Obama cruza en Siria su propia línea roja

Las fuerzas afganas y milicianos voluntarios se preparan para avanzar, en su camino a Kunduz, Afganistán, para combatir contra los talibanes en esta foto del 1 de octubre de 2015. Tres empleados del equipo de Médicos Sin Fronteras murieron y 30 estaban desaparecidos tras una explosión cerca de su hospital en la ciudad de Kunduz, en el norte de Afganistán, que pudo haber sido causada por un ataque aéreo de Estados Unidos. (AP Foto/Naim Rahimi)

WASHINGTON (AP) — Incluso mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, enviaba tropas de vuelta a Irak y ordenaba que el ejército permaneciera en Afganistán, insistía en que Siria seguiría siendo terreno vedado a las fuerzas de tierra estadounidenses. Ahora, el presidente ha cruzado el límite que él mismo trazó.

Su despliegue de hasta 50 soldados de operaciones especiales en el norte de Siria para asistir en la lucha contra el grupo Estado Islámico es la clase de aumento progresivo que ha definido la estrategia de Obama en Oriente Medio en esta segunda legislatura.

Al tiempo que crece la presencia militar estadounidense en la región, cada paso se toma a pequeña escala como para transmitir la idea de que Obama no está llevando al país a otro gran conflicto de final abierto.

Puede que la estrategia suavice el golpe para los estadounidenses al regresar a la realidad de la guerra, pero expertos regionales, así como algunos aliados políticos de Obama, creen que esta lenta progresión podría ser insuficiente para derrotar a los ágiles milicianos extremistas.

«Desplegar un puñado de fuerzas especiales estadounidenses en Siria no cambiará la situación de forma significativa», comentó Frederic Hof, ex asesor especial de Obama sobre Siria, sobre el anuncio del viernes. «Es en cierto modo una curita».

El senador Brian Schatz, demócrata del Hawaii, el estado natal de Obama, dijo que la última escalada «es improbable que logre alcanzar nuestro objetivo de derrotar a EI y en cambio amenaza con enredar a Estados Unidos en la guerra civil siria».

La campaña militar contra el grupo Estado Islámico no se acerca ni por asomo al tamaño y el alcance de las guerras en Irak y Afganistán. Obama ha insistido en que la costosa e impopular guerra de Irak en particular es un ejemplo de lo que ha intentado evitar en la región.

Pero la importancia del anuncio del viernes tenía más que ver con la ubicación del despliegue que con el número de tropas. Es la primera vez que Estados Unidos envía de forma abierta tropas a Siria, lo que aumenta el alcance geográfico de las operaciones militares de Obama en Oriente Medio.

Durante años, el presidente ha señalado el caos en Siria como precisamente la clase de situación en la que se le eligió para mantener al ejército fuera. Washington no tiene socios en el gobierno de Siria y pocas buenas opciones entre los líderes de la oposición. No hay un contingente de tierra a la que Estados Unidos pueda instruir deprisa.

Pero la crisis se ha vuelto inevitable para Obama, especialmente desde que el grupo Estado Islámico se alzó entre el caos y cruzó la frontera a Irak. Lo que el presidente podía presentar antes como una guerra civil que debían resolver los sirios amenaza ahora con transformar toda la región.

La primera respuesta de Obama fue desplegar unos pocos cientos de tropas estadounidenses en Irak para entrenar y asistir a las fuerzas locales en la lucha contra el grupo EI. Supuso un regreso a Irak para el ejército estadounidense desde su retirada en 2011, que cumplió la promesa electoral de Obama de poner fin a la guerra que heredó del presidente George W. Bush.

Pero durante el último año, la cantidad de tropas de Estados Unidos en Irak ha aumentado hasta unos 3.300 efectivos. En otra escalada, Washington empezó a realizar ataques aéreos contra el grupo EI en Irak y Siria.

La campaña de bombardeos ha matado a hasta 12.000 milicianos, pero no ha debilitado de forma significativa la capacidad de EI de retener territorio, y las filas de los extremistas se han surtido de combatientes extranjeros y otros milicianos.

Obama esperaba que los bombardeos de Siria se combinaran con una fuerza de tierra entrenada por estadounidenses en otro punto de la región. Pero el programa para entrenar y equipar tropas fracasó de forma espectacular, y el presidente lo abandonó este otoño.

En la práctica, el nuevo despliegue estadounidense en Siria sustituye a ese intento.

La decisión permite a Obama —presionado por el Pentágono y sus socios internacionales para que haga progresos en la lucha contra el grupo EI— alegar que está buscando nuevas formas de resolver la crisis. La Casa Blanca también señaló que el presidente no está dando un paso atrás en su compromiso de mantener a las tropas estadounidenses fuera de Siria porque la presencia militar será pequeña en volumen y en alcance.

Pero para algunos, la Casa Blanca parece más preocupada de poder mantener esa promesa política que por tomar medidas que tendrían un efecto más sustancial en resolver la situación sobre el terreno.

«La guerra tiene una realidad dura, en el sentido de que para tener un efecto tienes que estar presente», señaló Jerry Hendrix, un oficial de vuelo de la Marina retirado y director del Programa de Evaluaciones y Estrategias de Defensa en el Center for a New American Security.

La Casa Blanca no ha dado un calendario para la estancia de los comandos estadounidenses en Siria, aunque Obama ha dicho antes que espera que la campaña contra el grupo Estado Islámico en Irak y Siria dure más allá de su presidencia.

La escalada de la campaña del Pentágono contra el grupo Estado Islámico sigue al anuncio de Obama hace dos semanas de que cambiaría de planes y mantendría a las tropas estadounidenses en Afganistán más allá del año que viene.

Eso supone que el presidente que heredó dos conflictos militares probablemente entregará tres a su sucesor.

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