La Justicia como Símbolo de la Ley

Por Camila Moreno

Nos es común identificar a la justicia como aquella dama de ojos vendados, con una espada y una balanza en cada una de sus manos. La balanza representando el acto de juzgar, dividir, poner punto final a un conflicto; la espada, en cambio por la fuerza que se necesita para protegerla y la venda en los ojos como una garantía de imparcialidad, demostrando que el juez no necesita ver más allá de los hechos y no debe analizar ni mirar a las partes para tomar sus decisiones. Esa imagen nos ha presenado desde hace siglos una justicia ciega, que garantiza de esta manera su imparcialidad, pero esto no siempre fue así.

La escena más antigua que se conoce donde la Justicia se muestra con los ojos cubiertos data de 1572, en el grabado, con un tono plenamente burlón aparece una justicia con los ojos vendados con un bufón a sus espaldas que le cubre los ojos y la expulsa de su trono. Al pie del mismo, una leyenda advierte a todos los tipos de hombres sobre el error, la locura, la ceguera y la estupidez en los que podrían incurrir al juzgar un asunto, de no estar atentos a lo que pasa y dejarse cegar por las partes o terceros.

Aún después cuando en 1625, Ripa esbozó varios tipos de justicia, sólo una de ellas tenía los ojos vendados: la Justicia Terrenal, quien además vestía de blanco. Ripa explicó que a pesar de que la vista era apreciada en la descripción del resto de Justicias (una tenía incluso tres ojos), la Justicia Terrenal, al ser impartida por humanos, podía ser tentada a no usar la razón, y la ceguera evitaría que esta pueda ver cualquier cosa que pueda causar que se aleje de la misma. Los ropajes blancos por otro lado, reflejaban que los administradores de justicia debían juzgar sin la mancha del interés personal o cualquier otra pasíón que pueda pervertir a la justicia.

Otro forma de simbolizar a la justicia, se puede apreciar en Emblemata de Alciati en el siglo XVI, donde uno de los emblemas señala hombres sin manos sentados impartiendo justicia, el texto explica que al no tener manos estos no pueden recibir sobornos que modifiquen su buen sentido. O una de las más interesantes, la justicia con dos caras de Damhoudere, una con vista y otra cegada, que describía ya no un ideal, sino una triste realidad donde la justicia veía el dinero y el poder pero se cegaba ante la pobreza, la miseria y la verdad.

Jueces sin manos, justicia de dos caras, justicias ciegas e incluso con tres ojos, hubo varias formas de simbolizar a la justicia a través del tiempo, todas ellas expresando los atributos que esperamos en el sistema de administración de justicia y que describen una justicia ideal, un deber ser. En el Ecuador nos encontramos en medio de un proceso de transición que busca mejorar el actual sistema, pero nada se logrará con exámenes y nuevas personas , sino cambiamos la mentalidad y la forma de concebir la forma de impartir justicia.

La reforma judicial no se va a lograr si por estudiar para los exámenes del Consejo de la Judicatura se deja de atender a los usuarios en horarios laborables o si por horario unificado entendemos que se puede dejar sin atender el puesto a cualquier hora por un tiempo indeterminado. Es cierto que hay excepciones, pero no habrá ningún cambio positivo si el Consejo no planifica las reformas pensando primero en la realidad que se vive en los juzgados y mucho menos si la mayoría de los funcionarios judiciales no entiende que lo suyo más que un empleo es un servicio al pueblo, a un pueblo que busca que la justicia no mire si soy presidente o no para agilitar mi caso, o que espere un pago extra para hacer su trabajo. Que el recuerdo de las diferentes representaciones de la Justicia, nos haga reflexionar que esperamos de la Función Judicial y que podemos hacer nosotros para contribuir a ese fin, yo por ejemplo, me quedo con la justicia de dos caras de Damhoudere, una con la que pueda ver, para que sepa analizar los casos donde se deba ayudar a los indefensos y pueda reconocerlos sin dejarse engañar y otra con la que no, para que no se deje seducir ni corromper por el poder o el dinero.