Fa, sol, la, si, do.

Por Rafael Lugo

Falta un tiempo demasiado largo y una sinceridad aún mayor para que se filme la película que cuente la historia de Stalin como, por ejemplo sobre Hitler lo hizo “La lista de Schindler” (y muchas más!). No hay que ser estadístico para darse cuenta de que el cine enseña más de la historia (real o ficta) que los libros o los profesores usualmente aburridos. Cuando alguien bautiza a un niño Hitler, lo recontra caga. Pero Stalin es un nombre aceptado socialmente sin mayor inconveniente. Y Stalin mandó a asesinar a muchas más personas que Hitler. Si alguien dice que “simpatiza” con Hitler automáticamente es repelido como un paria de la humanidad, pero si alguien dice que Stalin fue un buen tipo, máximo le dirán que es un inocente pendejo. En serio que falta la película. Antes del estreno de “El último Rey de Escocia” eran muchos menos los que detestaban al enfermo criminal de Idí Amín. También faltan películas bien hechas –como para que gran parte del planeta las vea- sobre la cristiana matanza de indios en América. Matar negros, matar árabes, matar indios es la misma atrocidad que no debe ser olvidada como matar judíos, me parece.
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Sol es una de las notas favoritas de mi pana Fausto Miño. Con esta nota arranca “Zambrano Huascama” que es a mi gusto la mejor canción de su primer trabajo, pero en las radios sonaron las otras. Pude escuchar antes que la mayoría su nuevo disco “Corazón Solitario”. Es un trabajo mucho mejor que el anterior en líneas generales, y la verdad es que estoy colgado con el track número 12 que se llama “Por hoy”. Acabo de enviarle un mensaje de texto al celular diciéndole que ha contado parte de mi propia historia sin saberlo y una coincidencia así tiene una serie de significados a los que tengo ganas de considerar emocionantes. No tengo conocimientos técnicos como para hablar de mezclas, arreglos, y esas vainas, sencillamente la canción me gusta, por ahí suena una guitarra deliciosa y la letra es contundente por el momento. Si “Baila mi vida” es para Fausto lo que para Jeniffer López es su primer y cabrón marido, “Por hoy” espero sea recibida por muchos otros como la he recibido yo. La mayoría de los conductores de programas en las radios no ayudan a promocionar los mejores temas de los músicos, algunas creen que mover el culo del oyente es mejor que hacerle mover el cerebro o el alma. Y no.
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La educación pública, cuando es tan mala como la nuestra, es la promesa cumplida de futuros (hoy presentes) gastos en subsidios de todos los tipos y en cárceles de todas las formas. Pero las hogares parecen ser peores que las escuelas, pues la honestidad, la honradez y el honor no se aprende en ningún colegio o escuela, aunque sean los mejores del mundo. No se si les pase a ustedes, pero no solo son los choros de la calle de quienes hay que cuidarse. Si nos ponemos a pensar y a hacer memoria, tendremos docenas de ejemplos de pillerías de parientes, empleados, conocidos, etc. He conocido demasiados casos de empleados que sin necesidad han sustraído valores de sus empresas, del facebook acabo de borrar a quien resultó ser un grandísimo estafador, la mierda humana nos ahoga. Este país ya mismo vale nada precisamente por lo que debería ser su mayor valor: los ecuatorianos. No hay honradez en casi ningún rincón de este territorio, en lo público y en lo privado. Periodistas mentirosos que cuidan su puerco sueldito o fama disparan desde las trincheras de su propio bando. Reporteras que tienen que darle al asunto con su jefecito para subir de cargo en la televisión. Escritores que hemos perdido la esperanza. Cuidarse la propia espalda parece ser lo único que queda. Individualismo puro y seco. Hacer por hacer. Llegar a fin de mes con la menor cantidad de gonorrea posible. Escribo estas letras mientras una perrita rescatada por mi esposa duerme a mis pies. Salvar animales y árboles es una más limpia forma de vivir.
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Si podría decir, haciendo un ligero esfuerzo de generosidad propia, luego de escribir de los corruptos que somos, que tenemos cosas buenas nosotros los ecuatorianos. Este fervor por Antonio Valencia y el orgullo, que casi si excepción, todos sentimos por él no sólo puede ser considerado un patrioterismo de pendejos, ni tampoco es –en exclusiva- una señal de pequeñez. Tenemos una tendencia sana a seguir y admirar a gente positiva, a deportistas que han vencido al universo de la pobreza y el abandono. Revisando nuestra historia, no encontraremos un pasaje donde los ecuatorianos sigamos con fe ciega a un criminal racista del tipo Hitler, o a un criminal religioso como Omar Hassam al Bachir, o nos hayamos lanzado al ataque en alguna guerra producida en la mente de algún perverso de aquellos que luego sirven para modelos de estatuas a las cuales tan solo las palomas les dicen la verdad cuando se cagan sobre ellas. Somos ladrones que todavía no empezamos a matar, aunque lo terminaremos haciendo. Por el momento, tal vez sea una postura inocente, o la verificación de la derrota, pero yo prefiero creer en tipos como Antonio Valencia que en semi dioses como Alejandro Magno.
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Donde encuentro una estantería con algún título de Horacio Quiroga empiezo a sentirme bienvenido. Se que en esa casa u oficina no prepararán una taza de café con gotas de veneno para mi. Los libros son como las limas para pulir y luego partir los barrotes que usan los encerrados. En algunos de ellos –los libros- hay locura que consigue crear sentido. Hoy tengo ganas de escribir sobre Horacio Quiroga. Un tipo con una historia tan trágica como aquellas que inventó. Uruguayo nacido en 1878 y fallecido en su segunda patria Argentina en 1937. Nos les haré la lista casi increíble de las muertes que rodearon su vida. Si les diría que lean “La Gallina Degollada y otros cuentos” o “Cuentos de amor, de locura y de muerte” o “Anaconda” o “Los Desterrados”. Leer a Quiroga es beber sangre sin tener que matar a una mujer a la que hemos abierto las arterias del cuello. Es descubrir que no hay fondo desde el cual rebotar hacia el cielo. Leer a Quiroga es matarte un instante con la opción de regresar y descubrir que casi nadie te extrañó.

Rafael Lugo es articulista y escritor.