La soledad de los números primos

Por Andrés Cárdenas
Quito, Ecuador

La metáfora que Paolo Giordano, escritor turinés de casi treinta años, toma prestada de la matemática sobre los número primos gemelos, es lo suficientemente sencilla, abstracta y bella como para tener bastante parte en su éxito de premios y ventas. Los números primos no se dividen para ningún otro que no sean ellos mismos o el número uno. Están solos, son distintos y no se componen de la multiplicación de otros, como el 571, el 149 o el 233. Nunca dejan de existir, por más que estiremos la recta numérica hasta el infinito. Y los números primos gemelos son aquellos que, sorpresivamente, aparecen casi juntos, separados por un maldito y aburrido número par: 3-5, 17-19, 197-199, 521-523. Y estas tristes parejas tampoco desaparecen nunca de la tediosa extensión de la recta numérica.

Con esa imagen, el escritor licenciado en Física Teórica ilustra la historia que construye: una clásica historia de amor imposible. La novela intercala las vidas de Mattia y Alice desde que son niños hasta que pasan los treinta. El primero es superdotado y ha encontrado lo único ordenado de este caótico mundo en las matemáticas, con la cuales huye de lo real y aplaca todo intento de abandonar la soledad. Tuvo una hermana gemela que nació con retraso mental a quien abandonó un día en un parque y nunca la volvieron a encontrar. Desde entonces Mattia se autoinflinge cortaduras, especialmente en las manos.

La segunda, Alice, sufrió un accidente cuando su padre le obligaba a esquiar en vacaciones, y tiene una pierna coja. Además sufre anorexia y tiene la autoestima por los suelos. Estos son nuestros números primos, dos personajes con problemas de sociabilidad, víctimas del bullying colegial, abandonados afectivamente por sus padres, que cargan traumas profundos desde su más tierna infancia: “Los años del instituto fueron para ambos como una herida abierta, tan profunda que no creían que fuera a cicatrizar jamás”.

Es una novela que, en principio, atrae por sus ingredientes posmodernos. Parece que quisiera adentrarse en ese opresivo mundo de los problemas de la adolescencia actual, en ese mundito de luces, soledades, pastillas y enfermedades psicológicas que determinará la sociedad futura. El mismo Giordano lo ha dicho: quiere “representar ese mundo juvenil de la burguesía opulenta que ofrece comodidades a sus propios hijos dejándolos en la más absoluta soledad y abandonados a sí mismos”.

Sin embargo, La soledad de los números primos es otra vez el triunfo del marketing, el buen título –que, dicho sea de paso, no lo puso el autor– y una excelente contraportada, por sobre la buena literatura. Con narrativa descomplicada –que no es igual a sencilla– y temas taquilleros, se logra este éxito editorial que en Italia ya se llevó al cine. Los temas tratados son imprescindibles, pero la historia no logra despegar de una superficial historia romántica entre dos personajes solitarios. Una pena gigante. Giordano ha dicho que el aburrimiento es quizá el sentimiento más profundo, aquel que lo llevó hacia la literatura. Tal vez una buena historia merezca más que eso.

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