«Indignados» brasileños y sin techo conviven en campamento en centro de Río

El movimiento de los «indignados» de España y de la ocupación de Wall Street llegó a Brasil con movilizaciones como OcupaRio, un campamento improvisado en la plaza de Cinelandia, en el centro de la ciudad.

La decisión de ocupar la Cinelandia, escenario de multitudinarias manifestaciones en los años 80 contra la dictadura militar fue tomada después de un acto realizado el 15 de octubre en varias ciudades del mundo.

Desde entonces, el OcupaRio ha sufrido cambios, como la desbandada de algunos participantes, principalmente adolescentes que en el comienzo creían que podrían «acabar con el capitalismo» en algunos días, hasta la llegada al campamento, formado por unas 60 carpas, de grupos de los sin techo.

Pese a que movimientos similares registrados en otros países aparentemente tienen metas como más democracia y menos peso de los mercados sobre las decisiones políticas, en Río las reivindicaciones son más difusas y diversas.

«Estamos aquí para construir un proceso, una propuesta, pero son varias propuestas e ideas diferentes», explica una chica que se identifica sólo como Mariana, que está desde el primer día en la manifestación para expresar su oposición a la construcción de la hidroeléctrica de Belo Monte, en el corazón de la Amazonía.

Mariana relata que para la organización del campamento formaron grupos de trabajo según las necesidades del día a día, y así surgieron aproximadamente diez para encargarse de asuntos como cocina, infraestructura, seguridad, huerta urbana (que promueve cultivos en la propia plaza) jurídico, actividades, teoría y comunicación.

Los acampados han hecho también «asociaciones» con empresas del entorno, como oficinas y casas de espectáculos, que les permiten usar sus baños, y además reciben donaciones de alimentos de simpatizantes y comerciantes de ferias callejeras.

La alimentación atrajo a sin techo y mendigos que se han sumado al movimiento, lo que ha generado un «choque de realidad» para muchos jóvenes de clase media que inicialmente eran mayoría en el campamento.

«Un día llegó uno, después dos, diez, y luego la fila para recibir comida era enorme, hasta el punto de que el 60 por ciento de los alimentos era para quienes viven en la calle. Eso generó una serie de cuestiones sobre cómo relacionarse con ellos», señala un joven llamado Kleper, de 29 años, integrante del grupo de cocina.

Inicialmente los encargados de la cocina traían la comida de fuera, pero percibieron que eso, además de mantenerlos mucho tiempo alejados del campamento, estaba generando «acomodación» entre los «indignados cariocas», que siempre esperaban ser alimentados.

«Por eso resolvimos traer la cocina para el campamento y fue increíble porque sin fogones, gas, ni agua corriente, no sabíamos qué hacer hasta que uno de los habitantes de la calle, acostumbrado a esa situación nos enseñó y la cocina hoy es dirigida casi en su totalidad por ellos y terminó esa separación de grupos», relata Kleper.

El campamento tiene además una fuerte presencia de extranjeros, como el español Matt, que pese a que no duerme en las carpas, le aporta al movimiento su experiencia en la «acampada» de Barcelona.

«Allá (en España) fue más explosivo y aquí parece que las cosas son más lentas. Allá era diferente porque las personas tenían más experiencia en autogestión, pero también porque en España se vive un momento histórico y político concreto», explica.

Si en Barcelona la ocupación terminó hace cerca de dos meses, no se sabe si el campamento en el centro de Río tendrá el mismo final porque los participantes afirman que no hay exactamente una meta para cumplir.

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