La salida de Irak pone a prueba el no intervencionismo de Obama

Barack Obama (Foto AP/Charles Dharapak)

Washington, 14 jun (EFE).- El presidente de EE.UU., Barack Obama, llegó al cargo en 2009 con la promesa de poner fin a la guerra de Irak y dejar en manos de los iraquíes el futuro de su país, idea básica de su política no intervencionista que podría quedar en entredicho si Bagdad no consigue frenar a los radicales islámicos.

Tras casi nueve años de conflicto (2003-2011), cerca de 4.500 soldados estadounidenses muertos y 1,7 billones de dólares gastados, Obama quiso marcar las diferencias con George W. Bush por medio de una arriesgada apuesta: retirar las tropas de Irak y limitar el apoyo a la esfera diplomática, financiera y de inteligencia.

Bien es verdad que fue la negativa del Gobierno de Bagdad a firmar un acuerdo de inmunidad para los soldados de una fuerza estadounidense, residual pero disuasoria, lo que terminó por precipitar su retirada completa.

La estrategia de retirada ha centrado la política exterior de Obama desde 2009, tanto en Siria, donde finalmente la Casa Blanca decidió no intervenir pese a haber advertido de que el uso de armas químicas constituiría una «línea roja», como en Afganistán, donde completará la retirada total a finales de 2016.

El mes pasado, en la academia militar de West Point, Obama se defendió de aquellos que lo critican por no actuar con determinación en crisis como la siria o la ucraniana al asegurar que «el umbral para una acción militar debe ser más alto».

Para evitar esas intervenciones militares en el extranjero, Obama había relegado el poderío militar construido en los últimos 13 años en beneficio de la diplomacia, la cooperación y los entrenamientos de fuerzas de seguridad aliadas.

Pero ese plan se enfrenta a una prueba de fuego desde que, en los últimos días, las fuerzas del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) han ocupado varias de las principales ciudades iraquíes y amenazan Bagdad.

De caer la capital iraquí, consolidarían un «califato» suní que se extiende desde la ciudad siria de Alepo hasta el valle de los ríos Tigris y Éufrates.

Los 15.000 millones de dólares gastados hasta la fecha en entrenar a las fuerzas de seguridad iraquíes no han sido suficientes para evitar que los soldados del Gobierno del primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, salgan en desbandada y permitan el paso de los rebeldes y la captura de arsenales enteros.

La Embajada más grande de la red exterior de Estados Unidos, su millar de empleados y sus innumerables agencias y expertos tampoco han sido suficientes para poner los cimientos de un acuerdo político que acabara con la división sectaria entre la mayoría musulmana chií y la minoría suní, además de los kurdos, también suníes.

El chií Al Maliki, según parece, tampoco ha solucionado esas divisiones.

«Las tropas estadounidenses abandonaron el país demasiado rápido… nada más salir todo empezó a enredarse», opinó hoy el decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad John Hopkins.

El vacío dejado por EE.UU. lo ocupa Irán, la mayor potencia chií, que ha enviado miembros de sus fuerzas especiales a apoyar a sus aliados iraquíes, con lo que puede consolidarse el carácter sectario y trasnacional del enfrentamiento entre suníes y chiís en Oriente Medio.

El senador republicano, excandidato presidencial y excombatiente, John McCain, dijo ayer viernes que «la incapacidad de ayudar a la resistencia (moderada) en Siria es una da las causas (de la crisis iraquí). El EIIL transita entre Irak y Siria y eso es una amenaza a la existencia de Estados Unidos».

Este viernes, Obama negó que Estados Unidos vaya a volver a situar tropas sobre el terreno en Irak, pero baraja otras opciones, entre ellas los ataques aéreos, en aparatos con o sin tripulantes, a fin de poner a raya a los extremistas islámicos suníes del EIIL.

Si estos ataques finalmente se producen, representarían una paradoja para un político que nunca pensó que volvería a bombardear Irak, después de criticar reiteradamente durante su carrera la «estúpida» y «temeraria» invasión de 2003, cuya sombra aún persigue a la Casa Blanca.

Este jueves, en una teleconferencia con Washington, el favorito para convertirse en presidente de Afganistán, Abdulá Abdulá, recordó a Obama la necesidad de salir de las guerras heredadas de Bush «de manera responsable».

Obama argumentó en West Point: «Desde la Segunda Mundial, algunos de nuestros errores más costosos no han venido de la contención, sino de la voluntad de apresurarse a aventuras militares sin pensar en las consecuencias».

Lo cierto es que ahora el integrismo islámico radical cuenta con un número récord de milicianos y recursos en la región de Siria-Irak y las retiradas apresuradas de Obama podrían ser tan temerarias como el afán bélico de Bush. EFE

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