Revelan archivos secretos sobre la guerra de Las Malvinas

LONDRES (AP) — La primera ministra británica Margareth Thatcher simplemente se refirió a ese momento como el peor en su vida.

Era marzo de 1982, estaba por estallar la Guerra de las Malvinas luego que Argentina desplegara una presencia no autorizada en la isla británica Georgia del Sur en medio de los rumores de una posible invasión de las Malvinas, bajo control británico desde hacía mucho tiempo.

Thatcher sabía que podía hacer poco de inmediato para establecer un firme control en las disputadas islas, que en Gran Bretaña se conocen como Falklands, y temía que su país fuera visto como un tigre de papel sin capacidad para defender su disminuido imperio.

Clarín. Marzo de 1982

Se le manifestó que tal vez Gran Bretaña no podría recuperar las islas aun si ella tomaba la decisión riesgosa de enviar una fuerza naval importante a la región helada del Atlántico Sur.

«Podrán imaginar que eso se convirtió en un cuchillo en mi corazón», dijo Thatcher ante una comisión investigadora en el testimonio que rindió después del conflicto y el cual se mantuvo en secreto hasta el viernes, cuando lo dio a conocer la institución Archivos Nacionales, 30 años después de los acontecimientos de los que presenta una crónica.

«Nadie podía decirme si teníamos capacidad para recuperar las Falklands (como llaman los británicos a las Malvinas), nadie», expresó Thatcher ante la comisión investigadora. «No sabíamos, no lo sabíamos», apuntó.

Esta evaluación de la coyuntura es más pesimista que la que Thatcher virtió en su libro de memorias «The Downing Street Years».

La actuación de Thatcher en torno a la crisis de las Falklands es recordada como una de las pruebas cruciales de su liderazgo político.

La ex primera ministra, hoy de 87 años, ha estado hospitalizada desde que le extirparon antes de la Navidad un tumor en la vesícula biliar. Thatcher se ha mantenido fuera de la vista pública en los últimos años debido a un agravamiento de sus problemas de salud.

Argentina invadió el 2 de abril las Malvinas y tres días más tarde Thatcher despachó una fuerza naval para que las recuperara, después de que Naciones Unidas condenara el proceder del país sudamericano.

Gran Bretaña se alzó con la victoria a mediados de junio. En el conflicto perdieron la vida 649 soldados argentinos, 225 soldados británicos y tres isleños adultos mayores.

Thatcher testificó que estuvo aterrada de que el envío de la fuerza naval, que tardaría semanas en llegar a las Malvinas, provocara una acción agresiva de mayor escala de los argentinos durante el transcurso de las naves de guerra hacia el Atlántico Sur.

Dijo que temía que la operación militar hiciera incluso más peligrosa la llegada de las fuerzas británicas.

Thatcher persistió en la audaz operación a pesar del peligro de que el refuerzo militar argentino pudiera obligar al regreso de la fuerza naval, circunstancia que si hubiera ocurrido —dijo— «habría supuesto la humillación más grande infligida a Gran Bretaña».

Ella no hizo hincapié en el obvio costo político que habría acarreado el fracaso de la misión: hubiera abreviado la carrera de la primera mujer primera ministra y hubiera hecho inevitable su dimisión como jefa de su partido.

El buque Almirante Belgrano, hundido por los ingleses.
Esa panorámica real de las emociones de Thatcher de impotencia e ira —y al final de determinación— están plasmados en miles de páginas de documentos otrora secretos que ha hecho públicos Archivos Nacionales.

El historiador Chris Collins, de la Fundación Thatcher —que tiene previsto poner disponibles los documentos en internet— dijo que el testimonio de la primera ministra ante la comisión que presidió Oliver Franks fue «preparado con muchísimo cuidado» porque ella se sentía vulnerable políticamente.

«Le preocupaba el daño que el informe pudiera causarle, porque había una gran posibilidad de vergüenza por la política gubernamental previa al conflicto de intentar la búsqueda de un acuerdo con Argentina en el que se cediera soberanía a la par de un arriendo para tener por un periodo las islas, además de las sugerencias de que las intenciones argentinas pudieron haberse previsto y la invasión ser evitada», apuntó.

Thatcher reconoció ante la comisión que fue incorrecto su análisis político al creer que la junta militar argentina no lanzaría una invasión, ya que ésta avanzaba en las Naciones Unidas en la búsqueda de apoyo diplomático a favor de su reclamo sobre las disputadas islas. Thatcher dijo que pensó que la junta no arriesgaría el apoyo que había logrado con una acción militar unilateral.

«Jamás, jamás, esperé que los argentinos invadieran directamente las Malvinas», dijo Thatcher ante la comisión, que entre otros puntos, investigaba si el gobierno debió haber estado mejor preparado.

«(Una invasión) era una acción tan estúpida, como marchaban los acontecimientos, una acción estúpida incluso de pensar. Les estaba yendo bien», apuntó.

En los documentos se detalla que Thatcher buscó el apoyo urgente del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, cuando las intenciones argentinas fueron evidentes y se revela la exasperación de la primera ministra cuando el mandatario le propuso que Gran Bretaña mejor negociara en lugar de exigir el retiro total de los argentinos.

En esos papeles se describe una llamada telefónica inusual que Reagan hizo a Thatcher la noche del 31 de mayo de 1982, en momentos en que las fuerzas británicas comenzaban la lucha por el control de la capital de las Malvinas. Reagan apremió a Thatcher a que considerara entregar el control de las islas a una fuerza de paz internacional en lugar de exigir la rendición total de Argentina.

Reagan y Thatcher. 1982. AP
Sin embargo, fracasó en esta ocasión el gran encanto personal de Reagan. En todo su papel de «Dama de hierro», Thatcher dijo al presidente que ella estaba segura de que él adoptaría la misma postura hacia una mediación internacional si Alaska fuera ocupada por un enemigo.

«La primera ministra subrayó que Gran Bretaña no perdería vidas preciosas en combate ni enviaría una gran fuerza militar para entregar inmediatamente las islas de la reina (las Malvinas) a un grupo de contacto», se afirmó en el memorándum que redactó a la mañana siguiente el secretario privado de Thatcher.

Ella dijo a Reagan que «no había alternativa» a la rendición y al restablecimiento del pleno control británico en las islas.

Los documentos que acaban de ser hechos públicos también revelan un telegrama extraordinario redactado por Thatcher varios días después y que tenía como destinatario el gobernante argentino general Leopoldo Galtieri en el que ella describe en tono muy personal la muerte y destrucción que ambos afrontarán en los próximos días a menos que Argentina se replegara.

Thatcher indica a su contraparte argentino que la batalla decisiva está por comenzar y le implora que comience una retirada total para evitar más derramamiento de sangre.

«Debido a su experiencia militar, usted no puede tener duda sobre el desenlace (del conflicto). En unos cuantos días, la bandera británica ondeará de nuevo en Port Stanley. En unos cuantos días también sus ojos y los míos estarán leyendo las listas de bajas».

«De mi parte, la pena será atenuada por saber que estos hombres (británicos) murieron por la libertad, la justicia y el estado de derecho. ¿De su parte? Sólo usted tiene la respuesta».

El telegrama jamás se envió y Galtieri renunció en medio de la desgracia política varios días después de que Gran Bretaña recuperara las islas.

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