Argentina cierra la «era K»

Cristina y Néstor Kirchner.

Doce años, seis meses y trece días ha durado en Argentina la «era K», que este jueves llega a su fin, tras un primer mandato de Néstor Kirchner marcado por la recuperación económica y otros dos de su esposa, Cristina Fernández, que se despide del poder en un clima de crispación política.

El kirchnerismo nació de las cenizas de la fenomenal crisis política y económica de finales de 2001. Un país sumido en el «infierno», como lo definió alguna vez el fallecido Néstor Kirchner.

Fue el 25 de mayo de 2003 cuando el gobernador de la rica y despoblada provincia de Santa Cruz (sur) se convirtió en presidente con un 22,7 % de votos y una publicitada fama de buen administrador público, todo un mérito en un país casi resignado a los descalabros económicos.

Apoyado en sectores sindicales y populares, Kirchner devolvió el país a la senda de crecimiento y purgó a las cúpulas militares en un proceso que posibilitó la reapertura de los juicios contra los responsables de los hasta entonces impunes crímenes de la última dictadura (1976-1983).

Mantuvo una relación ríspida con empresarios, organismos multilaterales de crédito, Iglesia y prensa, se enfrentó a la oposición y fracasó en su intento por lograr una concertación «transversal» alimentada por aliados de sectores progresistas como el socialismo y los denominados «radicales K».

También se caracterizó por un trato sin intermediarios con los dirigentes oficialistas, lo que le permitió construir un poder hegemónico dentro del peronismo.

«La presidencia de Kirchner fue fundacional. Se recuperaron los empleos perdidos. La negociación de la deuda fue muy beneficiosa. Y hubo un período de gran crecimiento a tasas chinas», destacó a Efe el economista Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica.

Pero luego, apuntó el experto, «arrancó una etapa medio populista», la «manipulación» de las estadísticas oficiales y la subida de la inflación.

Tras alcanzar un nivel de popularidad del 65 %, en diciembre de 2007 Kirchner entregó el poder a su esposa, ganadora de las elecciones de ese año.

Los sucesivos conflictos del Gobierno de Cristina Fernández, detonados a partir del enfrentamiento con el sector agropecuario en 2008, fueron minando la imagen del matrimonio presidencial.

Este declive quedó en evidencia en las legislativas de 2009, cuando Kirchner sufrió un duro revés como cabeza de la candidatura oficialista a diputados en la provincia de Buenos Aires.

Pero el golpe más duro para el kirchnerismo fue, sin dudas, la repentina muerte de su líder, de un paro cardíaco, el 27 de octubre de 2010.

Kirchner, que era considerado el auténtico presidente en la sombra, dejó un vacío que hizo temer a algunos por la propia gobernabilidad del país, pero Fernández supo sobreponerse y en pocos meses recuperó varios puntos en su imagen.

En las presidenciales de octubre de 2011, logró la reelección con un impactante 54 % de votos, aunque su segundo mandato estaría marcado por una popularidad en declive debido a un estilo de confrontación permanente y una economía estancada.

«El gobierno de Cristina Fernández ha tenido tintes bastante autoritarios», dijo a Efe Celia Kleiman, de la consultora Polldata, para quien la generación de «confrontaciones como un elemento de ganancia para el partido gobernante» trajo como resultado un clima de división entre los ciudadanos.

Fernández concentró la toma de decisiones en un limitado círculo de hombres de confianza, se recostó en la agrupación juvenil La Cámpora, liderada por su hijo Máximo, y radicalizó el rumbo del gobierno con polémicas medidas, como el cepo cambiario y las restricciones a las importaciones.

Con una economía global en problemas y sin hacer los ajustes necesarios a tiempo, el segundo mandato de Fernández ha estado marcado por una desaceleración económica y un estancamiento en la creación de empleo y la reducción de la pobreza.

Si el kirchnerismo sacó a Argentina del infierno en que cayó en 2001, el escenario actual, con elevado déficit fiscal, caída drástica de reservas y una olla a presión en materia cambiaria, está muy lejos del cielo.

«Cristina se fue alejando de la buena gestión de Néstor. En su segundo mandato los superávit se convirtieron en déficit fiscal, comercial y energético», sostuvo Castiñeira.

Según el experto, en vez de acomodar la economía a la nueva realidad internacional, Argentina «acumuló distorsiones macroeconómicas por todos lados» que condicionan al país ante el 2016.

Fernández deja un saldo agrio también en sus pésimas relaciones con el Poder Judicial y la oposición y concluye con la vergüenza de causas judiciales por corrupción, como las que salpican al vicepresidente Amado Boudou.

Doce años y medio de luces y sombras para un kirchnerismo que, derrotado en las urnas, llora ante el traspaso del poder al conservador Mauricio Macri y se debate entre su ocaso definitivo o una autocrítica constructiva que le permita soñar con volver a la Casa Rosada en 2019. EFE (I)

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