Alarma en Latinoamérica por implantes mamarios deficientes

CARACAS (AP) — El consultorio del cirujano plástico Ignacio Sousa está tan lleno que las mujeres tienen que hacer una cola que sale de la sala de recepción. Hay estudiantes universitarias veinteañeras, amas de casa cuarentonas, oficinistas de clase media: todas tienen miedo de que sus implantes de senos se hayan desgarrado y quieren saber cuándo se los pueden sacar.

Al igual que miles de mujeres en todo el mundo, numerosas latinoamericanas están consultando a sus médicos, temerosas de las consecuencias para su salud que puedan tener implantes mamarios defectuosos producidos por la ahora desaparecida compañía francesa Poly Implant Prothese (PIP). En algunos casos, los implantes, producidos con silicona industrial se han abierto, y esa posibilidad está haciendo que muchas mujeres los reemplacen.

La alarma está creciendo «como una bola de nieve», dijo el doctor Sousa, un cirujano plástico que ha estado atendiendo a decenas de pacientes cada día desde que estalló la noticia en diciembre de que las autoridades francesas recomendaban que los implantes fuesen retirados.

El escándalo ha afectado especialmente a Venezuela. Unas 16.000 venezolanas tienen los implantes de PIP, una de las cifras más altas en Latinoamérica, donde 20.000 mujeres tienen implantes e PIPO o de una compañía holandesa — Rofil Medical Nederland BV — que produjo implantes defectuosos.

Las cirugías de agrandamiento de los senos son algo común en Venezuela y su popularidad ha aumentado en años recientes entre las mujeres de clase media, gracias en parte a los préstamos con bajo interés ofrecidos por las clínicas privadas para las operaciones.

La marca PIP fue usada frecuentemente hasta que los implantes fueron sacados del mercado en el 2010.

Más de 4.000 mujeres venezolanas se han unido en una página en Facebook dedicada a quienes tienen esos implantes. Unas 500 mujeres han demandado a los distribuidores en Venezuela, exigiéndoles que cubran sus costos médicos, mientras que cirujanos plásticos dicen que están atareados ayudando a multitudes de pacientes.

Cuando Sania Arroyo comenzó sentir un dolor pertinaz bajo el seno izquierdo, sospechó que había problemas con sus implantes. Un examen con ultrasonido confirmó que uno se había abierto y la silicona se estaba filtrando.

La madre soltera y empleada bancaria de 33 años tuvo dificultades para ahorrar los 20.000 bolívares, o 4.600 dólares, para la cirugía en enero, y dice que la nueva marca la ha hecho sentirse mejor, pero aún así no se siente del todo segura.

«Ya me siento mucho mejor, aunque todavía tengo temor de que algo parecido podría pasar de nuevo», dijo Arroyo, que tenía en la mano un vaso plástico en el que estaba el implante abierto y la silicona amarillenta que se derramaba.

La gelatina de silicona de PIPO es transparente, pero algunos médicos dicen que a menudo se vuelve amarillenta al contacto con tejidos del cuerpo.

Arroyo es una de 495 venezolanas que están demandando a las compañías que vendieron los implantes de PIP para que paguen por los costos médicos.

El gobierno de Venezuela ofreció sacar los implantes gratis, pero muchas mujeres dijeron que no planean aceptar la oferta porque desean nuevos implantes y el gobierno no va a pagar por ellos.

No está claro cuántas mujeres en Latinoamérica tienen los implantes de PIP. Pero serían decenas de miles, de unas 300.000 que las autoridades francesas dicen se vendieron en todo el mundo. Los implantes fueron vendidos también en varios países europeos y en otras partes, aunque no en Estados Unidos.

La Sociedad Brasileña de Cirujanos Plásticos dice que unas 20.000 mujeres en el país tienen implantes de PIP o de Rofil Medical. En Colombia, la asociación de cirujanos plásticos dice que se vendieron 14.000 pares de implantes de PIP.

