Los manifestantes que han acampado en las afueras de la catedral de San Pablo, en el centro de Londres, desde hace seis días obligaron a los funcionarios eclesiásticos a cerrar el templo a los visitantes por primera vez desde la II Guerra Mundial.
El deán de San Pablo, el reverendo Graeme Knowles, dijo este viernes que la decisión de clausurar el templo e impedir el acceso a los visitantes y turistas fue adoptada tras el servicio de la tarde, con «profundo pesar» debido a motivos de salud y seguridad.
El canónigo pidió a los manifestantes —unos 500 según los organizadores y aliados con las manifestaciones del grupo «Ocupemos Wall Street»— que dejen el lugar ahora, una vez exteriorizada su opinión.
La catedral es administrada por la Iglesia de Inglaterra, que combina ciertas prácticas de las Iglesias católica y evangélicas.
«Pido a los manifestantes que reconozcan los grandes temas que encaramos y les pedimos que abandonen la vecindad del edificio para que pueda abrir lo antes posible», dijo a los periodistas.
Knowles dijo que reconoce el derecho del grupo a manifestarse, pero que la iglesia también tiene «un derecho a estar abierta para nuestros visitantes».
Los manifestantes, que han levantado unas 100 tiendas de campaña en el recinto de la iglesia, llegaron el sábado pasado, dentro de una serie de protestas en muchas ciudades del mundo en solidaridad con los activistas del movimiento «Ocupemos Wall Street» de Nueva York.
Han desafiado las bajas temperaturas con ayuda de alimentos donados y frazadas, dijo el manifestante Ian Chamberlain, de 27 años.
Agregó que el grupo no tiene prisa por marcharse pese al pedido del deán.
«Se trata de decidir cuándo carece de efectividad permanecer aquí», reconoció. «Muchos de nosotros estamos decididos a estar aquí lo más posible».
La manifestante Diane Richards, de 36 años, dijo que el cierre de la catedral fue innecesario porque el campamento de los que protestan es seguro y bien organizado. AP
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