Estrepitoso fracaso de la cumbre climática

Delegados participan en la Conferencia de Cambio Climático de la ONU en Lima, Perú, el sábado 13 de diciembre de 2014. (Foto AP/Juan Karita)

LIMA, Perú (AP) — Durante meses, Manuel Pulgar Vidal se preparó para presidir la conferencia anual de las Naciones Unidas sobre cambio climático a efectuarse en Lima.

No sólo debería ser una conferencia exitosa, solía decir, sino que la historia debería registrarla como el caldero de acuerdos que pudieron llevar en 2015 a un nuevo pacto global para detener el calentamiento del planeta. En los meses que precedieron a la conferencia, su nombre aparecía casi siempre ligado a la, cumbre climática, COP20, la vigésima conferencia de las partes del convenio sobre cambio climático de la ONU.

Abogado de 52 años, Pulgar Vidal daba charlas, entrevistas y conferencias a adultos y niños prácticamente a diario. En la medida en que se acercaba la inauguración el 1 de diciembre, supervisaba personalmente los trabajos de lo que sería la sede de los debates.

El presidente Ollanta Humala compartía el entusiasmo. En la inauguración de la sede habló de costos. Dijo que Perú gastó 90 millones para dar comodidad a casi 13.000 asistentes; prácticamente 7.000 dólares por cabeza.

Para Pulgar Vidal, la COP20 no podía tener otro final que no fuera el éxito. Perú debería pasar a la historia como el país donde por fin el mundo habló el mismo idioma en materia de cambio climático.

Sin embargo, a pesar de todos esos preparativos, en el último día de la conferencia, el viernes 12, el desastre político rondó el evento. En la sesión final no había borrador sobre el punto más importante.

Sin ánimo aparente de prolongar lo que era la sesión de clausura, pidió dos horas para resolver el tema más difícil de la agenda de Lima. Comisionó a los ministros de Noruega y Singapur como facilitadores y él mismo participó en la tarea.

Casi 10 horas más tarde, el sábado de madrugada, volvió con un borrador de detalles de diferenciación, compromisos y financiamiento derivados del cambio climático. Pese a que no satisfizo a todos, quiso forzar su aprobación para ir prestamente a la clausura. Pero encontró el rechazo.

Se disculpó por lo avanzado de la hora y convocó a una reunión matinal unas siete horas más tarde. Pero esta vez el borrador fue rechazado por falta de consenso.

Entonces, Pulgar Vidal pidió otras tres horas para reintentar resolverlo. Seis horas más tarde la sala de sesiones seguía vacía, y nadie sabía si la conferencia se prolongaría al domingo.

Muchos delegados ya habían partido de regreso a su país. En la sede, casi todos los recintos de reuniones y debates estaban ya cerrados.

Antes de anunciar el nuevo plazo en la sesión plenaria, Pulgar Vidal tenía prisa y estaba impaciente. Un delegado levantó la mano para hablar. El ministro le dijo que el tiempo de los discursos ya había terminado.

Y entonces, pronunció aquello que quizás nunca había imaginado:

«Asumo mi responsabilidad con claridad, con dedicación y con mucho esfuerzo para llevar este proceso al consenso».

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