La ofensiva yihadista pone de relieve la debilidad militar libia

(Photo by John Moore/Getty Images)

La ofensiva lanzada por grupos yihadistas libios afines a la organización Estado Islámico (EI) contra los puertos petroleros ha puesto de manifiesto la extrema debilidad militar del país, fruto del enfrentamiento político y el fracaso del proceso de diálogo tutelado por la ONU.

Un plan que desde el primer momento ha dejado en segundo plano el que es, según los expertos, el principal escollo para la paz: la falta de consenso a la hora de lograr un acuerdo similar de unidad en el terreno bélico.

El gobierno de Tobruk, el favorito de la comunidad internacional, insiste en que el futuro mando militar conjunto debe quedar bajo la autoridad del líder de sus fuerzas, el controvertido general Jalifa Hafter.

Una condición a la que obstinadamente se niega el Ejecutivo de Trípoli, que para avanzar en el acuerdo político exige la exclusión de este anciano general que participó en el golpe de Estado que llevó al poder a Muamar el Gadafi en 1969.

Convertido en la década de los ochenta en uno de los principales opositores al dictador en el exilio, Hafter regresó al país en 2011 con ayuda de Estados Unidos y Egipto y enseguida se sumó con sus hombres a las fuerzas rebeldes.

En mayo de 2014, y tras recibir ayuda militar de El Cairo y Riad, emprendió una ofensiva contra la ciudad de Bengasi para tratar de arrebatar su control a las fuerzas islamistas afines a Trípoli y decantar así las incipientes negociaciones de paz.

Un año y medio después, el frente de batalla no se ha movido, cientos de civiles han muerto y miles de ellos más se han convertido en desplazados internos, al tiempo que las milicias afines al EI han aprovechado el conflicto para ocupar algunos barrios de esa ciudad, la segunda en importancia del país.

Un infructuoso cerco que desde su inicio ha condicionado, y sigue condicionado hoy, cualquier progreso en el diálogo.

El lunes, casi al mismo tiempo que los yihadistas establecidos en la ciudad de Sirte emprendían el asalto a los puertos petroleros de Sidra y Ras Lanuf, nuevos combates entre los dos gobiernos rivales estallaron en la ciudad.

«La ONU trabaja bajo la base de que el acuerdo político servirá para arreglar el resto de conflictos, un axioma que en el caso de los libios es falso», explica a Efe un diplomático adscrito a una embajada europea en Libia, ahora desplazado en Túnez por motivos de seguridad.

«Mientras no se resuelva el conflicto sobre el liderazgo militar en general y sobre el papel futuro de Hafter en particular, no creo que sea posible avanzar en otros tramos. Ninguna de las partes parece dispuesta a ceder y la ONU no presiona lo suficiente en este sentido», agrega el diplomático, que prefiere no ser identificado.

El mismo lunes, Ali al Katrani, representante de Tobruk en el Gobierno de unidad nacional libio, amenazó con abandonar este órgano si el general sublevado es relevado de la dirección del llamado Ejército regular.

«Exigimos que se emita un comunicado en el que se precise que Hafter seguirá como comandante jefe del Ejército, sin afectar a sus funciones», dijo Al Katrani.

Las negativas consecuencias de este pulso han tenido reflejo esta semana sobre el terreno.

La primera acometida yihadista contra las terminales petroleras fue contenida casi en soledad por los hombres de Ibrahim Yidran, un oscuro miliciano y señor de la guerra libio que en el pasado estuvo vinculado con las milicias afines a Trípoli.

Solo algunos aviones, que salieron de una base militar de la vecina ciudad de Misrata, contribuyeron a la defensa en el primer día de una batalla que se considera crucial para el futuro de Libia y de la región.

Ante la virulencia de los ataques, la Compañía libia Nacional de Petróleo (CNP) lanzó el mismo día una «petición de ayuda», entre las criticas de las fuerzas sobre el terreno, que se quejaban de la pasividad de las milicias de Hafter.

Según el diario local «Libya Herald», próximo al gobierno de Tobruk, sus fuerzas comenzaron a unirse el miércoles a la defensa, aunque sin coordinación con Trípoli, extremo que confirmó hoy a Efe Ali Al Hasi, responsable libio de las instalaciones petroleras del noroeste.

«Hemos recibido ayuda también por parte de las milicias leales al Congreso Nacional General (Parlamento de Trípoli) que lucharon cuerpo a cuerpo con nosotros», afirmó.

La gravedad de la situación bélica ha multiplicado la inquietud de la ONU, que ayer instó a los libios a unirse para evitar que los recursos petroleros caigan en manos de los radicales.

«Cada día que pasa sin que el acuerdo (firmado el pasado 17 de diciembre en la ciudad marroquí de Sjirat) se ponga en marcha es un día ganado por el EI», advirtió el enviado especial para Libia de Naciones Unidas, Martin Kobler, aunque sin mencionar, una vez más, el principal obstáculo, de índole militar. EFE [I]

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