Israel, Siria, Hizbulá… y el enemigo al que los tres temen

Al Qaeda

Jerusalén, 21 mar (EFE).- Arrebatada a Siria durante la Guerra de los Seis Días (1967), la ocupada meseta del Golán ofrece desde entonces a Israel un ventaja estratégica sobre sus dos vecinos más hostiles, que se afana en conservar.

Desde las alturas del Golán, Israel avizora sin dificultad Damasco -a tiro de mortero- y vigila las agrestes tierras que conectan el sur del Líbano -territorio del grupo chií libanés Hizbulá- y la Siria de su aliado, la dinastía Al Asad, con la que Israel está técnicamente en estado de guerra desde 1973.

Pese a ello, una tensa calma ha caracterizado la zona, incluso en los años de la guerra que la «Resistencia Islámica», brazo armado de Hizbulá, lideró contra la ocupación israelí del sur del Líbano (1982-2000).

Esta situación se vio alterada esta semana por una escaramuza que ha elevado la tensión y disparado las alarmas en Israel, donde crece la inquietud sobre el desarrollo y las consecuencias del conflicto fratricida que desde hace tres años desangra a los sirios.

Hasta el martes, los incidentes se había limitado a algún misil o proyectil de mortero caído en el Golán por error, y a operaciones de precisión israelíes contra presuntos convoyes de armas en el límite entre Siria y el Líbano, bajo el argumento de que su destino eran los arsenales de Hizbulá.

Pero a mediodía, un artefacto colocado cerca de la verja de seguridad y accionado por control remoto causó heridas graves a un soldado israelí y leves a tres compañeros más cuando patrullaban en el Golán.

De manera inmediata, la artillería israelí disparó contra posiciones del Ejército sirio en la región de Quneitra, en la parte de la meseta que controla Damasco.

Y horas después, en una acción más reflexiva, la aviación israelí bombardeó bases militares y baterías en la misma zona, pese a admitir que desconocía quién colocó la bomba.

Al igual que en Gaza, donde responsabiliza de cualquier acción al grupo islamista palestino Hamás por ser quien controla el territorio, Israel culpa de todo lo que ocurre en la frontera norte al régimen del presidente sirio, Bachar al Asad, y a Hizbulá, una política que expertos locales y extranjeros comienzan a discutir.

«La realidad es diferente: Asad controla una quinta parte del territorio, y la mayor parte de nuestra frontera no está bajo su control, sino en manos de diferentes grupos rebeldes, muchos de ellos yihadistas suníes», escribía hoy el columnista Guy Bachar en el diario israelí «Yediot Aharonot».

Una idea que gran parte del estamento militar israelí todavía no admite en público, pero que algo de verdad debe de encerrar, pues el propio primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, así lo deslizó nada más producirse el atentado.

«Recientemente, la frontera con Siria se ha llenado de yihadistas y de miembros de Hizbulá que suponen un desafío para nosotros», afirmó.

Diplomáticos y expertos en defensa y seguridad advierten, por su parte, de que el riesgo es compartido por los más connotados enemigos de Israel, Hizbulá y el régimen autocrático de Al Asad, que igualmente perciben en la progresión de los radicales suníes una amenaza para sus respectivos intereses nacionales.

Financiadas por entidades del golfo Pérsico, organizaciones como Estado Islámico de Irak y el Levante han logrado arrinconar a los rebeldes, e incluso ensombrecido su alzamiento contra el régimen de Al Asad.

Ante el empuje de esos grupos fanáticos wahabíes, afines a la ideología de Al Qaeda y ferozmente antichíies, Hizbulá teme que puedan contagiar el Líbano y romper el actual estatus quo con la transferencia de armas a grupos suníes libaneses.

Desde que en hace 24 años se cerrara en falso la guerra civil en el Líbano (1975-1990), la milicia chií es la única autorizada a acumular armas, precisamente porque estas siempre han apuntado a Israel.

«Hizbulá se vio arrastrado a la guerra en Siria por su compromiso con el régimen (de Al Asad) y con Irán, por eso al principio mantuvo un perfil más o menos bajo», explica un experto en seguridad que prefiere no ser identificado.

«Ahora lucha por sus necesidades nacionales, por eso ha aumentado su presencia en el campo de batalla», añade.

Una idea esbozada igualmente por el Instituto israelí de Estudios para la Seguridad Nacional, que en un reciente informe señala que «esas consideraciones estratégicas pueden ayudar a explicar por qué la organización está interesada en conservar la calma en el interior del Líbano y posponer una escalada con Israel».

«En este contexto, es importante para Israel ser consciente de que no le interesa enfangarse en la guerra civil siria o en la inestabilidad nacional libanesa», concluye.

Tampoco, añaden otras voces, le conviene debilitar con ataques a un enemigo que lucha contra la amenaza común yihadista, aunque sea para responder y demostrar supremacía en el estratégico Golán y en la tensa frontera septentrional. EFE

Más relacionadas