La muerte del capo colombiano «Megateo» pone fin a su reinado del miedo

La muerte del capo del narcotráfico y líder guerrillero Víctor Ramón Navarro Serrano, alias «Megateo», en una operación militar puso fin hoy a un reinado del terror de más de una década en la región del Catatumbo, lindante con Venezuela.

Navarro estaba vinculado a la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL), nacida a final de los años 60 bajo la bandera del maoísmo y que se desmovilizó en el año 1991, cuando «Megateo» era solo un joven de quince años.

Progresivamente fue ascendiendo en un reducto del EPL que no depuso las armas hasta convertirse en el líder del frente Libardo Mora Toro, que opera en el Catatumbo, donde se hizo fuerte e impuso su ley mediante el control de la producción de la cocaína.

Tras haber sido blanco de numerosas operaciones y rodeado de leyenda por su facilidad para escapar de las fuerzas del orden, , «Megateo» murió hoy en un ataque coordinado de la Policía y las Fuerzas Armadas que incluyó un contundente bombardeo contra una de sus bases, ubicada en una zona rural del municipio de Hacarí, en el departamento de Norte de Santander.

En este caso el apoyo de la población se volvió en su contra y la información facilitada por miembros de la comunidad fue esencial para su caída, según informaron hoy fuentes policiales.

En la operación, denominada «Solemne» por la Policía, también murieron cuatro miembros de su anillo de seguridad.

Después de la caída del capo, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, afirmó que «se hacía pasar por guerrillero, pero era un delincuente común (…), cabeza de una bacrim (como denomina el Gobierno a las bandas criminales nacidas tras la desmovilización de los grupos paramilitares), que hace mucho tiempo estaba delinquiendo».

Por su parte, el ministro de Defensa de Colombia, Luis Carlos Villegas, afirmó que su muerte «es una buena noticia para el país, para el hemisferio, para Venezuela y sobre todo es una buena noticia para los habitantes del Catatumbo que hoy son más libres que ayer»,

Más contundente se mostró el director general de la Policía, general Rodolfo Palomino, quien afirmó en un mensaje a través de Twitter: «termina una época de miedo».

En el Catatumbo se decía de él: «no se mueve una hoja sin su autorización».

Desde esa región selvática y montañosa, favorecido por su situación en la frontera con Venezuela, construyó un imperio de distribución de cocaína hacia Europa, Norteamérica y Centroamérica, según la Policía.

Hasta su muerte escondió su actividad como narcotraficante detrás de una apariencia de guerrillero, presentándose uniformado y con la bandera del EPL bajo su eslogan «combatiendo venceremos».

De hecho, en una entrevista hace un año con la revista Semana negó ser un narcotraficante, si bien reconoció que cobraba «un impuesto por la droga» puesto que era su «manera de financiar la guerra».

Más allá de esa fachada se escondía una personalidad excéntrica que se mostraba en su pasión por las armas.

Como parte de ese fervor, se dice que llevaba una pistola bruñida en oro, además de un colgante de una metralleta dorada.

Probablemente impulsado por esa afición en su entrevista con Semana exhibió junto a sus hombres fusiles modernos, algunos mejores que los que utilizan las guerrillas del país.

Alrededor de «Megateo» se construyó una leyenda por su habilidad para escapar de las autoridades gracias al dinero que repartía a cambio de favores y de protección.

De él decían que había hecho un trato con el diablo y que incluso en una ocasión se acercó a un bar en el que un grupo de soldados bebían para recobrar fuerzas tras perseguirle. Los uniformados no solo no le reconocieron sino que aceptaron su invitación a unas cervezas, según una leyenda que circula por la región.

Con su muerte se abre ahora un abanico de preguntas, como si alguien ocupará su posición como capo del narcotráfico o si el EPL se diluirá definitivamente a falta de un liderazgo claro. EFE [I]

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