxo.

Otra saxofonista, la estadounidense Matama Roberts, había abierto el festival con un homenaje a la coreógrafa Pina Bausch, a la que el museo Martin Gropius dedica este otoño una retrospectiva.

El concierto de cierre del festival correspondió a la White Desert Orchestra, liderado por la pianista francesa Eve Risser. EFE (I)

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