Semana decisiva

Por Joaquín Hernández Alvarado

La presente semana será decisiva para el futuro de los movimientos estudiantiles de protesta en Chile, las posibilidades de reforma de la educación superior de ese país y la estabilidad política del Gobierno de Sebastián Piñera. Precisamente el día de hoy, en La Moneda se celebra una reunión de los dirigentes estudiantes universitarios con el presidente Piñera, el presidente del Senado, Guido Girardi, el de la Cámara, Patricio Melero, y los ministros de su Gabinete involucrados directamente en la problemática.

El pasado jueves 25 de agosto, el Consejo de Rectores de las principales 25 universidades del país hizo público un comunicado en el que instaba tanto al Gobierno como a las organizaciones estudiantiles a un «diálogo constructivo que conduzca a los acuerdos necesarios que permitan encauzar institucionalmente las diferencias» y, sobre todo, muy sintomáticamente, a «avanzar en la finalización del primer semestre como condición necesaria para dar inicio al segundo semestre a más tardar en los primeros días de octubre». Giorgio Jackson, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile y una de las figuras destacadas del movimiento, declaró que estaban considerando la propuesta del Consejo de Rectores, y el viernes 19 los estudiantes aceptaron acudir a La Moneda aunque poniendo algunas condiciones.

La conclusión a la que al parecer están llegando los diferentes analistas de estos tres meses en que se habría cuestionado algunos aspectos decisivos del modelo de educación superior chileno es que efectivamente hay que proceder a realizar reformas urgentes en algunos de los temas centrales reclamados por los estudiantes. Andrés Oppenheimer, en su último libro, ¡Basta de historias!, en el que dedica un entusiasta capítulo al modelo universitario chileno, acaba de conceder en un artículo publicado en su columna de Diario HOY el último sábado que la «fenomenal expansión del sistema universitario chileno se realizó demasiado rápido, con escasa planificación y sin la suficiente regulación».

Pero el problema no solo está en el financiamiento pese a lo complejo. Ni solo en el acceso. El problema es qué tipo de universidad se quiere llevar adelante, cuestión que es fundamental resueltos los problemas de calidad deficiente, falta de controles adecuados, costo excesivo de la educación.

¿Están los estudiantes tratando de impulsar universidades exclusivamente centradas en la investigación, de acuerdo a los modelos de algunos países asiáticos, con un 70% de investigadores por lo menos trabajando cada uno en su computadora, produciendo patentes sin importarles si viven o no en una dictadura, como es el caso de Singapur, que hace alarde de la «meritocracia»?

Ciertamente, el movimiento estudiantil está en una fase decisiva. Las respuestas a sus múltiples demandas podrán ser resueltas solo mediante la negociación. De lo contrario, corren el riesgo de ir perdiendo seguidores y aislarse. Salvo que el malestar estudiantil sea solo síntoma de algo que está por decirse.

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