Kurt Masur, el humanista que creía que con una orquesta podía sanar al mundo

Leipzig (Germany), 27/02/1997.- A picture dated 10 October 2010 shows Kurt Masur as the conductor of the London Philharmonic Orchestra at a concert in the Gewandhaus in Leipzig, Germany. According to media reports on 19 December 2015, German conductor Kurt Masur has died aged 88 in Greenwich, Connecticut, USA. (Londres, Alemania, Estados Unidos) EFE/EPA/WOLFGANG KLUGE

Nueva York, (EFE).- Kurt Masur, director musical emérito de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, creía que la música podía sanar al mundo y, por ello, trató de aliviar con su batuta el dolor de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la confusión y el caos que rodeó la caída del muro de Berlín en 1989.

Masur, alemán de nacimiento y neoyorquino de adopción, sufrió parkinson durante años y hoy murió a los 88 años en el estado de Connecticut (EE.UU.), dejando atrás una obra musical que ha ayudado al mundo a purgar algunas de las mayores tragedias de su historia, como los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York.

Entonces, solo días después de los ataques, Masur dirigió a la Filarmónica en «Un réquiem alemán», de Johannes Brahms, en una de las salas de concierto más famosas de Nueva York, a la que asistieron vestidos de negro los familiares de los bomberos y policías que habían fallecido en los ataques terroristas.

La actuación musical fue retransmita en directo por la televisión pública, sirvió para consolar a los estadounidenses cuando más lo necesitaban y puso sobre la mesa la creencia de Masur de que «la música puede hacer grandes declaraciones y curar heridas», según recogió entonces The New York Times.

Durante esos duros días de septiembre, los músicos de la Filarmónica de Nueva York ofrecieron conciertos de cámara gratuitos en los alrededores de la «zona cero».

La vida de Masur, director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York durante más de una década, de 1991 a 2002, corrió del lado de la Historia e intentó siempre que las más fuertes pasiones humanas, el dolor o los deseos de cambio encontraran en el arte un lugar de reposo y reflexión.

Nacido en la localidad de Brieg en 1927, Masur comenzó su larga carrera musical en la República Democrática Alemana (RDA), la Alemania del Este, y como figura pública tuvo un papel central para evitar el derramamiento de sangre en las protestas que precedieron a la caída del muro de Berlín.

En 1989, las manifestaciones contra el Gobierno comunista de la Alemania Oriental amenazaban con volverse violentas en la ciudad industrial de Leipzig y, por ello, Masur junto a otras personalidades locales emitieron un mensaje de reconciliación.

«Les solicitamos con urgencia que mantengan la calma para que podamos tener un diálogo pacífico», exigió Masur el 9 de octubre de 1989, cuando más de 70.000 personas marcharon en la mayor protesta pacífica de la Alemania comunista al grito de «Wir sind das Volk» («Nosotros somos el pueblo»).

Famoso por su barba, casado en tres ocasiones, con cinco hijos y nueve nietos, Masur será enterrado en la intimidad aunque más adelante se realizará un memorial público.

Comenzó su carrera como director de orquesta del Teatro de Halle (1948) y como maestro de Capilla del Teatro de la Opera de Erfurt y, a lo largo de su vida, grabó más de cien álbumes, entre los que se incluyen las sinfonías de Beethoven, el Paulus de Mendelssohn y las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss.

En 1955 tomó su primera batuta al frente de la Orquesta Filarmónica de Dresde, institución que dirigió en dos periodos diferentes (1955-1958 y 1967-1972) y que le permitió cosechar la experiencia necesaria para convertirse en director principal de Música de la Ópera Cómica de Berlín (1960-1964).

En 1990 fue nombrado director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York en sustitución de Zubin Mehta y durante su gestión se llevaron a cabo diferentes proyectos, como la vuelta de las emisiones radiofónicas en directo y la creación del sello de grabación New York Philharmonic Special Editions.

Durante los once años al frente de Filarmónica de Nueva York, Mansur dirigió a su equipo en 17 giras por todo el mundo, viajó a 75 ciudades en 30 país y, sobre todo, «estableció un estándar y dejó un legado que perdura hasta hoy«, destacó hoy en un comunicado el presidente de la orquesta, Matthew VanBesien.

Con su muerte, el mundo pierde no solo a un gran director de orquesta, sino a un erudito convencido de que la música tiene unas dimensiones morales y éticas que la convierten en la mejor expresión de la humanidad, en todas sus formas, también en los más dolorosos momentos de transformación. EFE

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