Cayetana de Alba, la «duquesa pop»

MADRID, 20/11/2014. 13-6-2002.-Fotografía de archivo, tomada el 13/6/2002, de la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart tras recibir en Sevilla la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, que le impuso la ministra de Educación, Pilar del Castillo. En la imagen posa con sus hijos de izquierda a derecha, Alfonso, Fernando, Eugenia; la ministra de Cultura, Carlos, Genoveva Casanova y Cayetano. La duquesa de Alba ha fallecido hoy en su residencia, según ha confirmado el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido. EFE/Eduardo Abad

Madrid, 20 nov (EFE).- Cayetana de Alba, que de niña fue retratada por Ignacio Zuloaga y esculpida por Mariano Benlluire, alimentó la tradición artística de su familia y la amplió a lo más diverso de la cultura popular, desde los toros al flamenco pasando por el cine y los Beatles, hasta llegar a ser una «duquesa pop».

Madrileña de nacimiento y sevillana de adopción, Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, duquesa de Alba, consideró «el baile, el flamenco y Sevilla», como «la amalgama» de sus «auténticos espíritus interiores», como dejó dicho en la última entrega de sus memorias, publicadas en 2013 con el título de «Lo que la vida me ha enseñado» (España Hoy).

Fue continuadora de una tradición de mecenazgo artístico iniciado hace más de 700 años por la Casa de Alba, que ha fraguado en una de las colecciones de arte privadas más importantes del mundo, con obras de Zurbarán, Fray Angélico, Goya, Murillo, El Greco, Veronés, Van Dyck, Velázquez y Ribera.

«Desde siempre acompañé a mi padre en las muchas decisiones sobre la ampliación de las obras de arte del patrimonio de los Alba, una tradición impuesta en la Casa desde sus inicios», recordaba la duquesa en la última entrega de sus memorias.

La colección, iniciada por el Gran Duque de Alba, sufrió los avatares de la historia, como la guerra de la Independencia, que provocó importantes pérdidas para la casa, o la Guerra Civil española.

Entre las joyas de la colección están obras maestras de la pintura como «La duquesa de Alba de blanco», de Francisco de Goya; «Retrato del Gran Duque», de Tiziano; «La Crucifixión», de El Greco; «Paisaje con fortín», de José de Ribera; o «Le bouquet devant la fenêtre», de Chagall.

Todas ellas salieron de los palacios de Liria en Madrid, el de Las Dueñas en Sevilla (sur de España), y el de Monterrey en Salamanca (centro), las principales residencias de los Alba en España, para acercarse al gran público por primera vez a finales de 2012 con la exposición «El Legado de la Casa de Alba».

La propia duquesa se puso manos a la obra para organizar esta muestra que resumía la tradición familiar hacia el mecenazgo y el patrimonio, que siempre le parecieron una de las actividades «más hermosas» que pudo desarrollar, y a las que contribuyó con cuadros de artistas como Corot, Renoir, Sorolla, Chagall, Miró o Picasso.

La exposición se cerraba con el retrato de Cayetana de Alba de niña a caballo -la equitación fue otra de sus grandes pasiones- en un gran óleo realizado en 1930 por Ignacio Zuloaga, pintor que también retrató a su padres, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, y María del Rosario de Silva y Gurtubay.

Estaba muy orgullosa de haber comprado una obra de Picasso el día anterior al de la muerte del artista, fallecido el 8 de marzo de 1973, porque la pintura era un arte que llevaba «en la sangre», explicó, aunque confesaba que se quedó «en el cubismo» y más adelante, en el «realismo» de Antonio López.

«El arte abstracto nunca me ha tocado la fibra y no he intentado siquiera adquirirlo», explicó, y añadió que nunca se había arrepentido de negarse a posar desnuda para Picasso cuando el pintor se lo solicitó para retratarla como la Maja Desnuda, porque a su primer marido, Luis Martínez de Irujo, «no le gustó la idea».

La Fundación Casa de Alba, constituida en 1976, gestiona también el impresionante patrimonio histórico de la familia, en el que destaca la colección de cartas autógrafas de Cristóbal Colón, la más extensa que se conoce, el escudo de armas concedido a Francisco Pizarro, o una primera edición de El Quijote, entre otras piezas de incalculable valor.

Su primogénito, Carlos Fitz-James Stuart, aseguró que el papel de su madre, fue «fundamental» no solo en la reconstrucción del Palacio de Liria, destruido en la Guerra Civil, sino en la recuperación de importantes piezas y en la ampliación de la colección.

Pero para fortalecer sus «espíritus interiores» Cayetana contaba sobre todo con la música, en especial el flamenco, como explicó en sus últimas memorias: «El baile, el flamenco y Sevilla, que forman la amalgama de mis auténticos espíritus interiores…., los de alguien a quien el flamenco y el rasgueo de una guitarra le han salvado de la tristeza tantas veces en la vida».

Un arte que aprendió tomando clases de dos maestros excepcionales, Pastora Imperio y, sobre todo, Enrique el Cojo.

«La Duquesa oye una guitarra y se le van solas las manos, es una duquesa flamenca», dijo de ella la bailaora gaditana Cecilia Gómez, autora del espectáculo flamenco «Cayetana», inspirado en su vida.

Y del flamenco a los toros, una afición que centró en las figuras de Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez y Curro Romero, todo aderezado con un marco de mantillas y caballos.

El cine fue otra de sus grandes pasiones, de la que se imbuyó en Hollywood durante su primer viaje de novios, en el que conoció a estrellas como Bing Crosby, Claudette Colbert, James Stewart y, sobre todo, Charlie Chaplin, «un sueño» que pudo hacer realidad gracias a la invitación del productor Douglas Fairbanks.

En su constante interés por la cultura llegó a conocer a Andy Warhol, «un tipo muy agradable y algo extravagante», dijo de él en sus memorias, en las que se situaba «muy cerca de la cultura del pop» porque le encantaba este tipo de música, «sobre todo The Beatles«, como relató bajo el epígrafe titulado «Una duquesa pop».

En 2010 le fue concedida la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes por su apoyo al mundo artístico, «además de abrir los archivos de la Casa de Alba a los investigadores». EFE

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