Para los refugiados, el único perdedor es el pueblo sirio

Beirut, 3 sep (EFE).- Un sentimiento de amargura prevalece entre los refugiados sirios en el Líbano, quienes estiman que el pueblo será el único perdedor en caso de un ataque extranjero y culpan de su sufrimiento tanto al régimen como a los rebeldes.

Con el miedo en el cuerpo siguen muchos de los más de 700.000 sirios que han abandonado su país y buscado refugio en el Líbano desde que estallara el conflicto hace dos años y medio.

Uno de ellos es Walid, que prefiere dar un nombre ficticio para evitar represalias, cuyo periplo fuera de Siria lo ha llevado a pasar por Egipto y Jordania antes de encontrar un trabajo en el Líbano.

«Los jóvenes tememos que nos detengan y nos obliguen a combatir», afirma a Efe este abogado de profesión, que tiene a sus cinco hermanos repartidos en varios países de la región y a sus padres en un barrio residencial de Damasco.

Walid dice vivir «angustiado» ante la posibilidad de que Estados Unidos y sus aliados ataquen Siria como castigo al régimen por supuestamente haber empleado armas químicas contra la población.

Piensa que los misiles Tomahawk, capaces de golpear a 1.000 kilómetros de distancia, podrían no solo alcanzar instalaciones militares, sino también barrios que actualmente se consideran seguros.

«Las viviendas de los dirigentes están en medio de la población, que pagará el precio de la guerra», afirma el sirio, que recuerda que la situación en la capital es «muy mala» y los enfrentamientos estallan en cualquier momento.

Cuando el mes pasado se acercó a visitar a sus padres a Damasco, le impresionó ver solo a ancianos, mujeres y niños. «Los jardines y mezquitas están llenos de personas que duermen en tiendas de campaña», asegura.

Walid pone en duda las consecuencias que tendría una intervención militar y desconfía de las partes en conflicto, ya que «nadie trabaja para mejorar las condiciones del pueblo».

«Rechacé permanecer en mi país porque no puedo hacer nada por la gente que muere y sufre, y no quise quedarme allí para morir por nada», subraya el joven con pesimismo.

Junto a él trabaja en una organización no gubernamental Jad, otro sirio que comparte la opinión de que «todos se están aprovechando de lo que está sucediendo y el único perjudicado es el pueblo».

«La guerra no terminará, hay muchos intereses en juego», apunta este hombre originario de la provincia septentrional de Alepo, que dejó el taller que tenía para pintar coches por la «trágica» crisis económica.

Se queja de que la libra siria no para de perder valor y los precios no hacen más que subir, mientras escasean productos de primera necesidad como la leche.

«Los camiones con comida sufren ataques o son atracados y para obtener cualquier cosa hay que hacer colas interminables», añade Jad, que optó por sacar de aquel calvario a su mujer y sus dos hijas para tratar de darles una vida «más digna».

Los dos trabajadores se sienten, no obstante, privilegiados, en comparación con otros compatriotas que viven en el Líbano, donde creen que hay un «rechazo» hacia el pueblo sirio y se han convertido en una especie de «cabeza de turco» cada vez que surgen problemas.

La gran afluencia de refugiados está poniendo a prueba la capacidad de las organizaciones humanitarias y de las autoridades locales para responder a las necesidades de una población cada vez más vulnerable, alerta la ONG Acción contra el Hambre.

Un alto número de refugiados sirio vive en tiendas de campaña o en viviendas en malas condiciones, con un acceso limitado a agua potable y servicios sanitarios.

Aunque las autoridades libanesas no han cerrado sus fronteras con Siria, han establecido controles más severos y negado la entrada a quienes que no tienen pasaportes válidos, documentos oficiales o «motivos válidos» para instalarse en el Líbano, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

El Gobierno sostiene que no ha aplicado nuevos requisitos de entrada a los sirios y está preparando un centro de acogida en la frontera ante un eventual ataque extranjero, aunque mantiene su rechazo a abrir campos de refugiados en el país, que con unos cuatro millones de habitantes se ha visto sobrepasado por la crisis. EFE

ARCHIVO- En imagen del domingo 9 de diciembre de 2012, un campamento para refugiados sirios cerca de la frontera turca en Azaz, Siria. Cerca de 5.000 muertes al mes se registran en Siria por la guerra civil y el éxodo de refugiados registra índices no vistos desde el genocidio de Ruanda en 1994, denunciaron funcionarios de Naciones Unidas el martes 16 de julio de 2013. (Foto AP/Manu Brabo, archivo)
ARCHIVO- En imagen del domingo 9 de diciembre de 2012, un campamento para refugiados sirios cerca de la frontera turca en Azaz, Siria. Cerca de 5.000 muertes al mes se registran en Siria por la guerra civil y el éxodo de refugiados registra índices no vistos desde el genocidio de Ruanda en 1994, denunciaron funcionarios de Naciones Unidas el martes 16 de julio de 2013. (Foto AP/Manu Brabo, archivo)
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