Niños en Kenia no puden alimentarse más de una vez al día

Aproximadamente la mitad de las familias que viven en la región de Turkana (noroeste de Kenia) no logran alimentarse más de una vez al día, según los datos de Unicef, por la grave sequía que azota al Cuerno de África.

La situación de kenianos como Nanyuduki Locitel, de 28 años, es desesperada en Turkana, una región árida fronteriza con Uganda, Sudán del Sur y Etiopía, donde además el mal estado de las carreteras y la amenaza de ladrones sudaneses y etíopes están obstaculizando -según la Cruz Roja de Kenia- el reparto de comida.

Hace dos semanas, Locitel anduvo siete kilómetros para acudir al Centro de Distribución de Alimentos de la localidad de Makutano porque su hija de tres años, Lokor, pesaba tan sólo 5,5 kilos.

En dos semanas de tratamiento contra la malnutrición, que incluye antibióticos, sulfato de zinc, sales minerales y cacahuetes, Lokor ha engordado 100 gramos, lo que, según el enfermero del centro, Jimmy Loree, «es un gran avance».

«La niña está mejorando muchísimo. Ya no tiene las piernas ni los brazos hinchados, ni heridas por todo el cuerpo, y ya no parece una señora mayor, porque le brilla la piel», detalló Loree.

«Vamos a esperar a que pese 11,5 kilos, y entonces daremos por concluido el tratamiento de Lokor», asegura el enfermero.

Según Loree, en enero de este año el centro de asistencia de Makutano estaba tratando de extrema malnutrición a 21 pacientes, y ahora está tratando a 68, aunque «la situación de hambruna se ha agravado especialmente en el último mes».

En algunos lugares de Turkana, dice a Efe Thomas Ekai, administrador del hospital de la localidad de Kakuma, el Kakuma Mission, no ha llovido en los últimos tres años, lo que ha llevado a que los habitantes de la zona, que sobreviven en la árida región gracias al pastoreo, hayan perdido millones de cabezas de ganado.

Según cifras del propio Gobierno keniano, publicadas hoy por el «Daily Nation», principal diario del país, la sequía de la zona septentrional de Kenia ha causado la muerte de más de 3,5 millones de cabezas de ganado, que supone una pérdida de 64.000 millones de chelines kenianos (unos 490 millones de euros).

En Kakuma, donde residen más de 94.000 personas, la mayoría de los habitantes son pastores que se han quedado sin ganado, por lo que cerca de dos tercios de los hogares necesitan de la ayuda de distintas agencias humanitarias para sobrevivir.

El Hospital Kakuma Mission es uno de los centros médicos que, dos veces al mes, hace pruebas a cientos de madres y niños que acuden en busca de ayuda, establece el nivel de malnutrición de las víctimas de la hambruna y decide si necesitan asistencia humanitaria.

Pacientemente, las madres esperan su turno en interminables colas para pesar a sus hijos, medir su estatura y el contorno de sus brazos.

«Si el contorno de su brazo mide menos de 11,5 centímetros, el niño está desnutrido, y entonces es admitido en el Programa de Paciente Externo», que ofrece tratamiento médico y alimentos, explicó a Efe Mónica Maina, estudiante de medicina y voluntaria en el hospital.

Caroline Emanikor, de 24 años, es una de esas madres que ha acudido al centro hospitalario en busca de socorro.

«Hay días -relata la pobre Caroline- en los que comemos una vez, pero hay otros que ni siquiera eso. Y comemos lo que sea, no podemos elegir, porque si nos ponemos a elegir, acabaremos muriendo».

Según el administrador del Hospital Kakuma Mission, el centro ha percibido un «aumento drástico» en el número de pacientes víctimas del hambre en el último mes, y «en la actualidad está tratando a más de 100 niños con malnutrición aguda o moderada».

«Si no llueve pronto -advierte Ekai-, esta gente va a morir. Más del 80 por ciento de la población depende del ganado, y cuando la sequía afecta a los animales, todo lo demás también se ve afectado».

Según la ONU, la sequía y el hambre que sacuden al Cuerno de África ha colocado a más de once millones de personas en una situación humanitaria crítica, especialmente en Somalia, donde cinco regiones han sido declaradas oficialmente en estado de hambruna.

El complejo keniano de Dadaab (este), el mayor campo de refugiados del mundo, se ha convertido en un imán que atrae a diario a cientos de somalís que huyen de la hambruna que afecta a su país.

La población actual de los tres campos que componen Dadaab, construidos originalmente para acoger a 90.000 personas, asciende a más de 400.000 personas, el equivalente a la tercera ciudad más grande de Kenia, después de Nairobi y Mombasa. EFE

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