Los rostros anónimos

Por Joaquín Hernández Alvarado

El viejo Hegel decía -mutatis mutandis – que la historia universal no era el reino de la felicidad para los individuos. Aludía con ello al carácter de víctima expiatoria al que obligatoriamente están condenadas la mayoría de las personas mientras ocurren las grandes convulsiones históricas. Ocurre entonces una especie de ceremonia sacrificial: muchedumbre de inocentes son sacrificados masivamente en nombre de principios que niegan su condición humana y que les quitan lo más preciado: su vida, su sola vida. Solo se escapan momentáneamente los héroes. Ellos -Hegel pensaba probablemente en Napoleón I- que dirigen aparentemente estos procesos que no son sino grandes hecatombes de sangre, terminan, una vez concluido su papel por hartazgo de sus contemporáneos o por agotamiento, en el oscuro vacío de la historia.

Muamar Gadafi yació durante el fin de semana pasado en una cámara frigorífica del mercado de carne y verduras de la ciudad de Misrata. Junto a él su hijo Mutasin y el jefe del ejército Abu Baker Janes. Habría que releer «Los doce césares» de Suetonio para volver a encontrar cuadros como éste, estremecerse de nuevo por la fugacidad del poder y la tragedia escondida que arrastra, por la brutalidad de la muerte de los tiranos, ayer héroes populares, por el odio y el desprecio acumulados por sus conciudadanos que al fin termina explotando. El grito de «Dios es grande» retumba en la cámara del frigorífico, relata el corresponsal de El País en Misrata, mientras van pasando la multitud que quiere ver así, muertos de esa manera a sus tiranos, sin importarles demasiado qué piensen los occidentales.

La primavera árabe se ha trocado en un terrible invierno en Libia. ¿Esperaba alguien este baño de sangre cuando comenzaron a sentirse las voces de descontento, sincronizadas con las protestas de países como Túnez o Egipto? ¿Qué fue lo que puso punto final a los 42 años de un régimen aparentemente imbatible, revestido con todas las malignidades y arbitrariedades de las tiranías más audaces y cínicas del mundo actual? ¿Por qué los países europeos sobre todo y los EE UU, se dieron cuenta recién en 2011 de que el responsable del poder en Libia era un verdadero déspota oriental con el que habían negociado, -y muchísimo-, por cierto después de su abjuración de terrorista internacional?

Nada está claro en la Libia post Gadafi. Ni siquiera por qué comenzó a concretarse el brutal descontento que venía acumulándose durante décadas y que terminó en sangría ni qué pasara en los próximos días cuando aparezcan claramente las múltiples divisiones de los diferentes grupos y los intereses comerciales reclamen su botín de guerra.

Nadie puede rescatar de su anonimato a las miles de víctimas que han caído durante la dictadura de Gadafi y sobre todo durante estos meses aciagos. Son rostros anónimos de hombres, mujeres y niños que murieron por una lucha que no entendieron y cuyo sacrificio debiera ruborizar a los que justifican tanta destrucción en nombre de causas o grandes principios sacrificiales.

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6 Comments

  1. Sangre por petróleo, la vista gorda la hicieron los gobernantes de países vendedores de armas, los que necesitaron que Libia se mantenga como «aliado estratégico en la región»., y por supuesto quienes fueron sus coidearios. Un justo minuto de silencio por las víctimas anónimas.

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