Mercosur agrede al Paraguay

Por Adrián Cattivelli
Asunción, Paraguay

El Mercosur asumió una actitud de hostilidad hacia el Paraguay. Dos posiciones adoptadas en la última cumbre del bloque, celebrada el 20 de diciembre de 2011, lo demuestran con claridad: por un lado, el intento de forzar el ingreso de Venezuela al proceso de integración regional evitando el pronunciamiento del Congreso paraguayo y; por otro, la creación de la figura del bloqueo político, económico y comercial en caso de que los demás países consideren subjetivamente que aquí se registre una ruptura o amenaza de ruptura del orden democrático.

En el primer caso, nuestros “socios” pretendían hacer tabla rasa de los preceptos constitucionales según los cuales todos los tratados y acuerdos internacionales deben ser sometidos a la consideración del Congreso Nacional. Además, buscaban alterar las reglas del juego existentes al interior del bloque, puntualmente en lo que respecta a la necesaria unanimidad que debe existir para proceder a la incorporación de nuevos miembros al Mercosur.

Resultaba, también, muy sugerente que, al mismo tiempo que se reforzaban las “cláusulas” tendientes a garantizar la gobernabilidad democrática en los Estados Partes, se hiciera lo imposible para incorporar a Venezuela a la región, siendo que el régimen que gobierna ese país ni siquiera cumple el primer artículo del Protocolo de Ushuaia, según el cual: “La plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración”.

Pero si esto de por sí constituía un despropósito y una medida abiertamente inamistosa por parte de nuestros “socios”, lo que vino después representa una afrenta y una imposición inaceptable para el pueblo paraguayo.

Un país mediterráneo, que durante centurias luchó a brazo partido para garantizar su independencia y asegurar la libre navegación de los ríos, verdadera columna vertebral de su comercio exterior -sin la cual ninguna nación soberana podría sobrevivir-, de ninguna manera puede tolerar ni aceptar voluntariamente que los Estados que lo rodean le impongan un bloqueo de ningún tipo, menos todavía el de las características establecidas en el “Protocolo de Montevideo sobre Compromiso con la Democracia en el Mercosur”.

Más difícil aún es digerir que un gobernante paraguayo entregue a las naciones vecinas las facultades necesarias para que estas definan por sí y ante sí qué es una “ruptura o amenaza de ruptura del orden constitucional, una violación del orden constitucional o cualquier situación que ponga en riesgo el legítimo ejercicio del poder”. En efecto, ¿qué significa “cualquier situación”? En buen castellano quiere decir cualquier cosa, sea lo que fuere, lo que los demás quieran imaginar o suponer.

En este sentido, aún concibiendo la hipótesis de que los creadores de este adefesio legal hayan tenido por objetivo preservar la institucionalidad democrática en los países miembros del Mercosur, cabe cuestionar de la manera más enfática posible que la posibilidad de imponer un bloqueo que comprometería la existencia de una nación soberana como el Paraguay, fuera concebida con parámetros tan insólitamente laxos. Este país de ninguna manera puede aceptar que lo sitien ante “cualquier situación”.

Si todo esto se asumió, tanto la idea de forzar el ingreso de Venezuela de espaldas al Paraguay como la creación del mentado bloqueo, en nombre de la “integración regional”, es evidente que en los Estados que forman parte del bloque existe una muy pobre consideración acerca de lo que realmente significa el concepto de la integración. En todo caso, para ellos, querrá decir arbitrariedad, imposición y dictado.

Este Mercosur que agrede al Paraguay no tiene nada que ver con lo que inicialmente fue concebido, en tanto que herramienta destinada a promover el bienestar y el desarrollo económico y social de nuestros pueblos. Así las cosas, no nos conviene seguir apostando a la profundización de un proceso más comprometido con el avasallamiento de uno de sus miembros que con su real y dinámica complementación con la región y el mundo. Es doloroso reconocerlo, pero este Mercosur no nos sirve.

* Adrián Cattivelli es periodista paraguayo. Su artículo ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Asunción, Paraguay.

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