La diversidad sonora y la frágil industria musical conviven en Ecuador

Nicola Cruz en Guayaquil.

Cientos de valiosos músicos se enfrentan a una frágil industria musical en Ecuador, donde luchan, muchos artesanalmente, por expandir su arte internamente, aunque puertas afuera hay quienes son más reconocidos que en su propio terruño.

Así lo asegura Hernán Guerrero en su libro «Guerrero sonoro», el primero de una trilogía, que resume 25 años de música contemporánea en Ecuador y que se suma a otros de música tradicional y popular que circulan en la nación andina.

El volumen, que contempla años de investigación y análisis, aporta una reflexión sobre la música contemporánea desde los años 70 hasta la fecha y muestra el trabajo de músicos que, en muchos casos, han sido «irrespetados y que no han sido muy visibles», dice.

Melómano, gestor cultural e investigador musical, Guerrero se lamenta de que no se les haya dado «la importancia y el valor que se merecen», pues sostiene que «no ha existido una industria, una plataforma» en la que se puedan promocionar.

«Actualmente no tenemos un solo referente internacional como en otros países», comenta a Efe al recordar por ejemplo, que Colombia tiene a Shakira y Carlos Vives; México a Café Tacvba, y Argentina a Soda Stereo o Charly García, entre otros.

Julio Jaramillo, la voz más conocida de Ecuador a nivel internacional falleció hace más de cuarenta años, recuerda Guerrero al apuntar que la labor de algunos músicos contemporáneos no se conoce ni en Ecuador.

Y con él coincide el productor y compositor Ivis Flies, quien sostiene, no obstante, que hay artistas ecuatorianos contemporáneos como Nicola Cruz, Mateo Kingman o Mina, que han triunfado en Europa y Asia, pero son poco conocidos en Ecuador.

El autor muestra en el texto la cantidad de géneros que conforman el pentagrama nacional: jazz, blues, regea y rock, que se suman a los pilares de la música nacional como el pasillo, san juanito, albazos o la bomba.

En Ecuador en tiempos de globalización e intercambio cultural, hay grupos que abanderan la fusión y se han encargado de «refrescar» la música tradicional con géneros universales, indica al asegurar que su libro menciona unos 1.200 grupos y artistas, y entre 25 y 30 géneros.

Al texto que presentará mañana en la sede de la Alianza Francesa, en Quito, y que ha financiado con dinero propio, se sumarán luego otros dos con estudios como el mercado musical ecuatoriano, la burocracia en la cultura y la herencia musical, que verán la luz cuando la autogestión lo permita.

Guerrero critica la falta de apoyo y la poca relevancia que se otorga a la temática cultural en el país andino, donde hay una falta de leyes «que amparen» a los artistas e incide en que la mayoría de los artistas locales no están apadrinados por un sello discográfico.

«Todo artista es su propio sello discográfico. Cada artista hace su música, sus trabajos de una manera, hasta cierto punto, artesanal», lamenta y achaca también a la «piratería» la frágil situación de la industria local.

El productor Flies va más allá y dice a Efe que en Ecuador, en general, «no hay industria musical».

Con 25 años de carrera, reconoce que el país no ha dado artistas de tendencia mayoritaria («mainstream») a lo Shakira, pero defiende que hay ecuatorianos talentosos reconocidos fuera de sus fronteras.

«Cada proyecto es una empresa y tiene que ver dónde le funciona su negocio. Si vives en un país donde tienes restricciones a todo nivel, donde sabes que no puedes crecer para ningún lado, vas a vender tu producto en otros lugares», asegura.

Agrega que hay temas que se están dando a conocer en el exterior sin lograr cosechar éxitos en el país y Guerrero censura lo que considera la «comodidad» de cierta prensa al no profundizar en su conocimiento sobre los artistas.

Achaca el fenómeno a que los medios se limitan a desempolvar éxitos pasados para cumplir con la ley popularmente conocida como «uno por uno», que obliga a poner un tema local por cada extranjero que se transmite.

Guerrero y Flies coinciden en la importancia de la participación del Estado en la promoción cultural, como ha ocurrido en países como Colombia o Francia.

El autor de «Guerrero Sonoro» cree también necesaria una autocrítica entre los artistas a fin de lograr trabajos competitivos para convertirse en exponentes de renombre internacional.

Y con su libro pretende que el lector se deje llevar de la mano hacia un viaje por escenarios, sonidos y géneros al tiempo que conoce a los músicos de Ecuador, donde se han logrado muchas cosas, «pero todavía falta». EFE

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