«Yo vi la ejecución de Troy Davis»

Por GREG BLUESTEIN

JACKSON, Georgia, EE.UU. (AP) — No pasó mucho tiempo para darme cuenta de que la ejecución de Troy Davis era diferente de otras que he cubierto. Mientras conducía hacia la prisión, podía ver a multitudes protestando y a un grupo de al menos 50 reporteros.

He cubierto unas 10 ejecuciones en Georgia. Ninguna de ellas fácil. Esta fue por mucho la más inusual.

Conmigo, hubo cuatro reporteros que atestiguaron la ejecución. Terminamos esperando más de cuatro horas en una sombría habitación de descanso de la prisión. Platicamos poco y especulamos acerca de si la Corte Suprema podría intervenir. Al mismo tiempo, había silencio.

Alrededor de las 10:30 de la noche, un guardia se acercó caminando y dijo: «¿Listos?».

Nos condujeron a una camioneta blanca y después de pasar por varios controles de seguridad, nos llevaron al edificio blanco situado en un extremo de la prisión que sirve como cámara de la muerte.

Vimos al hijo del oficial asesinado, Mark MacPhail Jr., entrar al edificio. Detrás de él caminaba Jason Ewart, el abogado del sentenciado. Llegó una furgoneta del coronel del condado.

Cuando ingresamos al recinto, los oficiales ya habían atado a Davis a la camilla. Había una ventana de cristal con una cortina separando a Davis de los testigos, que ocuparon tres filas de asientos. Eramos unos 20.

Davis buscó a Ewart, quien asintió con la cabeza ligeramente cuando se miraron a los ojos. MacPhail Jr., sentado al frente, se enfocó en Davis.

Cuando llegó el momento de decir sus últimas palabras, Davis se apropió del momento, hablando rápido y confiado.

Le dijo a la familia MacPhail que no era responsable por la muerte. «Soy inocente. El incidente que ocurrió aquella noche no fue mi culpa», dijo.

Davis pidió a sus partidarios seguir «dando la pelea». Y justo antes de que los letales medicamentos entraran a sus venas, dio un mensaje a sus ejecutores: «Dios tenga merced de sus almas».

Davis parpadeó rápidamente. Apretó los ojos. La cortina se cerró. AP.

Estados Unidos ejecuta a Troy Davis

Troy Davis, condenado a muerte por el asesinato de un policía en 1989, fue ejecutado cerca de la medianoche del miércoles con una inyección letal en Georgia (EE.UU.) tras varios intentos de última hora de su defensa para salvarle la vida y pese a las dudas sobre su culpabilidad y las numerosas peticiones de clemencia.

La ejecución, programada para las 23.00 GMT del miércoles, se cumplió, finalmente, a las 03.08 GMT del jueves, después de que la Corte Suprema de EE.UU. rechazara una apelación de los abogados de Davis, de 42 años y de raza negra, confirmó en una breve comparecencia ante la prensa una portavoz de la cárcel de Jackson (Georgia).

«No fue mi culpa. No tenía una pistola. Soy inocente», dijo Davis antes de recibir la inyección, según relataron a la prensa varios testigos de la ejecución.

La apelación ante la Corte Suprema fue el último recurso empleado por los abogados de Davis tras una larga jornada en la que sus diversos intentos por lograr la que hubiera sido la cuarta suspensión de la ejecución desde 2007 resultaron infructuosos.

A las afueras de la cárcel de Jackson se hizo el silencio entre los cientos de manifestantes que se habían congregado para pedir clemencia para Davis ante las dudas sobre su culpabilidad.

El caso de Davis, presentado por su defensa como el prototipo del negro condenado injustamente por la muerte de un blanco, ha reabierto el debate en torno a la aplicación de la pena de muerte en EE.UU.

Por la conmutación de la máxima pena contra Davis habían rogado desde el Papa Benedicto XVI hasta el expresidente estadounidense Jimmy Carter, así como un millón de personas en todo el mundo en una campaña de firmas.

Davis fue condenado a muerte en 1991 por el asesinato en 1989 de Mark MacPhail, agente de policía de la localidad de Savannah, en Georgia.

Siete de los nueve testigos que declararon en su contra en el juicio posteriormente se retractaron y en agosto de 2009 denunciaron presiones de la policía para acusar al joven hombre, según su defensa. Sin embargo, los fiscales se apoyaron para culparlo del crimen en un informe de balística, que sostiene que había similitudes suficientes entre los casquillos de bala encontrados en el sitio del homicidio y los hallados en el lugar de otro tiroteo ocurrido más temprano como para demostrar que podrían haber provenido de la misma pistola.

Los defensores de Troy apuntan a la pobreza de las pruebas en su expediente.  “Desde que fue inculpado, Troy Davis reconoció haber estado en el lugar de los hechos, pero negó ser el autor del crimen, no hay ninguna prueba material en su contra”, denunció Amnistía Internacional. Además, nunca fue encontrado el arma del crimen y no se levantaron huellas dactilares ni muestras de ADN. No obstante, ninguno de estos argumentos logró convencer al juez o a los jurados, mientras que los defensores del reo sostienen que fue condenado por un delito que no cometió.

Según la fiscalía, Davis primero hizo disparos durante una fiesta en torno a una piscina en el barrio Cloverdale de Savannah e hirió a un hombre en la cara, y luego disparó y mató a MacPhail.

La madre del policía asesinado, Anneliese MacPhail, declaró hoy a varios medios que está convencida de la culpabilidad de Davis. EFE

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