Nolan habla de sus inicios en Cannes

Cannes (Francia)(EFE).- A sus 48 años, el británico Christopher Nolan es un director de culto, pese a no haber ganado ni un Óscar, pero la pasión que despierta quedó patente hoy en Cannes, donde un auditorio repleto siguió con atención una masterclass en la que se mostró orgulloso de haberse hecho a sí mismo.

«Creo que fue Kubrick el que dijo que la mejor forma de aprender a hacer cine es hacer una película y estoy de acuerdo. Yo nunca fui a una escuela de cine, empecé a rodar con amigos y lo hacíamos todo nosotros», relató Nolan, quien contó cómo su primer largometraje, «Following» (1998) lo rodaban los fines de semana.

Como nunca se sabía quién podría colaborar cada fin de semana, tuvieron que aprender a hacer de todo y es algo que ha resultado «extremadamente útil» al director de «Inception» («Origen», 2010).

«Sé cómo se hace cualquier trabajo en el set bastante para ser ‘pain in the ass’ (literalmente dolor en el culo, molesto) para cualquiera, es una buena forma para no sentirte a merced de los demás y, además, ellos ven que te preocupas por tus trabajos», explicó.

Esa fue la única recomendación que dio a quienes quieran ser directores de cine, que aprendan de todo, que sepan de luces, de cámaras, de decorados, para poder tener el verdadero control de su trabajo.

Y que aprendan con la experiencia. «Yo empecé a hacer películas a los 16 años, Creo que fui afortunado».

Británico hasta la médula y extremadamente educado, aunque también frío con la audiencia, Nolan reconoció que, si no fue a la escuela de cine, es porque no le admitieron y decidió estudiar Literatura en la universidad simplemente porque era lo que mejor se le daba.

Pero le vino bien para conocer en profundidad los conceptos literarios y la construcción de personajes, en definitiva, para tener una idea más precisa de lo que un cineasta cuenta.

Sobre sus películas, se mostró tan orgulloso de «Memento» (2000) como de la última, «Dunkerque» (2017), aunque es consciente de que su experiencia y evolución le ha permitido llevar en esta última al espectador a lugares a los que nunca antes había conseguido llegar como cineasta.

Porque su objetivo es construir un mundo para el espectador, en el que nunca antes haya estado y, para ello, busca siempre redefinir el género en el que se inscribe cada historia.

Lo hizo con la trilogía de Batman, que tras pasar por sus manos dejó de ser simplemente una historia de superhéroes para pasar a ser un drama, un thriller y una narración épica.

Todo ello lo consigue trabajando mucho cada guion y estando tan cerca de la cámara en el rodaje como sea posible.

Tanto, que prescinde de monitor en el plató para estar pegado a la cámara y así ver cada detalle de cada plano.

Es una herencia del cine independiente del que procede, el que no entiende que haya segundos equipos para rodar las partes menos importantes. «No hay pequeños planos, todos son tan grandes como la pantalla y necesitan nuestro compromiso total. La interpretación está en los gestos y eso lo puedes ver solo si estás ahí».

Una forma de trabajar en la que se siente mas cómodo rodeado por amigos o incluso familia, como su mujer, Emma Thomas, que es su productora.

«Me encanta trabajar con amigos y familia, con gente con la que he trabajado durante años. Es genial trabajar con gente cuyo único objetivo es ayudarte en todo lo que puedan, facilita la comunicación y genera confianza», precisó.

Además, «son los únicos que, si dices una estupidez, te lo hacen ver», reconoció.

Y al hablar de su mujer, apareció la primera sonrisa en su rostro: «Cómo ella consigue equilibrar todo eso con nuestra vida privada y nuestros hijos es algo que nunca sabré».

Un pequeño respiro en su seriedad, que regresa cuando habla de los elementos de James Bond que tomó para hacer de su Bruce Wayne «un personaje digno de interés en las fases de transición entre su vida de hombre banal y Batman».

O cuando asegura que su forma de trabajar, preparando el rodaje hasta la extenuación, es la herencia de cuando no tenía dinero para rodar más que una o dos tomas de cada plano.

Así que vuelve al punto de partida. «Ningún cineasta puede planificar la evolución de una carrera, pero ‘Following’ fue el mejor punto de partida posible». EFE (I)

agf/acm

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