Montañista ecuatoriano, «feliz» por batir récord en la «montaña más compleja»

El montañista ecuatoriano Karl Egloff, que logró la semana pasada un récord mundial de ascenso y descenso del Monte Denali de Alaska (EE.UU.), se mostró este martes «feliz» por haber coronado su hazaña en la «montaña más compleja» del mundo.

A pesar de que muchos creen que el Everest es la más difícil, el Denali, de 6.190 metros, no solo es la montaña más alta de Norteamérica, sino que según Egloff «es la más compleja por su desnivel positivo, lejanía e inhospidad».

Así lo explicó en una rueda de prensa en Quito, en la que precisó que la elevación de Alaska es conocida como la más fría del planeta, que puede llegar a registrar hasta 40 grados bajo cero en la cima y cambios bruscos de temperatura entre las horas centrales del día y aquellas en las que hay menos luz.

Egloff, que tuvo problemas en su ascenso y descenso al Aconcagua, en el continente sudamericano, destacó la importancia de intentar el récord en esta montaña con una planificación y estudio previo de sus condiciones y dificultades.

La semana pasada, Egloff se convirtió en el hombre más rápido en haber subido y luego descendido la cima del Denali, al haber parado el cronómetro en 11:44 horas, con lo que superó en poco más de un minuto el mejor tiempo que existía hasta el momento, que pertenecía al alpinista español Kilian Jornet desde el 2014.

El especialista en pruebas de velocidad en alta montaña siguió una ruta por la llamada «West Buttress», con una distancia de 26,55 kilómetros y 4.060 metros de desnivel positivo, y batió el récord de ascenso de la montaña para dejarlo en las 7 horas y 40 minutos.

El ecuatoriano de 38 años detalló que la única forma de comunicación que tenía con su compañero y guía de montaña, Nicolás Miranda, era mediante mensajes de texto a través de un GPS, ya que en esa parte del planeta no hay prácticamente satélites con los que establecer una comunicación telefónica.

Al conocer que había batido el récord de ascenso, según explicó, hubo lágrimas y abrazos en la cima, pero enseguida inició el descenso, ya que las condiciones de inactividad y el frío extremo podían provocarle problemas de salud.

«Me puse a pensar que si habíamos logrado el récord de ascenso, por qué no lograr el de descenso también si tenía un margen de dos horas más», indicó en relación con el lapso que alcanzó durante el ascenso con respecto a Jornet.

Reconoció que el momento más duro de su aventura norteamericana fueron los últimos kilómetros del descenso, ya que la nieve se había derretido y le costaba avanzar, por lo que «los calambres y los dolores de espalda» se sucedieron hasta que por fin llegó al campamento base y consumó su desafío.

«Cuando llegué al campamento base exhausto, paré el crono y vi que habíamos logrado el récord, me desplomé en el piso y se me escaparon un par de lágrimas, pero me moría de frío: tenía más frío en el campo base que en la cumbre, porque allí estaba seco y en el campo base estaba empapado», explicó.

Esta es la cuarta montaña que sube el andinista ecuatoriano desde que iniciara su proyecto «7 Summits», con el que busca escalar las siete montañas más emblemáticas de cada uno de los continentes.

Antes, ya había ascendido el Monte Elbrus, en Europa, en 2017, el Kilimanjaro, en África, en 2014, y el Aconcagua, en Sudamérica, el año pasado.

Los tres que le quedan por delante son el Vinson Massif, en la Antártica; el Puncak Jaya, en Indonesia, y el coloso Everest, la montaña más alta del planeta.

Sobre la dificultad de este proyecto, aseguró que su pasión por el montañismo le ayuda a «combatir las adversidades» que se encuentra.

«A mí me motiva el despertarme todos los días con pasión, saber que estoy haciendo lo que me gusta sin que nadie me obligue», concluyó. EFE

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