El palestino Zaer Halahle, al borde de la muerte tras 75 días en huelga de hambre

Decenas de personas se acercan cada día a la jaima de la familia Halahle, en la aldea palestina de Jarás (cerca de Hebrón) para mostrar su apoyo a la huelga de hambre de su hijo Zaer, preso sin juicio ni cargos en una cárcel israelí y que cumple hoy 75 días sin comer.

«Mi hermano Zaer está en una situación crítica. Su corazón late acelerado, sus músculos se han contraído y sangra por las encías y los labios. Ha perdido 30 kilos desde que dejó de comer: pesaba 85 y ahora se ha quedado en 55», explicó a Efe, Maher Halahleh, rodeado de familiares y amigos que pasan los días en la improvisada carpa recibiendo a las visitas.

Mona Nedaf, abogada de la asociación de defensa de los prisioneros Adamir, visitó ayer al recluso, de 33 años, y aseguró que tiene la tensión alta, fiebre, vomita sangre y que el médico de la prisión le ha informado de que sufre una infección en parte de su cuerpo y que «morirá en cualquier momento» si no come.

La vivienda familiar está decorada con banderas palestinas, fotos de Zaer y su hermano Saher (también preso y en huelga desde hace 25 días) y una gran bandera de la Yihad Islámica que retiraron hoy para llevarla a una marcha en apoyo de los prisioneros en Hebrón.

La madre de ambos, Im Saher, asegura estar «angustiada» y acostarse cada noche con el temor de perder a alguno de sus hijos.

«Solo en Israel se permite tener años encarcelado a alguien sin siquiera acusarle de nada», denuncia, en referencia a la detención administrativa, situación en la que se encuentra Zaer desde hace dos años y que el Ejército israelí utiliza para arrestar a palestinos por un plazo de seis meses prorrogable indefinidamente sin acusación y sin informarles de los cargos y pruebas contra ellos.

Las autoridades israelíes han rechazado las peticiones de la familia Halahle y de las de otros huelguistas para visitarles.

A pesar de la congoja que les provoca, los seres queridos cierran filas en su apoyo a la lucha que más de mil presos palestinos libran contra el Servicio de Prisiones de Israel, apodada ya «la batalla de los estómagos vacíos». Nadie les pide que abandonen. Aunque estén en riesgo sus vidas.

«Esta es su única arma. La huelga hará que el mundo se de cuenta de que nuestros hijos tienen que ser liberados», dice el padre de los Halahle, Ayish.

Zaer es, junto a Bilal Diab, el preso que más tiempo lleva sin comer, pero hay otros cinco que están también en situación crítica: Hassan Safadi (68 días), Omar Abu Shalal (66) Mohamad Taj (55), Mahmoud Sarsak (54) y Jafar Azedine (51), ingresados en la enfermería de la cárcel de Ramle, pese a los llamamientos de organizaciones humanitarias para que sean trasladados a un hospital civil.

A estos siete se suman entre 2.000-2.500 (según Adamir) y 1.500 presos (según fuentes israelíes), que iniciaron la huelga el 17 de abril.

Algunos de ellos (muy pocos), alternan el ayuno con la ingesta de alimentos cada varios días, pero la mayoría se niegan a comer totalmente y reciben solo agua y sales minerales.

Unos pocos rechazan incluso a tomar agua desde el miércoles, según el diario «Al Quds», lo que podría provocar un drástico y rápido empeoramiento de su salud.

El diario asegura que varios de los huelguistas han sido transferidos de sus prisiones a la cárcel de confinamiento solitario de Al Yalameh.

Adamir denuncia represalias y maltratos de las autoridades israelíes, como el cobro de multas a los huelguistas (de hasta 80 euros diarios), los continuos traslados de un centro a otro durante los que permanecen horas encerrados en furgones, agresiones físicas, corte del agua corriente en las celdas y la prohibición de ver a sus abogados y familiares.

Israel niega esas acusaciones y asegura que los presos tienen cauces para denunciar incidentes si estos se producen.

Los huelguistas exigen el fin de las detenciones administrativas y las penas de aislamiento (que soportan 17 presos, algunos desde hace una década), una mejora de las condiciones de encarcelamiento, mejor atención sanitaria y la posibilidad de recibir visitas de familiares y de cursar estudios a distancia, entre otros.

El último preso palestino fallecido a causa de una huelga de hambre fue Hasan Abidat, en 1992, pero se han dado casos anteriores: uno en 1984, tres en 1980 y el primero en 1970, según Adamir.

Representantes de los presos se reunieron ayer con las autoridades de Prisiones para negociar una salida al conflicto, informaron la agencia palestina Maan y el diario israelí Haaretz, que aseguran que el debate se limitó al fin de las penas de aislamiento y la autorización de visitas de familiares de presos de la franja de Gaza, que actualmente no se permiten.

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