Irène Némirovsky: David Golder

Por Andrés Cárdenas

Ella murió en Auschwitz el 17 de agosto de 1942. Apenas tenía 39 años y ya era una celebridad literaria. Su esposo tuvo el mismo destino a manos de esa ideología asesina, y sus dos hijas pequeñas quedaron a cargo de una maleta con manuscritos de su madre. Todos los escritores narran en su obra, de una manera más o menos simbólica, más o menos figurada, su propia historia. Una vida llena de referencias culturales particulares, miedos personales e inquietudes sobre el hombre. Pero las novelas de Irène Némirovsky son casi autobiográficas. Muestran a través de sus personajes una insaciable búsqueda de identidad (judía ucraniana muy crítica con los de su raza, conversa al catolicismo a quien le fue negada la nacionalidad francesa por razones antisemitas), el abandono familiar en el que se crió (con padres millonarios completamente despreocupados de su hija) y las convulsiones políticas que tuvo que sortear desde la revolución bolchevique hasta su muerte bajo la ocupación nazi en Francia.

David Golder es el viejo banquero protagonista de su primera novela y a la vez título de esta. A los 26 años de edad, esta obra dio a Némirovsky un reconocimiento inmediato por la claridad y crueldad de las cuestiones morales que plantea alrededor de la vida frívola carente de sentido de la clase pudiente francesa. La formidable escritura y agudeza de su inteligencia le valieron comparaciones con Dostoievski, aunque maneja un lenguaje contemporáneo.

La obra inicia con el suicidio del socio de Golder tras quedar en quiebra. “Cansado… estaba cansado…”, murmuró Marcus antes de morir mientras la boca se le llenaba de espuma y sangre. Y un problema cardíaco que deja al millonario banquero también al hilo de la muerte lo obliga a observar con tiempo y silencio el mundo que le rodeaba: esa entrega total de su esposa e hija al dinero y al lujo, esa sociedad que se partía el lomo para nada. Para hacer dinero y morir. “Acumular”, parece ser la respuesta lógica ante una existencia intrascendente, en el sentido más trascedente de la palabra. Si aquí se acaba todo, hay que agarrar lo que se pueda, aun a costa de la salud. Hay que llenarse de algo. Ya lo dijeron: no se puede tener doble amo. La postal de la novela: un padre que dedica la totalidad de su tiempo a los negocios, ese “dios temible”; una madre idiotizada por las joyas y la falta de cariño; una hija de 18 años que, en semejante escuela, no podía más que entregarse al sexo y al despilfarro: “es que quiero desesperadamente ser feliz dad”. Felicidad.

Irène Némirovsky se está volviendo imprescindible. Nuestro adormecimiento contemporáneo necesita obras que por reflejo hagan pensar que somos algo mejor. Nuestro vacío moral necesita descargas eléctricas desde la literatura.

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6 Comments

  1.  me gusta mucho. y concuerdo, hay que despertar con letras como las de némirovsky, punzantes, que parecen baldes de agua fría para nuestras sociedades; porque calzan con algunas de nuestras aberraciones y eso no es poco. estamos todos dormidos.

  2.  me gusta mucho. y concuerdo, hay que despertar con letras como las de némirovsky, punzantes, que parecen baldes de agua fría para nuestras sociedades; porque calzan con algunas de nuestras aberraciones y eso no es poco. estamos todos dormidos.

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