Marcia Gilbert de Babra y los 25 años de la Universidad Casa Grande

Marcia Gilbert de Babra. Foto: Valentina Encalada.

El pasado 20 de noviembre, la Universidad Casa Grande conmemoró su aniversario veinticinco con una ceremonia solemne. La institución podría estar entre los proyectos más conocidos de su fundadora, Marcia Gilbert de Barba, pero no es ni de lejos el único. Su labor como educadora lleva más de cincuenta años y ella dice sentirse más ocupada que nunca.

Gilbert, guayaquileña nacida en 1939, no se considera emprendedora en el sentido convencional, incluso cuando ha participado en la creación de diversas instituciones con función pedagógica a través de su vida, muchas de las cuales se mantienen en funcionamiento hasta la actualidad. Mucho antes de Casa Grande fundó Fasinarm, que asiste a niños y adultos con discapacidad intelectual en el país. También participó en la creación de la Dirección de Acción Social y Educación del Municipio de Guayaquil (DASE) y el programa educativo Aprendamos, que lleva más de diez años en el aire. “Soy una emprendedora en el ámbito social y en el ámbito educativo”, explica en una entrevista a La República.

En sus veinticinco años de funcionamiento, Casa Grande ha pasado por significativos cambios. El proyecto empezó como una escuela de comunicación y fue recién a finales de los noventa que se convirtió en universidad. Gilbert afirma que muchos de estos cambios no fueron planeados, sino que nacieron de una “improvisación estratégica”. “Hay que ir poco a poco”, dice. Ella cree que esta metodología fue especialmente útil durante la última década, donde, ella sostiene, las instituciones de educación superior fueron perjudicadas por ineficaces políticas de Estado.

Actualmente, Universidad Casa Grande es principalmente conocida por formar comunicadores, pero antes de involucrarse en su creación, Gilbert estaba completamente alejada de esta área del aprendizaje. Su trabajo se había concentrado en la enseñanza a jóvenes con discapacidad y ella sentía aversión hacia el mundo de la publicidad. Por ello, cuando la educadora chilena Mónica Herrera le ofreció convertirse en su socia para crear una escuela de comunicaciones en Guayaquil, Gilbert lo dudó. “Yo satanizo la publicidad”, le dijo. Pero su opinión cambió cuando empezó a considerar la capacidad de estas prácticas para ayudar a la sociedad. “Entendí que hay cosas [dentro de la comunicación social] que ayudan más a la gente que vender dentífricos, ollas o planchas y entonces me interesó más”.

Hoy en día, el cargo de Marcia en Casa Grande ya no es de rectora, pero todavía implica constante trabajo. Aunque tiene que ir a la institución varias veces a la semana, no cuenta con una oficina propia, sino que trabaja en la que esté de momento libre. “Creo que hoy día soy más ocupada”, dice. Además de participar en varios eventos relacionados a la universidad, que incluyen constantes entrevistas, todavía participa activamente en proyectos como Aprendamos y Fasinarm. El tiempo que le queda se lo dedica a su familia.

Marcia Gilbert de Babra. Foto: Valentina Encalada.

Cuando habla de la posibilidad de aplicar su trabajo con personas con discapacidad a la educación superior, Gilbert dice que conceptos como la inclusión no deben ser tomados a la ligera. “La inclusión es un concepto maravilloso pero hay que saber ser realista”. Sobre los intentos de inclusión dentro de Universidad Casa Grande, aclara que es un esfuerzo gradual. “Si buscas incluir a una persona con discapacidad pero no estás preparada para atenderlo, eso más bien es un irrespeto”.

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