Razón y modernidad

Por Joaquín Hernández Alvarado

El historiador argentino Alejandro Blanco ha publicado en Siglo XXI Editores un significativo libro sobre el surgimiento de la sociología en Argentina a partir de los años cuarenta del siglo pasado: Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en Argentina. No es admisible negar la atención a este libro en nombre de los conflictos coyunturales que nos aquejan y que hacen siempre a la reflexión estratégica impertinente frente a lo que se nos exige la atención inmediata y el pronunciamiento no menos perentorio.

Blanco asume la tarea de mostrar la instauración institucional de la sociología en Argentina centrada en el esforzado trabajo del conocido intelectual de origen italiano Gino Germani. Ciertamente, esta instauración tuvo mucho de académica pero también de institucional y de estratégica y se desarrolló al comienzo en uno de los ambientes más inhóspitos para la razón y para la libertad, la Argentina peronista de 1943 a 1955. No eran buenos tiempos para la lírica, el pensamiento científico ni en general el pensamiento. Que lo digan sino los fundadores y los articulistas de la revista Sur.

Es un lugar común que queda desvirtuado en el libro que Germani haya sido meramente un introductor del funcionalismo estadounidense en la Argentina ni tampoco el héroe de la modernidad que hirió gravemente el ensayismo y la filosofía utilizada como norma atemporal para la historia. «Menos profetas, más especialistas» el lema al que curiosamente hoy se acogen los nuevos sociólogos e historiadores argentinos de menos de 50 años, -los «intelectuales sub 50» como los llama La Nación de Buenos Aires- fue planteado y desarrollado por Germani hace más de siete décadas, consciente del problema de limitar la razón a la discusión de medios y no de valores, a la eficiencia en suma y no a los objetivos, por definición éticos, de la sociedad.

Pese al tiempo, lo que más asombra de la época de Germani es tanto su capacidad teórica con profundas resonancias políticas, como la complejidad de la gestión de institucionalización de la sociología y de las ciencias sociales que emprendió y ejecutó. Una y otra fueron mutuamente indispensables.

La lectura del libro de Blanco es sumamente provechosa y se aleja de la mera preocupación historiográfica. ¿Cómo se plantea una teoría? es una de las preguntas iniciales. ¿Por qué una teoría como la sociología se vuelve interdisciplinaria? ¿Por qué recurrir por ejemplo a la psicología social y a la antropología? ¿Por qué fundar y cómo un proyecto editorial para difundir obras alejadas aparentemente de los límites disciplinarios de un saber? ¿Qué concepto de universidad abre espacio para la sociología y las ciencias sociales? Y dos preguntas pendientes actuales: ¿cuál es el papel de las ciencias sociales en un modelo de desarrollo que las excluye en nombre de la eficiencia instrumental? Si efectivamente, los intelectuales de hoy, como de los que habla La Nación son menos profetas y más especialistas, ¿cuál es su responsabilidad frente a las democracias liberales?

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