Dado que tiene una población más pequeña, Venrezuela tiene más casos per cápita que otros países. Eso no es sorpresa en el país, donde los concursos de belleza son motivo de orgullo y la cirugía plástica es ampliamente aceptada.

Se estima que entre 35.000 y 40.000 mujeres se someten a cirugía de agrandamiento de los senos cada año en Venezuela, y los médicos dicen que la cifra ha crecido en la última década.

«Se ha creado terror en las pacientes que ya tienen implantes, pero no creo que disminuya las ganas de aumentarse las mamas», dijo Gabriel Obayi, un cirujano que ha estado recibiendo numerosos mensajes electrónicos de mujeres preocupadas por los riesgos de salud.

Al igual que muchos cirujanos en Venezuela, Obayi recomienda que los implantes de PIP sean extirpados eventualmente, pero agrega que en la mayoría de los casos la cirugía no es urgente.

La Agencia de Seguridad de Salud de Francia ha dicho que un tipo de los implantes producidos por PIP es más propenso a rupturas que los otros. Investigadores franceses dijeron que PIP trató de ahorrarse dinero usando silicona industrial, cuyos riesgos potenciales no se conocen.

El 27 de enero, las autoridades francesas presentaron cargos preliminares contra el fundador de PIP, Jean-Claude Mas, que de acuerdo con su abogado es investigado por «lesiones involuntarias».

El debate sobre los potenciales riesgos de los implantes mamarios de silicona hizo que la Administración estadounidense de Drogas y Alimentos (FDA) lanzase una investigación el año pasado sobre un posible vínculo entre los implantes y una forma muy rara de cáncer.

La FDA le pidió a los médicos estadounidenses que reportasen todos los casos del cáncer, conocido como linfoma anaplástico de células grandes. El año pasado, la agencia dijo que conoció de unos 60 casos de la enfermedad en todo el mundo.

La Agencia Internacional Para Estudios del Cáncer, parte de la organización Mundial de Salud, ha dicho que no puede decir si los implantes de silicona causan o no cáncer.

En 1992, la FDA prohibió los implantes de silicona por temores de que causasen cáncer, lupus y otras enfermedades. Pero en el 2006, la agencia permitió el regreso de los implantes al mercado estadounidense luego que la mayoría de los estudios no arrojasen un vínculo entre los mismos y enfermedades.

En el caso de PIP, el escándalo ha dejado a muchas mujeres preguntándose sobre los riesgos que enfrentan, y los médicos hasta ahora tienen pocas respuestas.

«No sabemos, ni en Venezuela, ni en América Latina, cual es la tasa de ruptura de los implantes PIP», dijo el doctor Carlos Nieto, cirujano y miembro de la junta directiva de la Sociedad Venezolana de Cirugía Plástica y Reconstructiva.

No estaba claro tampoco cuántas mujeres en Latinoamérica se han retirado los implantes hasta ahora.

En Argentina, unas 300 mujeres están negociando con clínicas privadas y un distribuidor local, Pro Estética, demandando que los implantes defectuosos sean reemplazados gratis, dijo la abogada Virgina Luna, que representa al grupo. Si no se llega a un acuerdo, las mujeres presentarán una demanda, dijo Luna.

Sousa, el cirujano venezolano, dice que él había confiado en la marca PIP durante años hasta el 2009, cuando tres pacientes llegaron a su consultorio con implantes que se habían abierto.

Muchos médicos en Venezuela le han estado diciendo a sus pacientes que no necesitan reemplazar sus implantes a menos que se abran.

Gabriela Febres, una analista financiera de 30 años, se ha sumado a la demanda contra los distribuidores venezolanos. Febres sospecha que tiene que operarse pronto, porque le ha estado doliendo el seno derecho desde hace semanas.

«Esto afecta a todo: su trabajo, sus finanzas y su estado psicológico», dijo Febres. «Lo peor es la incertidumbre».

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